ás allá del coronavirus, ante el cual al equipo de gobierno de Navarra Suma en Pamplona ni está ni se le espera en ningún caso, este segundo periodo de Maya en la alcaldía de Iruña transcurre, camino de dos años, como si no transcurriera. Una alcaldía anodina de la que sólo destacan la sucesión de rectificaciones que está protagonizando y los intentos constantes de provocar a la Pamplona que él no considera incluida en su reducido y sectario concepto de personas normales. Una marcha atrás constante para regresar a las políticas y medidas del anterior gobierno municipal de EH Bildu, Geroa Bai, Aranzadi e I-E que con tanto ahínco y dureza Maya criticó durante cuatro años. Incapaz de sacar adelante ninguno de sus compromisos electorales, Maya navega a la deriva teniendo que aceptar poner en marcha -o incluso recuperar si las habían anulado-, iniciativas anteriores. Ya sea en Pío XII, cuya amabilización UPN convirtió en un incesante argumento de manipulación mediática y movilización social y que ahora ha terminado con el diseño del cuatripartito de la pasada Legislatura, al despropósito continuo en que convirtió los cambios de tráfico en la calle Amaya o a la vuelta a restringir el tráfico en Padre Moret. Eran sus obsesiones frente al Ayuntamiento anterior, pero todo las propuestas de Navarra Suma han quedado en nada. Y quienes jalearon en la calle y los medios a Maya entonces, ahora callan. Como la nada más absoluta de la pasarela del Labrit, otro de los iconos del despilfarro inútil de UPN, de la que los pamploneses solo hemos hecho pagar una y otra vez. Cuando se van a cumplir dos años de su vuelta a la alcaldía, el bagaje municipal tiene mucho más que ver con el trabajo que dejó hecho el equipo de Asirón que con lo que han anunciaba Maya. De hecho, las actuaciones propias de Navarra Suma estos 20 meses han sido extemporáneas, polarizadoras y centradas en la confrontación y la exclusión de barrios en asuntos como la censura, los nuevos intentos de minorizar la normalización del euskera, ahora, con la complicidad del PSN de Esporrín, en las Escuelas Infantiles pese al rechazo de familias y trabajadores, la supresión de los equipos de barrio que trabajan con adolescentes y jóvenes o el lío de las terrazas del Casco Viejo de Iruña. De hecho, el uso del euskera como instrumento de batalla política es el único logro de Maya y de Navarra Suma y es un logro únicamente porque el PSN lo ha permitido. Es un debate miserable, falsario, absurdo, injusto y discriminatorio. Un balance en el que no hay actuaciones propias de relevancia para los intereses generales de la ciudad. Un vacío adornado con rellenos de mera propaganda y simple marketing. Por no hacer, no hace ni oposición: le ha dejado el marrón en exclusiva a Esparza pese a ser vicepresidente de UPN. El acuerdo presupuestario con Esporrín ha sido una bocanada de aire ante el riesgo de inacción total al que se dirigía Maya -había sido incapaz de aprobar los cinco presupuestos anteriores-, pero puede acabar convirtiéndose en la losa definitiva para su mandato. La prueba evidente de a Maya y a Navarra Suma les importa más mantener el culo pegado al sillón que cumplir sus promesas electorales, incluso dejando en evidencia que esos compromisos se han convertido en simples mentiras. Serán normales sus votantes, pero quizá no tontos.