n su columna de ayer en DIARIO DE NOTICIAS, F.L. Chivite se pregunta si estamos evolucionando bien. La pregunta no es tontería. No tengo una respuesta. No sé que deparará el paso del tiempo a quienes llegan detrás de nosotros. Pero intuyo que hay más argumentos para responder no que sí. Asuntos en los que creíamos que se habían superado los viejos errores, reaparecen en sus peores versiones. Por ejemplo, la devaluación de los estudios de Filosofía y Matemáticas, los que más puertas abren al conocimiento. Como si se quisieran traspasar a un simple capítulo residual para que las nuevas generaciones mal sepan que hubo unos viejos tiempos en los que se pensaba, reflexionaba, aprendía, buscaba respuestas e incluso amaba el saber. Ése ya es un muy mal síntoma mientras se ensalza lo chapucero, lo inútil, lo zafio, lo ridículo, el estereotipo y la ignorancia. No puede ser casual ese profundo cambio de registros. Tampoco son buenos tiempos para el bien común, la igualdad de oportunidades, la solidaridad, la redistribución de la riqueza o la justicia social. Esas bonitas ideas que han sido importantes al menos para mi generación. La demagogia fiscal se expande en favor de los intereses de una minoría muy minoritaria que tiene como único final conformar una sociedad en la que se instale la desigualdad. Todas las demagogias son de fácil consumo. Tratan de engatusar precisamente a quienes serán los perjudicados. Ése es su campo de juego. Esta también. Lo ocultan bajo el eufemismo de meritocracia para impulsar la dualidad social de los privilegiados y de los infinitos demás. Ese concepto de meritocracia nada tiene que ver con el mérito. Es el refugio de las elites y de sus herederos. Y también de los corruptos, sus cómplices. La corrupción hoy es casi un título de prestigio. Los corruptos se sientan sin problema en los consejos de las grandes empresas. Incluso pueden lograr un sillón en el Tribunal Constitucional. O ejercer su profesión desde la misma Jefatura del Estado. Otro ejemplo: en pleno debate sobre la emergencia climática y la sostenibilidad medioambiental y social, Francia anuncia su regreso a la energía nuclear. Vuelta a la casilla de salida. La Cumbre de Glasgow camina hacia la nada como resultado final una vez más, mientras cada vez más países se niegan a cumplir los compromisos para frenar el calentamiento o poner fin a los combustibles fósiles. Los muros se han propagado por todos los continentes -también en la UE-, con la finalidad de dejar a millones de seres humanos al otro lado condenados a sus desgracias para siempre. La violencia más inhumana lo invade todo cuando ya la paz y la colaboración ni siquiera parecen ser valores prioritarios. Al mismo tiempo, la humanidad ha alcanzado avances tecnológicos, científicos y médicos impensables solo unas décadas atrás. Otra cosa es su uso. Y su negocio que lo ocupa todo. Siempre lo escribo, no soy pesimista. Como mucho, otro optimista mal informado. Pero no parece que la evolución o lo que sea esto vaya bien. Más bien da la sensación de que, en efecto, esta vez no hará falta ni el puto meteorito. Que la Tierra echará mano de ese mecanismo de respuesta que te ofrecen como primera solución cuando los artilugios tecnológicos dejan de funcionar bien. Apagar y volver a encender.