La contaminación por plástico se ha convertido en pocas décadas en uno de los problemas medioambientales más importantes del planeta. Desde 1950 se han fabricado alrededor de 8.300 millones de toneladas de este material, pero tan solo un 9% se ha reciclado. El resto ha terminado, o bien incinerado, o en la mayoría de los casos abandonado.

El plástico está presente en casi todo lo que nos rodea: envases de alimentos, cuchillas de afeitar, pajitas, platos, vasos... Las propiedades y el bajo coste de este material han favorecido su expansión en los últimos cincuenta años. Tanto que el plástico ya forma parte de nuestra alimentación: ha conseguido entrar en nuestra cadena trófica por la contaminación de los mares. Así, cuando ingerimos un pescado, estamos incorporando a nuestro organismo todos los contaminantes que ha acumulado a lo largo de su vida. Es importante destacar que el problema no viene por el plástico que el animal tenga en el tracto gastrointestinal, ya que esta parte no es comestible. El problema viene de los aditivos químicos del plástico, que sí se acumulan en los tejidos grasos, como el músculo, una parte que sí es comestible.

La proliferación de este material es evidente en los supermercados, donde gran parte de los alimentos están envasados. Casi el 35% de los plásticos que se utilizan van destinados al envase, sobre todo de alimentos. Sin duda, estamos ante una situación insostenible, en la que al consumidor no se le garantiza el derecho a consumir sin producir residuos.

Una plataforma ciudadana, organizada alrededor del grupo de Facebook Zero Waste España, ha organizado, durante la semana del 3 al 9 de junio, un boicot al plástico de un solo uso que lo envuelve todo a la hora de hacer la compra. A la iniciativa se han sumado organizaciones ecologistas como Greenpeace. La semana de boicot al plástico ha sido dirigida a quien lo pone en el mercado: distribuidores, consumidores y cadenas de supermercados, y el problema no se termina “sustituyendo el cartón por el plástico”, sino que la solución pasa por producir menos. El mejor residuo es el que no se genera.

La iniciativa también se dirige a las autoridades para que desarrollen una legislación más restrictiva en el uso de plásticos en grandes superficies, las cuales sólo están obligadas por ley a cobrar por las bolsas de plástico. La existencia de una norma legislativa al respecto podría obligar a los supermercados a tener comida a granel, a disponer de envases retornables o a pagar el coste económico de los envases.

A pesar de la regulación de la Unión Europea -la Eurocámara ha aprobado la prohibición de los plásticos de un solo uso a partir de 2021, como platos, cubiertos, pajitas y bastoncillos para los oídos-, tan solo unas cuantas comunidades autónomas tienen normativas punteras en la materia. Es el caso de Navarra -queda plasmada en la Ley de Residuos y su Fiscalidad, aprobada en la pasada legislatura- y de Baleares, dos territorios que han colaborado conjuntamente en normativas de residuos y reciclajes que incluyen, por ejemplo, la prohibición de cápsulas de café o la lucha contra el desperdicio alimentario, y se adelantan a la normativa europea y española al adelantar a 2020 la prohibición de los plásticos de un solo uso.

Hoy en día, cada vez escuchamos más la expresión de que “es difícil no consumir nada de plástico, casi todo está envasado”, pero hay que tener presente que existen. Así, lo importante es planificar nuestra compra, evitar las compras de última hora, y buscar fórmulas donde la comida no esté envasada en plásticos, como los mercados de barrio o las tiendas a granel; llevar tuppers para guardar la carne o el embutido y bolsas reutilizables para las verduras o legumbres; y comprar siempre el producto más inocuo, por ejemplo, el vidrio es muy fácil de reciclar mientras que el tetrabrik, parte de él, como los plásticos y el aluminio, no se puede reciclar al no existir una tecnología que los separe, y van a parar a un vertedero de residuos industriales.

Cada vez son más las organizaciones e instituciones que recuerdan que el problema de la contaminación por plásticos ha llegado a un punto en el que el reciclaje no puede ser la solución. “Las capacidades de reciclaje de plástico no han seguido el ritmo de la creciente producción mundial” de este material, ha informado hace unos días la Agencia Europea del Medio Ambiente en un informe sobre estos desechos en la UE. “Actualmente, en Europa, solo el 30% de los residuos plásticos se recogen para su reciclaje”, añade este organismo. “Además, la mayoría de las operaciones de reciclaje tienen lugar fuera de Europa, donde las prácticas y normas ambientales pueden diferir”, concluye el informe.

El destino de millones de toneladas de plásticos ha sido durante décadas Asia, donde se le intentaba sacar un rendimiento a los residuos de los países desarrollados. Pero esos destinatarios se han plantado. Primero fue China en 2018 la que vetó la entrada de esas basuras; luego se han ido sumando otros países como Malasia, Filipinas o Vietnam. El Estado español no es ajena a ese tránsito: solo en 2017 exportó más de 302.000 toneladas de residuos plásticos.

Las y los ciudadanos y las y los consumidores somos como un gran ejército dormido -perdón por la expresión, soy antimilitarista- porque su poder es enorme. Si una fracción significativa de ese ejército decide premiar o castigar a tal o cual producto o empresa, ya está. Solo que un 10% de la gente haga algo o deje de hacer algo tiene un poder enorme. Y creo que se están produciendo cambios muy significativos. Todo lo que ha pasado con el tema del plástico, que estaba sin una conciencia pública y en muy poco tiempo eso ha girado en todas las sociedades, en todos los países, en los cinco continentes, que de repente ha pasado a estar en el centro de la política ambiental. Sin duda, hay que seguir así.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente