o que le da realmente miedo es que haya chavales con “esa mentalidad”, admite la jugadora rojilla Karolina Sarasua tras los ataques que recibió el pasado fin de semana por parte de cinco aficionados en Cantabria. El fútbol femenino ha sufrido un nuevo episodio de intolerancia, en este caso por parte de cinco descerebrados que pretendían minar la moral de una joven con el arma más bajuna que conocen algunos adolescentes: el ataque machista y de contenido sexual: “Te voy a violar... tienes cara de chuparla bien...”. Si no respetan a jugadoras que lidian en categorías profesionales qué no harán o dirán a sus parejas y amigas. Los responsables de los clubs aseguran que se tomarán medidas pero habrá que ver en qué quedan por el hecho de ser menores. Lo importante es que la sociedad responda y lorepudie. En realidad el plante al machismo comenzó por la propia Karolina que no se amedrentó durante el partido. Continuó con la árbitro que le invitó a denunciar. Y siguió con sus propias compañeras que le animaron a subir el contenido de las agresiones a las redes. “Ni les contesté ni les miré a la cara”, aseguraba Karolina que tiene 17 años pero sabe que si le ocurre a una chica menor, “que está empezando, igual ya no quiere jugar al fútbol”. El fútbol como ritual de la masculinidad es un espacio a menudo profundamente machista. Hay todo un sistema social que legitima que en el fútbol se toleren determinadas prácticas violentas. Y ese es el caldo de cultivo en el que -no olvidemos- tratan de abrirse camino muchas mujeres que viven el deporte con la misma pasión y enorme preparación.