ste año resulta imposible celebrar el acto conmemorativo de la proclamación de la II República del 14 de abril. Acto que justo llevamos realizando desde hace 14 años en la vuelta del Castillo, donde una humilde pero significativa placa recuerda que allí se mató, se fusiló públicamente, a personas republicanas, socialistas, a sindicalistas, nacionalistas, anarquistas, comunistas, mientras había personas curiosas que iban a ver las ejecuciones, cual espectáculo. Todos los 14 de abril hacemos un doble recuerdo, un recuerdo a los valores republicanos y un recuerdo a todas aquellas personas que sufrieron por defenderlos. Hoy queremos compartir, por un lado, parte del discurso que íbamos a dar y, por otro, los sentimientos que nacen de una mezcla de emociones y memoria, una mezcla intensa vivida en estas semanas de reflexión forzada en nuestras casas.

Para nosotros y nosotras este año ha sido importante, hemos terminado un proyecto que comenzamos en el 2002. El Parque de la Memoria de Sartaguda, que en el 2019 cedimos, junto con la Asociación Pueblo de las Viudas al Gobierno de Navarra, se ha convertido en un lugar público de todos y todas. Gracias a un grupo de personas que se atrevieron a dar ese paso, hoy nos sentimos orgullosos y orgullosas de esta semilla de la memoria.

El del parque se basó en un trabajo de pueblo a pueblo, de familia a familia, y logramos crear una red social de apoyo impresionante. Gracias.

Sabemos que es uno de nuestros mejores legados, que pervivirá al paso del tiempo y al olvido, todo un reto frente a la desmemoria. El parque, pedagógico, da la bienvenida al recuerdo, con el muro en el que se recogen uno a uno los nombres de aquellas personas asesinadas en el 36. Y hoy nos acordamos, también, de las personas que se quedaron, que sobrevivieron.

Mientras salimos a las ventanas y balcones estos días, muchas personas, al igual que yo, vemos San Cristóbal, el Fuerte, la cárcel, el horror. Pensamos y sentimos a aquellos que fueron encerrados en campos de concentración y cárceles.

Antes del golpe Mola, dirigiéndose al ejército franquista, dijo: “Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

En Navarra hubo cuatro campos de concentración. En Pamplona se situaron dos de ellos, uno centralizado en el convento de la Merced (este edificio, con capacidad para 1.200 personas, llegó a retener 2.800), y el otro, la plaza de toros. En Estella en el monasterio de Irache (aunque se llegaron a usar más edificios). El cuarto, el de Tafalla, del que apenas se sabe nada. En el Estado español hubo casi 300 campos.

También muchísimas cárceles; en Pamplona varias (la prisión provincial, Escolapios y varios lugares de detención), el penal de San Cristóbal, las de Estella, Tafalla, Aoiz, Tudela y cárceles locales en dependencias municipales. Todos estos lugares compartieron el hambre, la tortura, el hacinamiento, las enfermedades y, sobre todo, la injusticia.

Bajo estas condiciones estuvieron también las mujeres. Siempre más invisibilizadas: aparte de las torturas públicas, en la cárcel también se les sumaba la violencia de género llevada a cabo de manera muy consciente.

Aparte de los presos y presas políticas, hay que añadir a los presos sociales LGTBI. Denominados y denominadas como violetas, se calcula que entre 4.000 y 5.000 personas fueron encerradas por atreverse a amar libremente durante el franquismo.

También, mientras vemos la televisión estos días, compartimos el dolor de esas familias que no pueden despedirse de su ser querido. Desgraciadamente, sabemos lo que es no poder decir “¡adiós!”. De ahí que jamás dejaremos de buscar fosas, por muy difícil que sea. Porque todas las familias tienen derecho a reunirse con sus asesinados y hacer el duelo, cerrando heridas de una vez.

Es imposible escribir estas líneas sin acordarnos de Valeriano, quien se ha ido estos días. No hemos podido despedirnos todavía de ti, pero lo que más nos duele es no haber conseguido que tú te despidieras de tu padre y de tu tío. Te merecías que los hubiéramos encontrado y haberlos llevado a casa.

Tras estas palabras lo que queremos realizar es un pequeño pero sentido homenaje a nuestras personas mayores, a las que debemos tanto y les hemos devuelto tan poco.

Solo nos queda desear que salgamos de ésta pareciéndonos más a nuestros abuelos y abuelas, que, tras vivir el terror, nunca han perdido la esperanza, y nos sumemos a su lucha por la libertad y la igualdad, siendo capaces de crear una sociedad más justa y solidaria.

Retomemos los valores republicanos y su proyecto político. No dejaron que prosperara, pero nos hubiera llevado a una sociedad más progresista, más moderna. El mejor homenaje que podemos hacer es reivindicar la república, la educación pública y laica, el feminismo, un estado pionero en ciencia, arte, la laicidad del estado... unámonos por ello.

Fernando Macarro Castillo (Marcos Ana, como se hacía llamar en recuerdo a sus padres), y que estuvo preso durante 23 años en una cárcel franquista, escribió durante ese tiempo:

“Si salgo un día a la vida

mi casa no tendrá llaves:

siempre abierta, como el mar,

el sol y el aire.

Que entren la noche y el día,

y la lluvia azul, la tarde,

el rojo pan de la aurora:

La luna, mi dulce amante.

Que la amistad no detenga

sus pasos en mis umbrales,

ni la golondrina el vuelo,

ni el amor sus labios. Nadie.

Mi casa y mi corazón

nunca cerrados: que pasen

los pájaros, los amigos,

el sol y el aire”.

Ojalá estemos a la altura.

Presidenta de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra 1936