se han encontrado recientemente las zapatillas rojas de Dorothy que se habían perdido en el rodaje de la película de El Mago de Oz (1939). Hubo un fan que llegó a ofrecer un millón de dólares por estas zapatillas (aunque ya estaban aseguradas por ese precio). Dicha película está basada en un cuento escrito en el año 1900 por L. Frank Baum, y la protagonista principal es una niña de Kansas llamada Dorothy a la que un tifón lleva al maravilloso mundo de Oz. Sin darse cuenta, al llegar allí un accidente hace que se muera la malvada bruja del Este, y nuestra chica debe afrontar un reto nuevo para volver a su tierra: encontrar al mago para que le ayude, y para ello la bruja buena del Norte le da unas zapatillas que le ayudarán a sortear todas los retos que deberá afrontar. Aunque no es lo mismo, en cierta forma la historia recuerda las recientes películas relacionadas con los reinos de Narnia. En medio de la aventura conocerá tres personajes inolvidables: un espantapájaros que desea un cerebro para pensar, un hombre de hojalata que no tiene corazón y un león cobarde.

Si bien para algunos la película tiene más profundidad de la que se observa a primera vista (de forma que narra la lucha política entre los partidarios del patrón oro y la posibilidad de usar más metales como referencias monetarias) podemos quedarnos con ideas más sencillas de este hermoso cuento.

¿Acaso no nos falta muchas veces cerebro para pensar, sensibilidad ante las injusticias o desgracias que vemos a nuestro alrededor o coraje para afrontar la vida real? Sin duda, vemos cómo las personas que nos gobiernan o nuestros amigos carecen de estas virtudes sin darnos cuenta de que a nosotros nos ocurre lo mismo. Criticamos a los políticos ya que sólo van a pensar en las próximas elecciones y en los votos que van a obtener de cada una de sus declaraciones o actos. Pensamos que tienen la mente plana, ya que no se abordan soluciones concretas para los temas actuales, sean la inmigración, la educación o el paro (ahora que las estadísticas de agosto han sido más decepcionantes de lo esperado). Volvemos a nuestro trabajo, y vemos que todo sigue igual. Y pensamos lo de siempre: el jefe está anclado en el pasado, la empresa no va bien, necesitamos reflotarnos. Ya lo decía el canciller alemán Willy Brandt: “el futuro no pertenece a aquellos que están anclados en el pasado”. Eso sí, tiene otras dos frases memorables más que merece la pena recordar ahora que llega una temporada electoral. Uno, “existen enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Dos, “la mejor forma de calmar a un tigre es dejar que te devore”.

Volviendo a la idea principal: vemos que los demás repiten sus actividades sin profundizar en lo que es su vida, y nosotros hacemos, como autómatas, lo mismo. ¿No nos falta el cerebro del espantapájaros? Por otro lado, acusamos a los altos cargos de falta de corazón. Los inmigrantes, personas abandonadas o sin trabajo? ¿no es triste? Pedimos que les ayuden olvidando nuestra responsabilidad personal. Se debe recordar que las carreteras, hospitales o colegios no los construye el gobierno. Lo hacemos nosotros con nuestros impuestos, aunque pretendan hacernos creer lo contrario. Eso sí, no es lo mismo un recorte del Ministerio de Defensa que una rebaja de mi sueldo de un 10%. A nivel individual, lo que podemos hacer es simple: una contribución en tiempo, dinero o energía, dentro de nuestras posibilidades, a los que menos tienen. El resto son cuentos chinos. ¿Y el coraje? ¿Cómo está nuestro atrevimiento para hacer cosas? Un poco pasivo, ¿no? Al no desear que nos tilden de exagerados en unos u otros temas preferimos quedarnos en el pensamiento “políticamente correcto”. Así, evitamos mojarnos en temas tan candentes como el feminismo, los toros o la iglesia, ya que discrepar nos lleva a tener enfrentamientos sociales. Es una de las penas del mundo de hoy: no sabemos separar la opinión de una persona de la persona misma. Se puede estar de acuerdo en no estar de acuerdo. Sea de una u otra forma, en general no nos gusta el enfrentamiento. Eso conlleva un problema: muchas veces el caradura gana. Aunque sea más fácil escribirlo que hacerlo, no se puede olvidar que una de las actitudes más valoradas como seres humanos es el coraje. Visto de otra forma, pocas de las personas que triunfan son cobardes.

El Mago de Oz data del año 1900. Su autor lo escribió para “complacer a los niños de hoy. Aspira a ser un cuento de hadas modernizado, en el que se mantienen la alegría y la fantasía y se suprimen las penas y las pesadillas”.

Por fortuna, ha logrado complacer a los niños de siempre y de todas las edades.

El autor es profesor de Economía de la UNED de Tudela