os diferentes gobiernos de Navarra han impulsado desde sus inicios el auge de la energía eólica en nuestros montes y campos. Basta recordar que el parque eólico más antiguo del Estado español se encuentra en la sierra de Erreniega, en El Perdón, y acaba de cumplir 25 años. Durante todo este tiempo hemos visto cómo en nuestras cumbres y llanuras han ido apareciendo estos gigantes espigados. Con los molinos, los parques también han traído la apertura de grandes pistas y caminos, la desaparición de arboledas, los movimientos de tierras, la mortandad de aves, la alteración del paisaje y el ruido.

Después de la proliferación de parques en la mitad sur de Navarra, donde se han encontrado con oposición en poblaciones como Larraga, Valtierra, Tudela o Buñuel, parece que los proyectos buscan extenderse hacia el norte. La empresa Sacyr, por ejemplo, proyecta construir 5 parques eólicos en el norte de la Cuenca de Pamplona, en los términos municipales de Odieta, Juslapeña, Ezcabarte, Olaibar, Anue, Esteribar, Valle de Egüés, Lizoain y Valle de Erro. Quieren situarlos en las cumbres que separan esos valles, montes emblemáticos como Mendurro, Aldaun, Txapardi, Ortxikasko, Arromendi, Elixato, Ilurdotz, Lakarri o Measkoiz y afectando paisajes protegidos como el del Señorío de Egulbati y el del Concejo de Elía. Causarían graves impactos en hayedos, robledales, quejigales, pinares, y otras formaciones boscosas mixtas, junto con ecosistemas con múltiples especies protegidas, tanto animales como vegetales. Pero no es el único proyecto. Después vienen otros en la Navarra Prepirenaica y en la Cantábrica, como el situado entre Lesaka y Bera, y que afecta al barrio de Auzoberri del primero, formado por múltiples caseríos.

Ya en 2012, el Plan Energético de Navarra indicaba que la Comunidad Foral era excedentaria en la generación de energía eléctrica. Alrededor de 100 días al año ya hay exceso de producción de electricidad renovable, que tiene que ser transportada fuera de Navarra, según datos del actual Plan Energético, de 2018. Con estos datos, y a pesar de los costos ambientales que conllevan estas infraestructuras, ¿por qué el Plan Energético de Navarra permite que las empresas puedan seguir instalando grandes infraestructuras eólicas en detrimento de nuestro entorno? La producción renovable es indispensable para afrontar el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales, pero hay que tener en cuenta que tiene sus límites y consideramos que en Navarra, con el consumo actual, la generación eólica es la única fuente renovable que ya los ha alcanzado. Los días que las molinos giran, nos ofrecen más electricidad de la que podemos consumir. Si se duplicaran los parques eólicos, los días de viento en Navarra seguirían teniendo cubierta su demanda eléctrica pero las empresas tendrían mucha más electricidad para vender al exterior. Los días que apenas haya viento seguiríamos con una bajo abastecimiento de electricidad eólica. En cualquiera de los casos, el impacto ambiental también se duplicaría.

A pesar de la situación, el Gobierno de Navarra ha elaborado un listado de localizaciones consideradas aptas para la instalación de molinos, dejando a las empresas decidir cuántos instalan, de qué potencia y en qué localizaciones. Las empresas promotoras aprovechan la escasa capacidad de decisión que las instituciones locales y comarcales tienen en este campo, así como su falta crónica de medios de financiación para conseguir que acepten la instalación de molinos a cambio de dinero. En el caso del Gobierno de Navarra, el Departamento de Medio Ambiente impide la implantación de algunos parques, pero el resto de departamentos facilitan e impulsan la instalación de cuantos más parques eólicos mejor, de forma que el balance es positivo para las empresas, poco importante para el suministro eólico de la comunidad y negativo para nuestro medio ambiente. Así, los gobiernos se han convertido en meras ventanillas a las que las empresas acuden a pedir en propiedad pedazos de nuestro medio natural, entregando a cambio una pequeña parte de sus beneficios. Un sistema que ve los recursos naturales como parte del negocio de las empresas, del que pueden apropiarse.

Frente al cambio climático y el agotamiento de recursos, debemos encarar ambos problemas sin repetir las maneras que nos han situado en esta encrucijada. El horizonte a alcanzar ha de ser el de una sociedad alimentada 100% por energías renovables y modelo económico basado en principios democráticos, comunitarios y ecológicos donde se priorice el servicio en lugar de los beneficios financieros. Ante el cambio climático, necesitamos trabajar políticas que articulen el abandono paulatino de los combustibles fósiles. Esas políticas demandarán un aumento de la producción renovable y esa nueva aportación deberá venir de las energías renovables con menor impacto ambiental. En la Comunidad Foral, el desarrollo del potencial eólico es desproporcionado respecto al de otras fuentes de energía renovables como la microeólica o la fotovoltaica. Ambas cuentan con un gran potencial de desarrollo y unas características tan interesantes como la optimización de infraestructuras ya existentes, la cercanía a los puntos de consumo que evita las pérdidas en el transporte, el impulso del autoconsumo, o la versatilidad de aplicaciones y ubicaciones, ya urbanizadas y sin afección al entorno natural.

Ante el agotamiento de recursos, por una parte, necesitamos reducir nuestro desmesurado consumo energético. Ya nos hemos dado cuenta de que los recursos no son inagotables, no podemos seguir consumiendo de una manera irracional. Es necesario conocer cuál es la huella ecológica de Navarra y adecuarla a las posibilidades biofísicas que nos brinda nuestro territorio. El transporte es la actividad que más combustibles fósiles consume con diferencia. Habrá que reducir las necesidades de desplazamiento, e impulsar el transporte público y eléctrico. Por otra parte, es necesario articular el cambio del sistema de producción y consumo. El que tenemos es lineal; coge los recursos del entorno, los utiliza y los desecha. Necesitamos una economía circular, donde la producción se diseñe de tal manera que no genere desechos. No tenemos una opción mejor. Necesitamos optimizar y reducir en el consumo energético, adoptar sistemas y modos de organización que se puedan alimentar de energía renovable y apostar por la generación de menor impacto y de mayor cercanía. Lo demás es insostenible.

El autor es presidente de la Fundación Sutrai Erakuntza