jo con los fontaneros, especialmente en política. Esas gentes que habitan en la penumbra, hacedores de apaños inconfesables a los que conviene tener contentos para que los secretos sigan donde deben, en el limbo. Porque si se sienten chivos expiatorios tiran de la manta y adiós muy buenas. Así ocurrió con Luis el cabrón Bárcenas y aireó los apuntes de los sobres que anotaba minuciosamente tras cada entrega, incluido el M. Rajoy que ningún juez acierta a descifrar. Y lo mismo ha sucedido ahora con Francisco Martínez, exsecretario de Estado de Interior que como buen cabeza de turco ha cantado la traviata sobre el espionaje al extesorero del PP, admitiendo su error de ser leal a “miserables” como el exministro Fernández Díaz, la entonces capataz del partido Cospedal y el barbas o el gallego, otra vez Mariano. El caso es que el tal Martínez ya está imputado en la causa de la Operación Kitchen y que le seguirá seguro Fernández Díaz, el de “la Fiscalía te lo afina”, bajo la terrible acusación de usar los resortes del Gobierno -fondos reservados incluidos- para obstruir la acción de la Justicia sobre la caja B del PP. Como para extrañarse de que Casado, presidente del partido gracias a Cospedal, no quiera renovar esta cúpula del poder judicial tan afecta a la derecha. Mejor no buscarse más enemigos íntimos.