l domingo, día de la Constitución, volvía a ser noticia el rey emérito por su chanchullos con Hacienda y su intento de esquivar la investigación judicial sobre el uso de las tarjetas black (500.000 euros)que nutrieron empresarios multimillonarios. Ese es el legado que tenemos de un régimen caduco. España es una monarquía parlamentaria, cada vez más dudosamente democrática, pero al fin y al cabo una monarquía en la que el jefe del Estado es el rey, o sea mando supremo sobre el Ejército y la Armada, en realidad un cargo decorativo salvo para tener a tenientes coroneles a su servicio, como ha ocurrido con Juan Carlos, y hagan de mediadores en sus gastos fastuosos. El mismo día los rotativos ingleses anunciaban que la reina Isabel II de Inglaterra, a sus 94 años, recibirá en las próximas semanas la vacuna Pfizer-BioNTech tras obtener luz verde de las autoridades sanitarias británicas. Una corona que al menos sirve para algo más que para mangonear. Reino Unido se ha convertido además en el primer país del mundo occidental en aprobar una vacuna contra el covid. Un esfuerzo por agilizar los trámites y las tres fases de ensayos clínicos hasta demostrar que es segura -ofrece un 95% de protección- y validarla mediante procedimientos de emergencia. En Arabia Saudí el emérito no parece necesitar vacuna. Un confinamiento de lujo y vergonzoso se lo permite.