stoy más que asqueada e indignada ante el aumento de casos de violaciones múltiples, la última "atroz y salvaje" (desgarro vaginal, anal y fractura craneal, recoge el parte sanitario) en Igualada. Me reconforta al menos saber que detrás de la gentuza que dejó tirada a esta menor, que fue agredida la noche de Halloween en un polígono a la salida de una discoteca, hay una adolescente valiente y fuerte que denuncia en medio del dolor, y también agentes policiales especializados que trabajan fino; y me explico. Ya no hace falta una rueda de reconocimiento ni esperar a que la víctima se recupere para abrir una investigación porque, además, existen cámaras de seguridad en las calles. Las violaciones crecen también en los primeros nueve meses del año en Navarra con un incremento del balance de criminalidad respecto al año pandémico, según el Ministerio de Interior. Y una se pregunta si no hubiera sido mejor haber dejado confinando -o encerrado mejor dicho- a más de uno tras la pandemia. La lectura positiva es que el fuerte rechazo social anima a muchas mujeres y adolescentes a presentar denuncia, algo que antes no se producía. La violencia contra las mujeres ha existido siempre pero ahora se visibiliza más, sin olvidar que las agresiones no solo se producen en la calle por parte de desconocidos como se suele creer sino también en entornos cercanos. Y la causa no son los desfases y borracheras que estamos viendo después del confinamiento aunque éstas favorezcan que aumenten actitudes machistas más violentas. Es más complejo y estructural.