La casa se llenó con gritos, de queja o de júbilo, varias decenas de cabezas en el mismo caserón, vetusto, para pasar del viejo año al nuevo, para cumplir con la tradición de las uvas y atragantarnos con cava después de felicitarnos el comienzo de un nuevo periodo de tiempo. Los niños disparaban sus balines de goma, bailaban con las muñecas, saltaban por las camas y eran perseguidos por sus padres, tíos o primos. Algunos adultos nos refugiamos en cercana cafetería, antiguo monasterio rehabilitado, precioso, para terminar nuestros deberes con empresas, administraciones o sueños. Es el momento en que me encuentro escribiendo estas letras. Mi primo, alto ejecutivo, simulando en unos mapas las horas que ha de justificar ante una administración cretina, porque los burrócratas creen que con papeles o con ordenadores arreglan el mundo, haciéndonos perder tiempo en los trámites, mientras la vida sigue, como islas o naves, a veces a la deriva. Esperemos que el gobierno que nos llegue sea algo más sensato y reconduzca las normas huecas, las elimine o las haga efectivas, sin fastidiar innecesariamente al gran conjunto de la ciudadanía. Leemos las páginas de los eventos políticos en las últimas jornadas del año y buscamos una previsión del futuro en los periódicos que recogen lo ocurrido. Como hubo tanto revoltijo, tal vez tengamos alguna esperanza en los días venideros. Al menos, lo que promete el proyecto de nuevo gobierno -veremos si se constituye- son medidas sociales de redistribución de la riqueza, para controlar el abuso en alquileres y ventas de pisos, contra la especulación..., esperemos... Aunque bien sabemos que no es fácil subir impuestos y que las grandes fortunas no huyan presto luego; lo que importa es que el país, en su conjunto, avance y crezca la riqueza y no solo para unos pocos. No confiamos mucho en la mixtura entre las tropas de mi antiguo alumno, Pablo Iglesias, y el actual presidente socialista en su unión con los nacionalistas... Pero tal vez algo mejoren nuestras perspectivas si miramos con ojos positivos lo que venir pueda. El pesimismo no ayuda a moverse o actuar, sino a replegarse, dentro de la concha, y no podemos reducirnos a una vida de molusco. Oriente crece y Europa mengua, nuevas estrategias de energías ecológicas pueden convertirnos en pioneros de la industria venidera, ya que la informática y las ciencias no son entre nosotros lo que debieran. España es un país rico, como la mayoría de nuestros vecinos en la Unión Europea, hay esperanzas. Por eso, esta celebración del Nacimiento del Mesías, origen del calendario de nuestra era, puede servir para disfrutar no solo del día, del momento, sino para mirar hacia un futuro con ganas de conquistarlo para mejorar lo presente, para esperar, aunque venga algo torcido, lo que venga: ¿Renacimiento?