ace más de once meses que nuestra vida cambió, se vieron alteradas nuestras rutinas, nuestros horarios, nuestro trabajo, nuestro momento de ocio, nuestra manera de relacionarnos con los demás, de compartir nuestros sentimientos.

Todo, durante la primera pandemia del siglo XXI. Una pandemia que de la mano se lleva una crisis sanitaria y económica sin precedentes. Una crisis sanitaria que nos arrebata, en ocasiones, lo más valioso que tenemos, la propia vida. En el recuerdo nos queda el dolor de quienes se fueron solos, con miedo, dejándonos ese vacío que perdura con más insistencia y hace más difícil superar el duelo. Hoy estamos al final del túnel y vemos la luz de la esperanza, con la esperada vacuna. La ciencia y la investigación han sido la tabla a la que todos nos agarramos para tomar fuerzas y no caer en el abatimiento.

Pero, ¿qué va a pasar con los daños colaterales que esta crisis sanitaria y económica está dejando en miles de hogares?

En los Servicios Sociales lo estamos viendo cada día, antes de final del año 2020 se estimaba que el número de usuarios había aumentado de 6 a 9 millones. ¿No les asusta esta cifra? A mí, como trabajadora social, me aterra porque estos números se ven reflejados en las historias de los rostros de quienes cada día vienen al despacho. Nuestros ayuntamientos son pobres en materia de Servicios Sociales y no llegan a la excelencia, esto quiere decir que tienen un presupuesto inferior al 60% de la media de gasto de los ayuntamientos de más de 20.000 habitantes.

Casi dos de cada tres ayuntamientos en España son considerados pobres. Nuestra comunidad, según el ranking de ayuntamientos del último estudio realizado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, no se encuentra en ese ranking porque la media de su inversión social supera ese 60%. Pero, también hay que reconocer que ninguno de nuestros consistorios está dentro de los 34, de los 384 analizados de más de 20.000 habitantes, en el nivel de excelencia social.

La situación que vivimos ha puesto en evidencia la inadecuada inversión realizada en años anteriores. Pongamos un ejemplo para que todos visualicemos esta realidad. En Navarra, tenemos el Ayuntamiento de Pamplona, por extensión y habitantes será nuestra referencia. Consta de trece Unidades de Barrio en las que se gestionan cuatro programas diferentes: acogida y orientación social, promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, incorporación social y atención a la infancia y la familia.

Hoy por hoy, las Unidades de Barrio están desbordadas, soportan listas de espera de más de cuatro semanas de retraso. Además, en muchas ocasiones, los profesionales de Trabajo Social trabajan sin tregua con contratos insuficientes para el trabajo que desempeñan.

Cíclicamente las crisis se repiten, nos arrollan y nos ponen ante el espejo de un mal punto de partida, de una gestión mejorable y una cuestionable optimización de los recursos disponibles.

Estamos al principio, en los próximos meses más ciudadanos llamarán a la puerta de Servicios Sociales. Habrán agotado sus prestaciones contributivas, no encontrarán un nuevo empleo€ Las preguntas son muchas, las respuestas difíciles de dar, cuando los años anteriores se han recortado o no se ha llegado al presupuesto necesario en materia de servicios sociales y hoy los números se convierten en historias.

Historias reales, con rostros como el de Manuel. Un señor de 58 años que trabajaba con contratos eventuales y que lleva más de siete meses sin trabajar, con una pareja delicada de salud y con tres hijos menores. Entre lágrimas te cuenta su situación y una y otra vez deja caer la misma frase: "yo siempre trabajé, es la primera vez que vengo a los Servicios Sociales, mi mujer es administrativa y también perdió su trabajo". Es la primera vez, relata, que me encuentro en esta situación y las lágrimas corren por su rostro.

Tras los silencios, por parte de ambos, y volviendo a recuperar la calma (porque nunca olviden somos profesionales, pero somos humanos y la humanización es la esencia del Trabajo Social) se gestionan todas las prestaciones disponibles en la cartera de servicios sociales y activamos todos los recursos que tenemos a nuestro alcance.

Manuel sigue solicitando cita en los Servicios Sociales, sigue necesitando esos minutos para ser escuchado, necesita esa atención directa que va mas allá de las tramitaciones y que por falta de tiempo y saturación no se realizan con la frecuencia deseada.

Hoy, más que nunca, hay que poner el foco en los rostros, en las miradas de tantas y tantas personas que llamarán a la puerta de los Servicios Sociales.

El Gobierno de España y el Gobierno de Navarra han movilizado una cantidad de recursos públicos sin precedentes, articulando un escudo social para responder a toda la realidad social generada por la pandemia.

Sin duda, la situación de la que partíamos no era la más idónea, debido a la herencia recibida de los gobiernos anteriores, quienes no habían previsto las reformas adecuadas para afrontar una crisis de este tipo. Por lo tanto, nos queda mucho trabajo por delante, pero los gobiernos de Navarra y España tienen muy claro cuál es el camino a seguir, y la apuesta es clara, no dejar a nadie atrás.

La autora es trabajadora social y concejal del PSN Valle de Egüés / Eguesibar