El doctor y profesor de la Universidad Pública de Navarra, Iñigo Mugueta aborda en una ponencia presentada en el marco del proyecto de investigación y videojuegos (II), a la que intitula: Historia divulgada e historia twiteada?, prescindo por razones espacio de presentaciones engorrosas. La citada ponencia tiene la finalidad de analizar la elaboración histórica de los últimos tiempos en Navarra, que ha tomado al Estado histórico vasco como referente; de modo más concreto el proceso de destrucción del mismo frente a la emergencia del Estado autoritario, iniciada en los albores de la Edad Moderna.

El eje del trabajo de Mugueta se apoya en dos pilares. En uno contrapone la cualificación de los historiadores que integran sectores académicos, su ponderación y correcto hacer en frente de la caterva de aficionados y eruditos de ocasión que configuran la masa informe de diletantes trabajadores de la Historia que actúan como elefante en cacharrería. El otro pilar lo constituye la pendiente paranoica que caracteriza a esta confusa colectividad, nostálgica, psicofántica de los calificados como historiadores nacionalistas vascos develadores del buen hacer de los historiadores académicos; historiadores los primeros movidos por el interés, tergiversadores y convulsivamente mentirosos. Masa no diferenciada que se retroalimenta con sus desequilibrios provocados por su carencia de competencia para abordar el trabajo histórico, amigos de un relato imbuido de mitos, absolutamente falto de criterios en la selección de fuentes y finalmente carentes de metodología definida. Gente que no discriminan los textos informes aparecidos en Twitter de los elaborados por el exigente profesional disciplinado en la selección de fuentes y metodología; en definitiva ¡total incompetencia!

A decir verdad, nada nuevo, más allá del esfuerzo por explicar el desbordamiento por la impetuosa corriente que ha cuestionado el relato de la Historia de Navarra oficial; el autodenominado navarrismo, tendencia esta, pura imposición ideológica, culminación de una imposición política que dura generaciones. Ese pseudo navarrismo responsable de una percepción de Navarra, en lo fundamental simple negativo concretado en un relato falseado de la realidad histórica. Una realidad que se abre paso gracias al esfuerzo de profesionales y aficionados no académicos, pero que han dejado muestra fehaciente del buen hacer historiográfico. El proceso tiene lugar en un marco de hostilidad manifiesta por parte de la autoridad política, cuando reclama la existencia de una realidad humana -pueblo vasco Euskal Herria, Navarra, en definitiva- que provoca reacción alérgica en quienes sienten el fracaso en su pretensión de tergiversar la realidad histórica de la nación navarra, como instrumento de sus tortuosos planteamientos políticos. Mugueta lamenta además el éxito editorial que han encontrado estos autores frente a sus adversarios académicos del que parece ser su bando y deduce los beneficios económicos de autores y editores en frente del fracaso -al menos en lo económico- de los historiadores profesionales a los que parece adscribirse. He aquí un dato para la reflexión, pero el espacio de un artículo de prensa resulta limitado para desarrollar un análisis que dejo para mejor ocasión editorial. Aquí me limitaré a cuestionar que el currículum de quienes se dedican a la elaboración histórica y el logro de un puesto en el estamento universitario sea resultado más de la valía y cualificación que de otras circunstancias las más diversas del devenir rutinario de nuestros días.

Como adelanto de las objeciones a realizar a la tesis de Mugueta, me limitaré únicamente a valorar por encima las opiniones que distribuye en su ponencia. He dicho que su crítica se apoya en planteamientos que no son novedosos totalmente. De hecho, se encuentra en la línea de quienes tradicionalmente se limitan a descalificar a la Historiografía navarra que reivindica la realidad del Estado de Navarra y su aniquilación por el imperialismo francés y español. Se repiten una vez más los lugares comunes, algunos antiguos, como son los referidos a la incompetencia científica que se endosa, más que se atribuye, a quienes defienden la especificidad de la Nación Navarra, y otros más recientes que inciden en factores de carácter sicológico. Es cierto que el Ideal Typus que presenta Mugueta del nacionalista vasco no diferencia sus rasgos constitutivos como aplicables a la psicología colectiva o individual. Tampoco parece consciente de que sus descripciones son de una casuística de aplicación universal, pero que a los autores de ficción permiten figuras literarias hasta de brillantez. En todo caso, considero que los académicos deberían aceptar que las secuelas sicológicas son una realidad universal, resultado del impacto en la identidad individual o colectiva. En una época en que la historiografía muestra sus vacilaciones con una intensidad no vista con anterioridad, la mayor insensatez es la descalificación simple del adversario. No salva a Mugueta las elucubraciones con las que introduce el debate. La percepción que puedan tener los historiadores expresada con reflexiones que responden a realidades históricas determinadas, pueden ser, o no, útiles para otra realidad lejana.

No acusaré a Mugueta de lo sesgado de su trabajo, de la misma manera, por la no tan velada descalificación con la que marca a sus oponentes, que por el cuidado con que trata a aquellos con los que comparte puntos de vista. A decir verdad, el conjunto de aspectos que comenta de manera más concreta me parecen perfectamente discutibles. Igualmente, en lo que toca a la presentación de la materia debatida, que en la interpretación de datos y valoración de conclusiones. Mi propósito -como he dicho más arriba- es plantear un debate en el foro adecuado. Lo que no estimo correcto desde una mirada de imparcialidad es la presentación de tales trabajos en el marco cerrado de un congreso que se encuentra vedado al oponente.