iempre me llamó la atención eso de escribir, incluso hice mis pinitos de forma esporádica en tiempos, publicando algún artículo que otro, junto a crónicas de viajes y travesías montañeras. En este nuevo periplo, fue una espera interminable en la ITV, lo que inauguró mi presencia en los medios.

Pero no solo fue la ITV lo que me trajo hasta aquí. Alguien cercana me incitó a escribir con unos consejos por delante, escribe principalmente para ti, son muchas las virtudes para hacerlo, refresca la memoria cercana y lejana, desaloja el polvo del cerebro, enriquece el lenguaje, incentiva la imaginación, concede la satisfacción de elaborar la propia escritura, en contra de lo que piensa Arturo Pérez Reverte, que odia el hecho de escribir, lo que le convierte en un mercenario de la pluma.

También hubo otras recomendaciones a la hora de escribir para el gran público, como evitar las comparaciones, siempre son odiosas, y además, las expectativas raramente se cumplen, aleja tu ego lo más posible si se produce cierto reconocimiento social, porque ello te arrastrará a la adicción, a la obsesión por buscar el aplauso del lector, por no decepcionar, y eso te empujará al estrés.

Una cosa llevó a la otra, y los artículos se sucedieron, descubriendo más aspectos de la escritura, como buscar nuevas historias para contar, zambullirte en medio de las palabras para construir frases que te convenzan, transmitir tu mensaje con el intento de letras bien cosidas, sin la pureza de Javier Cercas, cuando desprecia la literatura que adoctrina, pues eso no es literatura genuina, según sus propias palabras, poniendo en solfa a Pérez Galdós por tal motivo. Ahí me pongo del lado de Muñoz Molina o Almudena Grandes, en defensa del más grande narrador español de todos los tiempos, y encima adoctrinando, con el permiso de Cervantes.

Después de la genuflexión toca santiguarse, por esas y esos articulistas que son capaces de relatar historias durante todas las semanas del año, cuando no, durante todos los días, ahora que me zarandea el esfuerzo por un puñado de artículos y siento que mi pólvora está ya mojada. Esos periodistas que se sacan de la manga mil y un historias, la mayoría de las veces muy bien contadas, cada una en su estilo, unas con gracejo, otros oteando en el sentido profundo de las cosas, o escudriñando tras la búsqueda de la verdad.

Pero tanta cosecha de manuscritos, y tanta sopa de letras, me trae al recuerdo las palabras del gran Leonardo: "La pasión intelectual ahuyenta la sensualidad". Lo decía con mucho conocimiento de causa, él sabía muy bien de lo que hablaba. Ahí lo dejo, más que nada para no pasarse de rosca.

Este medio cuenta con un buen plantel de profesionales. Antes, cuando trabajaba, es un decir, leía sus artículos en diagonal, a toda prisa, sin tiempo de apreciar las excelencias de su lectura, me sobraba con los textos sesudos y aburridos a las que me impelaba mi profesión, pero ahora todo cambió, una vez dejado atrás los rigores de una escritura burocrática y sin alma.

Abrir sus páginas es sumergirte en las buenas y malas nuevas, en el aprendizaje de todo tipo de disciplinas, y sobre todo, en los relatos de sus autores, empezando por ese catedrático del pensamiento, en cuyos escritos planea Descartes con su duda metódica, que te obliga a releer varias veces, porque lo que dice no tiene desperdicio, y te conmina a estrujar el cerebro, como ese último titular Comprender lo que se desprecia.

Y ese otro inventor de palabras que destripa la actualidad de la semana sin miramientos, con una estilográfica, testigo de ríos de tinta arrojados sobre el papel durante años, flagelando divinamente a la injusticia, como debe ser, después de abrazar el valor de dejarlo todo por la literatura, elevando con su buen

hacer, el nivel del medio, a las cotas más altas de la prensa estatal. Igual soy presa de la hipérbole.

O esas palabras que huelen a Valdorba, como salidas de las entrañas de esa tierra, a veces olvidada, que te transporta a los dichos y refranes de antaño, llenos de sabiduría, escritos por un lugareño que arroja titulares como el de "Si hay que ir al infierno, se va, pero que no acojonen".

Y esa última página ocupada casi siempre por el comodín del periódico, que lo mismo hace un zurcido que un bordao, y además bordándolo, en su atrevimiento de irrumpir en los temas más variados, desde el Osasuna al covid, o de los roba setas, a la salud mental, y también terciando en la última polémica de la ciudad, echándole valor e imaginación. Un verdadero currela de la máquina de escribir.

Qué podemos decir de ese estilo gongoriano que impregna los textos del crítico de cine, vapuleado por mil visiones de películas buenas y malas, y cuyos comentarios aderezados de barroquismo alcanzan el paroxismo, sin poder descifrar si la película es buena, mala, o todo lo contrario, pero que siempre suscita interés por saber si eres capaz de resolver el enigma.

Esos amigos ecologistas que con sus artículos nos conminan a salir de nuestra zona de confort, que lanzan loas a favor de la protección del medio ambiente, de los mares, los ríos, la fauna, la flora, el reciclaje, el transporte público; y anatemas contra la contaminación, el calentamiento global, el plástico, el ruido, los vertederos, el cambio climático€que ponen en cuestión el destino de la humanidad.

A veces te encuentras con la agradable sorpresa de un texto bajo el epígrafe de Pertenecer en tiempos de pandemia, donde su autora aborda, con lenguaje directo y cercano, todo el cúmulo de vicisitudes que se presentan en medio de una pandemia, la pertenencia, el duelo migratorio, la soledad, aportando con clarividencia las claves para mantenerte a flote en medio de la tempestad. Es como si se vislumbrara una luz al final del túnel.

La papeleta de la Mesa de Redacción y el equipo editorial es harina de otro costal. Ellas/os marcan la línea editorial, valoran las iniciativas legales y las actuaciones del gobierno y oposición, también las resoluciones judiciales de alcance, como los acontecimientos más importantes de la vida ciudadana. No es sencillo contentar a todo el mundo, dada la pluralidad de la sociedad navarra, pero ese es su reto. Es preciso huir de convertirse en el Boletín Oficial del que manda, o del que esté en la oposición, no es tarea fácil. Cuenta con buenos/as profesionales con amplia experiencia, y las colaboraciones de los/as articulistas responden a una amplia gama ideológica. A riesgo de que alguien frunza el ceño o algo más, echo en falta opiniones más encontradas que le pueden dar mayor riqueza al periódico, algo se está moviendo últimamente, aunque provoquen la ira de la competencia, mensajera de buen presagio, también una mirada más pronunciada hacia la capital del Estado, desde aquí, y un buen ejemplo donde retratarse, La Vanguardia. Igual puede parecer pretencioso, pero hablar del propio periódico al que lees, para bien o no tan bien, es un signo de madurez democrática que valoro en este medio de prensa, ahora que está tan de moda las fake news.

Abrir las páginas de este medio es sumergirte en las buenas y malas nuevas, en el aprendizaje de todo

tipo de disciplinas

Hablar del propio periódico al que lees, para bien o no tan bien, es un signo de madurez democrática que valoro en este medio de prensa