ánchez acudía tal día al Congreso como hoy hace un año al debate de investidura que forjaría tres días después el primer Gobierno de coalición progresista y el teóricamente más frágil en cuatro décadas de democracia. Era su tercer intento y lo celebraba por ello con rabia contenida e ilusión, ajeno a la que se nos venía encima por culpa de un virus desconocido que empezaba a causar estragos una remota región china. Un año después, con los Presupuestos aprobados, un apoyo creciente también en leyes importantes como la de la reforma de la educación o la de la eutanasia, y la tradicional oposición frentista y electoralista de la derecha aún en los momentos más difíciles de la más grave crisis de la historia el líder del PSOE ha reafirmado la vocación de permanencia del Ejecutivo compartido con Podemos. Para ello debe afrontar la reforma laboral y de pensiones, la gestión de los fondos europeos y gestionar dos nuevos frentes recién abiertos: una ley de la corona y el indulto a los condenados por el procés. Y limar las tensiones con su socio para dar solidez al programa reformista en un momento de confrontación electoral -Catalunya- donde los socialistas apuestan fuerte para ganar y Podemos intentará no repetir sus malas experiencias electorales. El segundo año de la era Sánchez arranca con complejos desafíos además del principal: derrotar al coronavirus.