l estreno de la película de Iciar Bollaín que narra el encuentro de la viuda de Juan María Jauregi, exgobernador de Guipúzcoa asesinado por ETA en el año 2000, y su asesino Ibon Etxezarreta coincide con un nuevo periodo, tres años después de la disolución definitiva de ETA y diez años después del fin del terrorismo, en el que toca pedir perdón y perdonar si ambas cosas quienes han sido víctimas y victimarios lo pueden asumir y aceptar. Pero también de comunicación y reconciliación. ETA llegó muy tarde a su propio final y hay sectores de la izquierda abertzale que siguen llegando muy tarde a asumir el desastre de ese inmenso fracaso. El reconocimiento ético y político de que matar estuvo mal. La obra de Bollaín incide en la apuesta por el diálogo y por dejar atrás los odios viscerales y el fanatismo que distanció a personas, vecinos, familias... que sin la irrupción en la sociedad de la violencia de ETA y de otras violencias quizás nunca hubieran estado alejadas. La vía para que las víctimas del terrorismo y ex militantes de ETA se reúnan en encuentros de carácter restaurativo se abrió de nuevo este año, una década después de que el Gobierno de Rajoy cerrase la iniciativa. Más de una veintena de presos ha solicitado participar en estos programas de justicia restaurativa, extrapolables a muchos conflictos y guiados por Europa, con víctimas capaces de dar un paso adelante. Maixabel ha tenido un papel activo en estos encuentros. Quien fuera directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo en la CAV formó parte de un plan de encuentros de mediación que sentó a la misma mesa a miembros de ETA y familiares de los asesinados. En su caso, contó como mediador de sus reuniones con Etxezarreta con quien ahora es consejero de Justicia del Gobierno de Navarra, Eduardo Santos. Un testimonio clave para entender el alcance real de este proyecto restaurativo. La propia Maixabel defiende que era la mejor manera de deslegitimar a ETA. Y que lo hizo pensando en Juan Mari, que "luchó hasta el último suspiro para solucionar el problema de la violencia". Es cierto que en este país cualquier relato que retrate el conflicto vasco siempre se contamina por quienes pretenden imponer su propio relato parcial. Y que habrá quien rechace cualquier intento que se interprete como humanizar a los asesinos. Y quien lo utilice políticamente para seguir rentabilizando el sufrimiento del pasado. En todo caso, la generosidad humanista y ética de Maixabel y de su hija María para trascender de su historia personal y tender nuevos puentes de reconciliación social lejos de la instrumentalización partidista y política de las víctimas y lejos igualmente del insulto y la agresividad como herramienta de memoria resulta admirable. Su valentía para denunciar con la misma contundencia las consecuencias humanas de otras violencias, desde el terrorismo parapolicial a los GAL, la guerra sucia del Estado o los malos tratos y torturas, también. Las aristas del relato de esa memoria reciente que aún quedan por cerrarse son muchas. Pero así es como esta tierra tiene que avanzar, mirando hacia adelante sin olvidar el pasado. Hoy la película se proyecta en la prisión de Iruña y dará lugar a un coloquio con las personas allí encarceladas. Ojalá remueva conciencias dentro y fuera de esos muros.