cuando una negociación fracasa lo más cómodo es buscar un culpable y no asumir, cada parte, su responsabilidad. Y cuando una de las partes responsables del fracaso tiene todos los medios a su alcance, la idea de demonizar al adversario y convertirlo en chivo expiatorio, resulta una tentación tan engañosa como peligrosa.

En el fracaso de la aprobación de los presupuestos en el Ayuntamiento de Iruña el culpable perfecto es Aranzadi y el lector ha tenido la oportunidad de verlo en la picota bajo el meme facilón de que por venganza, maximalismo y electoralismo ha sacrificado la financiación de los proyectos en barrios. Pero si el lector es capaz por un momento de sustraerse a la propaganda y la demagogia, le expondré una serie de hechos, objetivos e inequívocos, que desde mi punto de vista, sirven para aclarar algunas cuestiones. Si por venganza, maximalismo y electoralismo fuera, Aranzadi, justo después de haber sido expulsado de sus áreas de gobierno por el alcalde al que votó, hubiera roto entonces toda relación con el equipo de gobierno. Pero hicimos el esfuerzo de negociar y aprobar en septiembre las IFS 2018, con la paradoja de que el gobierno en esta ocasión si aceptó las propuestas de Aranzadi, que en julio le fueron negadas. Aranzadi presentó cinco propuestas públicas a los presupuestos 2019, recibiendo a cambio migajas y humo. Incluso así, hicimos un último esfuerzo reduciéndolas a una sola demanda -la declaración del Casco Viejo como zona saturada- como gesto político, sí, ¡a coste 0! La asamblea de Aranzadi, la tarde noche anterior a la votación, nos reunimos para analizar la situación y consensuamos votar a favor de los presupuestos y enmiendas del equipo de gobierno, si se aprobaba esa sencilla declaración.

Aranzadi pretende con ella utilizar la prevención tan aplaudida en Sanidad, e intentar evitar posteriores cánceres urbanos como la turistificación y la gentrificación que ya vemos en Donostia o Barcelona. ¿Hubiéramos hecho todo esto, por venganza, maximalismo y electoralismo? Es falso que Aranzadi hubiera sancionado 19 de 20 propuestas y, así consta en sus actas; después de analizarla pormenorizadamente jamás aceptó ni firmó ninguna contraoferta ni preacuerdo, y así lo hicimos saber en privado y en público.

El lector debe también tener en cuenta que, desde su expulsión, Aranzadi es una formación autónoma a todos los efectos y que no se debe a ningún compromiso anterior con el equipo de gobierno en materia presupuestaria y que, al igual que EH Bildu y Podemos en la CAV, o los catalanes ERC y PDeCAT en el Estado, tiene toda la legitimidad para no aprobar unos presupuestos si no se satisfacen sus demandas mínimas. Si el equipo de gobierno “en minoría” y algunos medios han querido mantener de manera interesada la ficción de que el haber impulsado inicialmente el cambio en 2015, nos obligaba a aprobar unos rácanos presupuestos con los más desfavorecidos -de nuevo “tapándonos la nariz”-, se equivoca y engaña a la ciudadanía.

Resaltaremos otros hechos no menos relevantes: la votación de los presupuestos pudo aplazarse hasta alcanzar un acuerdo, pero el “ordeno y mando” sigue prevaleciendo; los proyectos de los barrios, las obras en los colegios, los corredores sostenibles, ciudad 30 o Casa de las Mujeres, se podrán realizar, si Geroa y EH Bildu quieren promoverlos. En unos casos moviendo partidas del presupuesto prorrogado y, en otros casos, aprobando modificaciones a los presupuestos, como hemos hecho el jueves 24 de enero. Estaremos dispuestos, nuevamente, en el pleno del 7 de febrero, a negociarlos y aprobarlos si es el caso, eso sí, con luz y taquígrafos, para que no se vuelva a manipular el relato de la negociación. Porque “los gobiernos en minoría tienen que negociar y acordar con el resto de fuerzas, todas y cada una de sus propuestas si las quieren sacar adelante”. Como dice Otegi en la CAV. No obstante, ese lector al cual no le convencen estos hechos, debe ser consciente de que EH Bildu ha utilizado una vez más el pressing de barrio para torcer la voluntad de la asamblea de Aranzadi, como siempre que hemos tenido diferencias con el equipo de gobierno. Unas de buena fe y, otras con la cartilla aprendida, ciertas entidades han sido convocadas a reuniones de urgencia, para señalar a Aranzadi y lanzarlas en su contra. Ya estamos acostumbrados a las críticas y la petición de explicaciones -que agradeceremos siempre- pero no asumiremos el agitprop, las fake news, las amenazas e insultos en los medios y en las redes. En nuestros barrios, plurales y diversos, todas debemos analizar nuestro papel en esta situación, y decidir a partir de ahora si queremos pertenecer a entidades independientes o ser correas de transmisión de los partidos.

Lo que está en disputa, y en riesgo, no son unos proyectos de los barrios, sino el modelo de ciudad. Para Aranzadi la turistificación, la gentrificación, la invasión hostelera y la burbuja de alquiler del Casco Viejo era la última línea roja -de pura alarma- en una legislatura malograda por el cambiazo, tras el progresivo viraje hacia el modelo neoliberal (Salesianos, La Meca, Ikea, Estación TAV Etxabakoitz, Macroplanta de residuos de Imárcoain...) que cultivó UPN. Pero EH Bildu, aliado con Geroa Bai (derecha vasca), ¿quizá prefiere reeditar una red clientelar en los barrios, mientras sacrifica -de Unzu al Gaztetxe- el Casco Viejo, antes que asentar un solo cambio estructural? Aranzadi, agrupación ciudadana nacida del 15M, formada no por políticos profesionales sino por vecinas y vecinos de los barrios, está dispuesta a asumir sus errores de inexperiencia aderezada de “buena voluntad”, y la parte alícuota que le corresponde en el fracaso de esta negociación para volver a negociar en serio, pero nunca va a sancionar un pacto para vender el corazón de la ciudad, ni a la ciudadanía más desfavorecida.

El autor es miembro de la Asamblea de Aranzadi