os hombres de negro de la Unión Europea, UE, están volviendo a quedar en ridículo. Efectivamente, esos hombres de negro, que han deambulado y deambulan de estado en estado forzando a hacer privatizaciones, obligando a reducir el gasto público y/o dificultando las políticas de solidaridad, vuelven a quedar como ridículos, miserables y hasta criminales y enemigos de esencia del modelo social europeo por su cobardía y rendición ante las empresas transnacionales de fármacos y medicinas.

Analicemos la situación. Hasta hace algún tiempo se consideraba una seña de identidad de las ideologías de izquierda la reivindicación, la nacionalización, incautación o publificación; en cualquier crisis o situación de dificultad se reivindicaba la nacionalización. Incluso los pensamientos de la derecha civilizada y progresista asumieron esas reivindicaciones en nombre del keynesianismo. Por tanto, unas y unos en invocación del marxismo, y otras y otros del keynesianismo, todo el mundo se mostraba favorable a las nacionalizaciones. Otra cosa diferente era la de la ultraderecha y las dictaduras; éstos incautaban los bienes de sus presuntos o verdaderos enemigos y se los regalaban a sus amigos y cómplices, como se hizo en el franquismo.

¿Y hasta cuando perduraron las reivindicaciones de nacionalización? ¿Es que se trata de una retórica de antaño o de la antigüedad?

¡Qué va! ¡Han perdurado hasta ayer! En la salvaje y estructural crisis de 2007-2013 se revindicaron y llevaron a efecto muchas nacionalizaciones de bancos y de industrias estratégicas. En 2017 la propia expropiación del Banco Popular Español no fue en realidad más que una nacionalización encubierta; la decisión fue tomada por la institución europea de control unitario de la banca, conocida como MUR, y luego se efectuó la venta en un euro simbólico por parte del Fondo Español de Protección Bancaria, FROB.

Por tanto, hay precedentes de decisiones europeas de publificación o nacionalización de bienes privados por causa del interés público, aunque lo sean en un sector concreto como el bancario. Decisión europea que, por cierto, fue la contraria de lo que se hizo en los EEUU, USA con ocasión de la quiebra de una entidad tan emblemática como Lehman Brothers.

Obviamente, la cuestión que se suscita ante estos hechos es la de si la salud pública en el marco de una pandemia tiene o no tiene en la UE un rango o nivel de utilidad pública similar o superior al del equilibrio del sistema bancario. Es evidente que para los desalmados e incompetentes hombres de negro de la UE los derechos e intereses de los pensionistas de Grecia o de los ahorradores y accionistas del Banco Popular eran de un rango inferior a los intereses del sistema bancario. Pero los y las europeístas que aspiramos a una Europa social y que defendemos una Europa Social debemos promover -y hacer comprender- la prioridad de los derechos sociales. Tendrá que haber, y habrá algún día, un delito social que conlleve las penas más graves para quienes hacen subir el precio de la luz en el invierno de la pandemia o quienes se enriquecen escandalosa y enormemente con el tráfico, restricción y comercialización irregular de las medicinas. Y para empezar estatalización de las patentes. Si hasta ahora se hablaba de nacionalizar para que los estados hiciesen suyos unos bienes, permítase utilizar la expresión estatalizar para que los haga la UE.

Hoy día, en los encabezamientos de todos los medios de comunicación está la escasez de los injertos de las vacunas del covid-19. Es un escándalo, una aberración y no un crimen, sino una infinidad de crímenes. Existe en Europa y fuera de Europa, empezando por la propia Navarra, capacidad técnica y medios para la fabricación diaria de millones y millones de vacunas. No solo Europa, sino la humanidad, debería plantearse la vacunación de la sociedad -si es que creemos en las vacunas- ¡en semanas!

Se aducen la propiedad de las patentes, la equidad de la competencia y, sobre todo, las inversiones de las investigaciones. Empezando a contestar por la última hay que recordar que la investigación está hiper-subvencionada (miles de millones de euros a cada empresa); e incluso que la investigación básica se desarrolla fundamentalmente en universidades, centros de investigación e instituciones públicas, y que la investigación aplicada es en buena medida el aprovechamiento fabril y comercial de la investigación básica, como lo demuestra el hecho de la semejanza y similitud de los diferentes productos y vacunas. La competencia, en cualquier caso, es un bien instrumental e intermedio, y no debe convertirse en un sucedáneo de la justicia social y en un fin en sí misma, como lo hacen los despreciables y nunca suficientemente despreciados hombres de negro de la UE. Y, obviamente, quien da y controla las patentes debe considerarse capacitado para hacerse con ellas si eso lo exige el bien público. Y nada es mayor bien público que la salud.

Así como no se puede privatizar el aire, ni el tiempo atmosférico€ ni se debiera poder privatizar el agua, o, por lo menos, se hace que su gestión tenga que estar sometida al principio del interés general y no al del beneficio mercantil y de la competencia, también los productos, los servicios y los fármacos relacionados con la salud deben analizarse y gestionarse desde la misma perspectiva. Y más en una pandemia.

La sacralización de las leyes del mercado, que se pretende a veces proclamar desde los ámbitos más liberales, no la cumplen ni la respetan ni los más liberales de los liberales. Ahora que estamos despertando de la pesadilla de los tiempos del ultra-liberal Trump es cuando se puede ya constatar que nadie en los últimos tiempos ha menospreciado, maniobrado y adulterado más que él las leyes del comercio internacional, la política de aduanas o el proteccionismo comercial€

No importa que toda esta elucubración pueda dar la imagen de escupitajo al costado. Es en la Europa solidaria en donde se pueden estatalizar para la UE, por interés general, las patentes que deba autorizar a cambio del justipreciomque corresponda por su investigación. Modelo europeo, que saben que tendrán que emular en USA si no quieren que el mal llamado tercer mundo que ya tienen dentro los absorba€ Aunque en Europa también nos queda el ahorrar para la solidaridad los gastos militares de los ya obsoletos ejércitos estatales y tantas cosas más.

El autor es abogado

En la salvaje y estructural crisis de 2007-2013 se reivindicaron y llevaron a efecto muchas nacionalizaciones de bancos y de industrias energéticas

La competencia, en cualquier caso, es un bien instrumental e intermediario, y no debe convertirse en un sucedáneo de la justicia social