levamos ya 10 semanas de confinamiento, en virtud del estado de alarma declarado, en base a la Constitución, por R. Decreto 463/2020 de 14 de marzo, por la llegada de la pandemia de la covid-19 y creemos que puede ser el momento de hacer algún balance, necesariamente breve, sobre su desarrollo y consecuencias.

Vayan, en primer lugar, algunas consideraciones sobre la gestión de esta crisis por el máximo órgano de dirección del Estado: el Gobierno central, integrado, como todos sabemos, por la coalición del Partido Socialista y Unidas Podemos. Lo esencial del arriba citado decreto es la atribución a tal Gobierno del mando único, mientras dure el estado de alarma, para la gestión de la crisis, con medidas tan drásticas como el confinamiento de la población en sus domicilios, restricción de movimientos dentro del Estado y en relación con otros países y en general en todas las múltiples facetas, destinadas al control y extinción de la pandemia.

Que precisamente al ser un Estado muy descentralizado era necesario por esta alarma sanitaria, que no entiende de autonomías ni de países, establecer un mando único, parece fuera de discusión. El problema viene cuando nos encontramos con que en España las materias sanitarias están trasferidas a las comunidades autónomas, quedando en circunstancias normales, las atribuciones del Ministerio de Sanidad reducidas a la mínima expresión. Así pues parece evidente que el ministro competente que, además acababa de tomar posesión del cargo, y que asumía la máxima autoridad en este periodo, tenía por delante una tarea titánica y enormemente difícil de llevar a cabo.

Como se ha dicho antes, el Gobierno, por primera vez de coalición con todas las dificultades que lleva consigo, acababa de iniciar su andadura, enfrentándose a una crisis sanitaria de una envergadura descomunal, sin que existieran experiencias anteriores que pudieran actuar como referencias y guías orientadoras. El panorama a nivel mundial era desolador, especialmente en Europa. Ya no era la lejana China sino la acera de enfrente: Italia, Francia, Portugal, etcétera, el escenario del torbellino sanitario.

Para incrementar exponencialmente el problema, la oposición, básicamente la derecha política empezó pronto a dar señales de querer aprovechar esta crisis brutal para hacer acopio de votos, tratando de desgastar o incluso derribar al Gobierno, en una exhibición de deslealtad insensata, con acusaciones falsas, frívolas, populistas o directamente calumniosas, sobre la gestión gubernamental. Portugal nos ha dado ejemplo, por el contrario, una vez más, de concordia y unidad, arrimando el hombro todos los partidos en apoyo de un Gobierno, sustentado, entre otros, por el partido comunista, que ha luchado a brazo partido para tratar de resolver el problema.

La actitud de nuestra oposición ha sido una clamorosa y sonrojante excepción en el escenario europeo o incluso mundial. El atribuir todos los males y los fallecimientos al Gobierno, como ha hecho la extrema derecha buscando réditos electorales, es de una villanía y miseria moral que, en cualquier país medianamente informado y con sentido común, bastaría para descalificarla como absolutamente incapacitada para cualquier labor de gobierno.

El Gobierno español quizás no actuó al principio de la pandemia con la agilidad y prevención requerida y puede que asumiera, sin la oportuna consulta y colaboración con las comunidades autónomas, titulares de las competencias en materia de sanidad, el mando único de la crisis, pero no es en modo alguno el culpable de la elevada tasa de mortalidad y contagios registrados. Nuestro sistema sanitario adolece de fuertes carencias, tanto de personal como de equipos que, en forma alguna pueden ser atribuibles a un Gobierno recién estrenado. El mal venía de antes por los fuertes recortes sanitarios iniciados en la época de Zapatero y acrecentados insensatamente por los Gobiernos de Rajoy, que tan generosos fueron, sin embargo, con los rescates de Bankia, las cajas de ahorro y financieros en general.

Un experto tan reputado e imparcial como el doctor Rafael Bengoa, que trabajó durante ocho años como director de Sistemas de Salud, en la Organización Mundial de la Salud, OMS, y posteriormente como asesor de Barack Obama en su reforma sanitaria, entre otros, ha declarado en varias entrevistas publicadas en los medios, que "si hay algo de común en esta pandemia es que nadie estaba preparado". No es pues un problema solo de España, sino de todos los gobiernos en general con excepción, quizás, de Nueva Zelanda y Alemania, que no esperaron a que la OMS declarase el 11 de marzo la pandemia y se aprovisionaron anticipadamente.

Si bien Rafael Bengoa afirma que la respuesta al virus en Europa y Asia ha sido la correcta y basada en los informes de los científicos, también insiste en que ha sido en general tardía pues, a su juicio, se ha perdido una parte del mes de febrero.

El citado experto que evalúa los puntos fuertes y débiles de nuestro sistema sanitario destaca entre los primeros la excelente preparación de los equipos humanos y un modelo de infraestructuras de Atención Primaria relevante y entre los segundos el exceso de burocratización, la sobrecarga asistencial por escasez de recursos, la deficiente atención a los enfermos crónicos, (causantes del 90% de la mortalidad en España) y la falta de integración entre los servicios sociales y los sanitarios, que ha producido en parte la alta mortandad en muchas de las residencias de mayores.

La enseñanza que debemos sacar de esta pandemia es doble: por una parte hay que fortalecer los recursos humanos y materiales del sistema sanitario, en especial en lo referente a los Centros de Atención Primaria, ante un posible rebrote de la pandemia el próximo otoño. Aquí, apunta el doctor Bengoa, la necesidad de tener autonomía nacional en el aprovisionamiento de materiales: mascarillas, respiradores, guantes y otros para evitar precipitaciones de última hora. Insiste, también en integrar los servicios sociales y sanitarios, de manera que no se vuelva a repetir la tragedia de las residencias.

Coincidimos plenamente con Rafael Bengoa en que al final de esta dolorosa prueba se redacte por un grupo de expertos independientes, (no elegidos por los partidos políticos), un informe riguroso y exhaustivo sobre las distintas implicaciones de lo ocurrido, a fin de atribuir correcta y justamente responsabilidades y evitar incurrir en los mismos errores.

¿Cree alguien que tal informe será factible en un país como España, en que los partidismos, sesgos y visceralidad están tan enraizados? Permítanme que lo dude, desgraciadamente.

El autor es doctor en Derecho

La actitud de nuestra oposición ha sido una clamorosa y sonrojante excepción en el escenario europeo o incluso mundial

Hay que fortalecer los recursos humanos y materiales del sistema sanitario, en especial, en lo referente a los Centros de Atención Primaria