la selección de los proyectos presentados al Concurso de Ideas sobre el Monumento a los Caídos promovido por el Ayuntamiento de Pamplona/Iruñea es un sarcasmo. La motivación del concurso es resolver la esencia de un Monumento construido para humillar a las víctimas del golpe de Estado de 1936. Despreciado este significado, la consecuencia es que los proyectos elegidos presentan soluciones cuyos fundamentos son ridículos, ignoran la Historia y vulneran la legalidad sobre Memoria Histórica y los Derechos Humanos.

Pausoz pauso afirma que la cuestión muestra “gran complejidad de memoria y significación histórica que provoca reacciones enfrentadas en la ciudadanía pamplonesa. Refleja un pasado controvertido que dificulta la posibilidad de llegar a un entorno de acuerdo y paz en el contexto del Monumento y la Plaza de la Libertad”. Si los crímenes contra la humanidad son algo controvertido, tenemos un grave problema moral.

Metamorfosis propone su derribo y la construcción de módulos a un lado de la plaza con materiales de la demolición. Paradójicamente, no argumenta el derribo, señalando únicamente la “significación de monumento partidista que tiene actualmente”. ¿Solo?

En El árbol de la memoria todo es urbanismo, integración, accesibilidad, volumetría. La incomodidad de los principios se recubre con una metáfora levantando un árbol en el interior del Monumento: “a modo de memorial colectivo y cívico, cada hoja es un homenaje a cada una de las víctimas de la Guerra Civil y posterior dictadura franquista en Navarra y lleva grabado el nombre de la persona”.

Las víctimas, ¿son los sublevados o los asesinados en Navarra tras el golpe de Estado? Olvidan que aquí no hubo Guerra Civil, ni combatientes. Solo asesinados. Coronan su propuesta pidiendo que las pinturas golpistas de Stolz de la cúpula se conserven y sirvan “para su estudio didáctico a través del Instituto de la Memoria”. ¿Broma de mal gusto o humor negro?

Civitas establece la identidad del Monumento como templo dedicado a los “fallecidos del bando franquista en la Guerra Civil española”, proclamando que su propuesta asume tal condición para resignificarlo. Sin embargo, propone un edificio en la fachada sur, pretendiendo así resolver “la recuperación democrática y ciudadana del complejo”, pero manteniendo el espacio principal “íntegro y vacío como lugar de reflexión”. Sublime.

La casa de todos sostiene que “no se debe demoler el edificio/monumento de la plaza de la Libertad”, porque “nuestras ciudades se configuran acumulando capas de historia superpuestas que no debemos borrar”. Añadirá una nueva capa de interpretación, ubicando en el Monumento una sede municipal. Lamentablemente, mantienen el actual aspecto del Monumento, incluso con las mismas cruces nacionalcatólicas que lo presiden.

La puerta del sur arranca con una declaración incompatible con las Leyes de Memoria Histórica: “Quizá no fuera mala idea dejar el edificio cerrado otros cuarenta años (un tiempo irrelevante en términos históricos), para que estas heridas cicatrizaran”. Ignora que las leyes actuales prohíben la exhibición de simbología franquista y su retirada de espacios públicos. Su lamentable argumentación historicista insiste en que “la simbología franquista del edificio será sin duda vista un día con el mismo desapasionamiento que los emblemas de los Reyes Católicos o de las sucesivas dinastías en tantos edificios, que deben escapar a cualquier juicio moral, pues las piedras no son culpables de las fechorías que pudieran cometer quienes los erigieron”. El valor simbólico del Monumento y la humillación a las víctimas son irrelevantes. Aseguran que la arquitectura se juzga por sus valores artísticos y posibilidades funcionales. Y recurren a los campos de concentración, los Budas de Bamiyán, el Ministerio del Aire del III Reich o el Foro Itálico, ignorando que las edificaciones enaltecedoras del régimen nazi fueron derribadas por los vencedores de la guerra o durante el proceso de desnazificación tras la contienda, algo nunca ocurrido en España.

A pesar de su asepsia arquitectónica, exaltan los valores del edificio, a sus autores (incluido el golpista y asesino Eusa) y sus contenidos, como las pinturas de Stolz. Para colmo, contemplan que el Arzobispado usufructúe la cripta, proponiendo reabrir el óculo por el que se contemplaba el catafalco de Mola. Finalmente, proponen un uso lúdico-recreativo para “disfrutar” del Monumento, “como lo que es, un espacio arquitectónico de impresionante entidad donde poder charlar, tomar un café o una copa, disfrutar de un buen vino o una buena comida, leer un libro o una revista y celebrar una tertulia o la presentación de un libro”. Una banalización tan insultante que la firmarían Mola y Sanjurjo.

Wu afirma que el concurso pretende “la transformación del edificio-mausoleo conocido como Monumento a los Caídos, el segundo en importancia del territorio español, tras el Valle de los Caídos”. Ocultan que “su importancia” se debe al fin con que se erigió: el enaltecimiento fascista y la humillación de las víctimas. Dicho “olvido” tiñe el proyecto con una falta de compromiso pareja a su ignorancia. Lógico. Extractan ponencias de las jornadas del Ayuntamiento sin aportación propia. Al final, preservan la edificación principal integrándola en el entorno, mediante modificaciones urbanas, pues, conservando el edificio y variando sus usos se cumpliría “con la exigencia democrática de transformar el conjunto monumental resignificándolo simbólicamente”. Más que decepcionar, irrita.

Estos son los proyectos seleccionados por un jurado internacional de entre los presentados. Salvo uno, optan por mantener el edificio con argumentos poco elaborados; cuando no, malévolos.

No es responsabilidad de los arquitectos valorar la vulneración de los Derechos Humanos, esencial en el origen de la intervención sobre el Monumento. Trabajan con propuestas técnicas, bajo el reclamo económico del Consistorio.

La responsabilidad plena es del Ayuntamiento. Como equipo de Gobierno no ha tomado decisiones políticas acordes con las Leyes de Memoria Histórica, ha defraudado el mandato de sus propios votantes y ha permitido la selección de proyectos vacíos de conciencia histórica y social que insultan a miles de personas. Y eso sí que no.

Firman este artículo: Clemente Bernad, Víctor Moreno, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Fernando Mikelarena, Carolina Martínez, Ángel Zoco, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort