el orden está de moda. A todos los niveles. La autora japonesa Marie Kondo se ha hecho famosa con sus métodos para ordenar nuestras cosas en casa como medio para tener un mayor equilibrio y un mejor bienestar emocional. La idea comienza de manera sencilla: si algo no se usa, se tira. Muchos productos que no son de usar y tirar, todos aquellos que mantenemos “por si acaso”, pasan por el trastero antes de terminar en el contenedor de la basura. ¿Para qué? Mejor tirarlo. Ahora bien, ¿qué tirar?

Se puede aplicar una estadística a medida: lo que no se haya usado en un año, fuera (excepción: el traje de boda). Así, tenemos tres ganancias diferentes. Primero, más espacio para nosotros y quizás, para otras cosas. Segundo, más tiempo. Ahora la búsqueda de cualquier objeto o documento es más rápida. Tercero, más relajación. Ordenar acostumbra a ser una tarea pendiente que siempre ocupa nuestra mente y en consecuencia, como toda actividad que todavía no hemos realizado, nos incomoda. Maravilloso, ¿no?

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto ordenar? Cuando ganamos tanto a cambio de tan poco, ¿cómo no hacerlo? Una vez más, es nuestro funcionamiento humano. Ordenar da pereza. Mucha pereza. Y es más fácil tumbarse en el sofá a ver la televisión, aunque esté apagada. Cualquier pantalla vale. En fin, postergamos. Hoy en día a postergar se le llama “procrastinación”. Suena de maravilla. Pero seguimos con pereza. Entonces, ¿no hay solución? Claro que sí. Nos la proporciona el mercado: cada vez se pueden comprar y vender más y más productos. En este caso, se trata de un nuevo servicio. Ordenar. Por lo tanto, es una profesión. Ordenadores.

No es sólo tirar, es equilibrar. Ropa de verano, ropa de invierno. Libros de narrativa, ensayos. Frigorífico, congelador. Artículos de un solo uso, de uso frecuente, de uso ocasional. ¿Quién no desea tener una casa así? Sin duda, es útil, nos reporta bienestar y al terminar, siempre nos queda la alegre sensación que proporciona el trabajo bien hecho. Aunque lo hagan otros.

¿Y la vida? ¿Es mejor tenerla ordenada y desordenada? ¿Nos dedicamos a vivir como autómatas o desarrollamos nuestra imaginación para cambiar planes y disfrutar más de los pequeños momentos? Aquí hay sorpresas. Por ejemplo, tendemos a considerar la vida de los demás como previsible y aburrida. En otras palabras, ordenada. Y la nuestra la vemos menos ordenada de lo que es. Como seres humanos que somos, somos previsibles. No obstante, un poco de desorden es bueno. Contestemos a la siguiente pregunta: ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez? Cuidado, una actividad completamente nueva. Es decir, no vale decir una película (rara vez vamos a ver la misma sesión de cine repetidas veces, salvo que la historia nos haya dejado entusiasmados). Sirve, si no hemos ido nunca, el teatro. Un lugar nuevo. Un deporte nuevo. Algo nuevo. Nuevo. Es la palabra que más nos entusiasma cuando vemos una oferta, junto con gratis. Sí, un pelín de desorden está bien. Nos desarrollan más veinte años con experiencias nuevas que un año repetido veinte veces. Esos años que siempre empiezan con proyectos maravillosos y luego, luego? ¿cómo van los propósitos de año nuevo?

Dentro del orden, llama la atención cómo se olvida el tema monetario o financiero. Está muy bien tener la casa ordenada, limpia y pulcra. Está mejor vivir con cierto orden (entre semana) y más desorden (el fin de semana). Ahora bien, ¿las finanzas? ¿Nuestros dineros? ¿Cómo puede ser que se mantengan gastos estúpidos por simple inercia? ¿Qué pasa con esos alimentos que caducan y terminan en el contenedor de la basura? Las estadísticas dan escalofríos. Y lo que ello supone de fondo, también. En cierta forma, en el contenedor también termina el dinero que usamos para esa compra. Además, alguien que podía alimentarse no lo hace. Es posible que en nuestras sociedades prácticamente no exista hambre, pero un poco de necesidad persiste. En caso de duda, consultar en el banco de alimentos. Volviendo al tema monetario, merece la pena revisar nuestras finanzas. Saber cuáles son nuestros gastos concretos, distinguiendo la partida en cinco puntos: necesidades humanas (comer, ropa), bienes sociales (coche, teléfono móvil), deseos (cena en el restaurante, cine, viajes), caprichos (postre después de la cena, libro que no se termina leyendo, ropa que no usamos) y la trituradora de dinero (gastos periódicos de los que no sacamos nada a cambio, como un servicio de telefonía no usado). Se suprimen las dos últimas. Los ingresos son más fáciles, ¿verdad? Son las cosas de la vida. Con todo lo que podemos hacer con nuestros gastos, nos quejamos de lo poco que ganamos.

En los tiempos que se avecinan llega un orden que va a acaparar los medios: el de las listas electorales. ¿Quién irá primero?

Ahora bien, ¿por qué no ordenarnos a nosotros mismos?

Economía de la Conducta. UNED de Tudela