a pandemia del coronavirus ha cambiado muchos aspectos e inercias de lo que era nuestra vida diaria, desde la convivencia social, al ocio, la cultura o los espectáculos, el mismo humor o la economía y la relaciones laborales que vienen. Y veremos cuando se controlen sus efectos, cuáles y cuántos de esos cambios han llegado para quedarse. Pero hay una realidad a la que el coronavirus no se ha impuesto: la polarización en el que vive deambulando la política española desde hace años. Los bulos y las mentiras reinan sin oposición alguna en la política actual. Un todovale que cuenta con la complicidad imprescindible de los medios y de buena parte de la judicatura para alimentar informativa y judicialmente la expansión de esos bulos. Un bucle interminable que se repite cada mañana. En ese contexto, hay hechos objetivos que ya llegan. El nuevo ciclo electoral que ha adelantado el PP en Castilla-León y Andalucía como antecedente a las elecciones municipales de 2023 y a las generales de 2024. Más allá de los resultados, esos adelantos electorales forman parte de la táctica partidista del PP y de la extrema derecha para seguir agitando la polarización como signo de inestabilidad y de la estrategia de fondo de vender la imagen de un Gobierno, el de Sánchez, agotado y sin legitimidad. Además de que es un nuevo intento de expandir una cortina de humo para tratar de ocultar la corrupción que este 2022 seguirá persiguiendo al PP en los tribunales. También en los grados en que se puede instalar la miseria política, el Estado español es excepción en la Europa democrática. Queda la esperanza de que la economía, la medicina y el empleo cumplan las expectativas positivas y el barullo político se quede en esa marginalidad en la que cada vez parece instalado más solo. De hecho, al margen de los bulos y la polarización, el Gobierno de PSOE y Podemos ha cumplido ya dos años y ha aprobado 47 leyes. Eso sí, sigue teniendo 155 escaños y necesita al menos 176. La reforma laboral será la próxima prueba del algodón. No es un año más la situación de partida de Navarra. UPN está desojando la margarita sobre su camino de futuro, Navarra Suma parece en desguace y la extrema derecha no está ni se le espera. Su presencia es más efectista que efectiva. El efectismo político es una señal fácil de reconocer de búsqueda de atención ante el desinterés general. Navarra encara el último año de Legislatura antes de las elecciones de 2023. Mucho trabajo por hacer para el Gobierno foral y los partidos que suman la actual mayoría política en un año en el que las miradas se van poniendo en las urnas del año siguiente. Ahí se junta todo, desde las candidaturas, los acuerdos, los avances y los recelos de la pugna electoral en una comunidad políticamente plural como la navarra en la que prácticamente todas las opciones políticas comparten espacios unas con otras. Tiempos en el que los intereses partidistas y los intereses generales pueden chocar en la toma de decisiones. Al menos, en Navarra la polarización ha sido un fracaso y ha retratado en negativo a quien la ha utilizado como discurso, como Navarra Suma. Que la política navarra siga sus batallitas por otros derroteros en los que la búsqueda de soluciones tenga más valor que la bronca y el habitual lanzamiento de cuchillos previo a todo tiempo electoral sería otra buena noticia de este 2022.