ivimos tiempos difíciles. Días raros de una dureza extrema. Cada muerte, cada pérdida, es un golpe del que ni siquiera tenemos tiempo de reponernos. La crisis de la COVID-19 se está cebando especialmente con nuestros mayores, quienes más miserias pasaron en una época marcada por la posguerra. Fueron ellos los que, a base de trabajo y un enorme sacrificio personal, sacaron adelante nuestro país. También ellos y ellas fueron el soporte de muchas familias durante la pasada crisis económica.

Preservar su salud y la del resto de nuestros conciudadanos es lo único que nos mueve desde que comenzó una crisis sanitaria que tuvo su punto de inflexión en la declaración del estado de alarma del pasado 14 de marzo.

Las restricciones de movimiento son, como ya ha dicho el presidente del Gobierno en varias ocasiones, la única vacuna que tenemos a la espera de que llegue un tratamiento efectivo para prevenir o, al menos, para paliar la enfermedad. Quedarse en casa es un deber y una responsabilidad, un ejercicio de disciplina y de compromiso con esta sociedad que, más que nunca, tiene que estar unida. Porque esto no es una guerra de unos contra otros; es una lucha contra un enemigo común que amenaza tanto a España como al resto del mundo.

Si algo se ha acentuado esto días es la solidaridad de nuestro país. Se multiplican las iniciativas para ayudar y arrimar el hombro, desde los gestos más pequeños como echar una mano a nuestros vecinos mayores, hasta los movimientos más organizados de quienes, por ejemplo, fabrican material sanitario o lo reparten por todo nuestro territorio.

Pero, además, esta pandemia ha puesto de manifiesto el valor de lo público. Nuestra sanidad es uno de nuestros activos más preciados y sus profesionales, los héroes modernos que trabajan sin descanso para salvar vidas en un sistema en ocasiones desbordado. Junto a ellos, otros trabajadores que son esenciales: las fuerzas y cuerpos de seguridad, los bomberos, farmacéuticos, el personal de limpieza, agricultores y ganaderos, empleados de tiendas y supermercados, industria agroalimentaria, transportistas€ y muchos otros y otras que componen una cadena de valor en la que cada eslabón es absolutamente imprescindible. Como imprescindible resulta la coordinación entre todos ellos. Palabra que no me cansaré de repetir y que en estos momentos cobra especial relevancia. La otra pata en la gestión de esta crisis es la de las instituciones públicas. Como representante del Gobierno de España en Navarra, doy fe del ingente trabajo que venimos realizando desde hace semanas para manejar una situación inédita y sin precedentes en nuestra historia reciente. Tiempo habrá para analizar los errores y aprender de cada uno de ellos. Tiempo habrá para la autocrítica. Lo que toca ahora, lo que la sociedad nos demanda más que nunca, es que estemos unidos y luchemos unidos contra un virus que no sabe de fronteras, ni de países, ni de edades, ni de géneros. Que nos golpea a todos y a todas. Las decisiones adoptadas hasta la fecha se podrían agrupar en tres grandes bloques. Medidas de carácter sanitario, entre ellas, la compra de material por un importe que supera los 700 millones de euros que sigue llegando a todas las comunidades -más de 1,3 millones de unidades de material solo a Navarra-. Medidas sociales de apoyo a las familias y a los colectivos más vulnerables. Y medidas económicas para insuflar aire a empresas, trabajadores o autónomos.

Este Gobierno no va a dejar a nadie atrás. No lo va a hacer mientras dure la emergencia sanitaria y no lo hará cuando todo esto pase y llegue el momento de recuperar nuestras vidas y afrontar la recuperación económica y social. La toma de decisiones ha estado basada siempre, y recalco, siempre, en los criterios técnicos y científicos de quienes día a día, hora a hora y minuto a minuto siguen la evolución de la pandemia y asesoran a este gobierno. Habrá quien piense que algunas de estas decisiones han llegado tarde; para otros quizá sean, incluso, desproporcionadas. Opinar es libre, por supuesto, pero debemos dejar trabajar a los expertos y seguir sus recomendaciones, como hemos hecho hasta ahora.

Tenemos que doblegar la curva. Debemos hacerlo entre todos y todas, siendo responsables, cumpliendo nuestras obligaciones, quedándonos en casa. También ahora, cuando nos encontramos en plenas vacaciones de Semana Santa. No hay excusas que valgan. No podemos relajar el confinamiento, por duro que resulte. Tenemos que doblegar la curva para no saturar aún más nuestro sistema sanitario. Para empezar a ver el final del túnel. Entonces será el momento de pensar en una reconstrucción que, les aseguro, pondrá a las personas, a todas ellas, en primer término.

Por todo ello, desde aquí mi aplauso más efusivo a todos y cada uno de vosotros y vosotras. A los que responsablemente os quedáis en casa respetando el confinamiento y a los que, también responsablemente, salís a trabajar porque vuestra actividad es más necesaria que nunca. Solo unidos pararemos ese virus.

El autor es Delegado del Gobierno en Navarra