o sé, más bien no creo, que del resultado de las elecciones en Portugal, con la victoria y la mayoría absoluta del Partido Socialista, se puedan extrapolar miméticamente lecciones a la situación política del Estado español. Ni tampoco a un nuevo auge de la izquierda en el conjunto de la UE. Es cierto que el triunfo de Costa llega después del cambio de ciclo también en Alemania, donde el socialdemócrata Olaf Scholz y la formación de un Gobierno de coalición con Verdes y Liberales pusieron fin a 16 años de poder de los conservadores. Y también lo es que en ambos casos la victoria electoral se ha consolidado con sendos discursos similares centrados en el empleo y la defensa de las políticas que sostienen el Estado de Bienestar por encima de otras posiciones maximalistas y segmentadoras del interés general que han ido copando los discursos y estrategias de otra parte de la izquierda y que han sido claramente derrotadas en ambas citas con las urnas. Pero no todo el campo político europeo apunta en la misma dirección. Francia celebrará elecciones en abril y mayo y la fragmentación de los candidatos de la izquierda y la imposibilidad de presentar una lista única a las presidenciales les deja sin opción de alcanzar siquiera la segunda vuelta. De nuevo, todo indica que esa cita con las urnas en Francia se dirimirá entre Macron y la extrema derecha. Y tampoco se puede olvidar que en todo ese proceso de convocatorias electorales en Europa sigue asomando la presencia de los candidatos y listas ultras en auge. En Portugal se han convertido en la tercera fuerza política con el 7,5% de los votos, aunque muy lejos de las expectativas de las encuestas electorales. A lo que hay que sumar, a los dirigentes de Polonia y Hungría, entre otros, que acaban de celebrar en Madrid una cita de la ultraderecha europea de la mano de Vox. Un reunión que, una vez más, ha sido tratado con el guante blanco de la máxima normalidad por los medios de comunicación. Como si no fueran una internacional europea del fantasma negro, con sus discursos y simbología neonazis, neofascistas y neofranquistas. Esa falsa normalidad y el camino constante de la mano del PP es tan o más peligrosa que las ideas que trata de ocultar a la opinión pública. Veremos el resultado electoral primero en Castilla-León, tan cercano a la muga con Portugal y posiblemente tan lejano en resultados, y luego en Andalucía. Al menos por ahora, los sondeos pre electorales apuntan hacia sendas victorias de la suma del PP y de Vox. Mala pinta. También en la defensa del empleo, del estado de bienestar y de la división de poderes como pilares de la democracia, España sigue siendo situándose con las excepciones que ganan terreno en la UE. Al contrario, en Navarra esa centralidad progresista sigue ocupando la gran mayoría del espacio sociolectoral. Al menos, si las pugnas partidistas y las prisas electorales no lo descomponen en conflictos que terminan siendo inentiligibles para los ciudadanos. La estabilidad es un valor en tiempos difíciles y complejos. Y, en sentido contrario, la inestabilidad es cada vez más penada por los ciudadanos en las urnas. También es un aviso a navegantes para el Gobierno de coalición en Navarra y para los partidos que lo apoyan y sustentan. Tener clara las apuestas y, más aún, ser claros con los electores es cada vez una posición política más imprescindible.