Seis de cada diez personas mayores sienten una soledad no deseada. Una realidad preocupante que exponía ayer Cruz Roja coincidiendo con el Día Internacional de las Personas de Edad. Un fracaso de una sociedad principalmente sin tiempo para relacionarse con quienes les sobran las horas. Sociedades que no intercomunican a sus diferentes grupos. Personas que viven solas y que, con un impulso más innovador, podrían compartir vivienda con otras generaciones más jóvenes. Personas que quizás vivan en una residencia con más de 200 personas pero no se sienten acompañadas. Personas mayores que ayer reivindicaban la necesidad de contar con centros de día públicos y mejores servicios de atención domiciliaria. También la antropóloga Vânia de la Fuente-Núñez alertaba ayer sobre lo que significa el edadismo. No poder acceder a un préstamo, a un trabajo o a un tratamiento médico (por ejemplo, el cribado del cáncer de mama en mujeres llega hasta los 69 años). O que se normalice que una persona mayor tenga depresión o quiera suicidarse como parte inevitable del proceso de envejecimiento. La sociedad envejece. 134.616 personas tienen ya 65 y más años, el 20,3% de la población navarra. Un corte que agrupa realidades diferentes. De hecho, hay una generación de entre 60 y 80 años que forma parte de esa tercera edad que antes eran viejos pero que hoy no lo son. Una generación, en muchos casos, en plenitud física e intelectual, que se comunica con el Whatsapp, que goza de una gran experiencia, que ha sobrevivido a mil obstáculos, que han trabajado mucho pero que, también, sabe vivir. Hoy no sólo cuidan de sus nietos los que tuvieron familia, también estudian, viajan, trabajan de voluntarios y están comprometidos en muchas causas. Una generación excepcional, la nacida entorno a los años 50, y que ha abierto camino a las siguientes como la mía, la de los setenta.