El concepto de Opinión Pública Mundial (OPM) existe, aunque no sea utilizado aun con mucha frecuencia. Algunos han señalado que constituye otra potencia global. Podría indicarse que en ámbitos concretos, como la protección del medio ambiente, igualdad entre hombres y mujeres o la defensa de los derechos humanos, es la primera potencia, más poderosa que cualquiera de los estados por separado. Aunque en el seno de la población existan todo tipo de ideas distintas, en determinados ámbitos se generan tendencias mayoritarias, que logran la implicación de muchas personas.

Pero la OPM no se expresa tan solo por los procesos electorales, encuestas, manifestaciones o acuerdos adoptados por los poderes públicos democráticos. El turismo que demanda y consigue la rehabilitación del patrimonio arquitectónico o el reconocimiento de diversos aspectos de las culturas originarias es otro referente. Sucede algo similar con los hábitos de compra, que reflejan los gustos del consumidor en aspectos como la alimentación, hábitos de vida saludables, indumentaria y otros de menor enjundia, como los espectáculos o las modas en general.

Actualmente nos enfrentamos a dos temas de la máxima importancia. Con la lucha contra el cambio climático o el control de los armamentos está en juego nuestra supervivencia como especie. Viendo el acelerado proceso de modificaciones en el clima, ¿cómo nos hallaremos de aquí a tan solo veinte años? Pero, en lugar de hacer frente unidos al problema, las grandes potencias se enfrentan entre sí. Un ejemplo lo constituye la guerra de Ucrania. Produce el que existan políticas energéticas contrapuestas, lo que incrementa el proceso de calentamiento global. Pero también hay conflictos bélicos en otros países o tensiones respecto a Taiwan.

El extender la libertad es muy importante. Le interesa a toda la humanidad. Si Rusia fuera una democracia, no se hubiera producido algo tan funesto como la guerra de Ucrania. Desafortunadamente, varios de los países más poderosos del mundo están gobernados por dictaduras. Parece que no hay tiempo ni modo de lograr los respectivos cambios de régimen, con las condiciones ordinarias que se suelen dar en ese tipo de procesos.

Pero resulta posible motivar a los gobernantes, incluso a los autoritarios. A título de ejemplo, cabe observar dos evoluciones atípicas: los paralelismos entre Mijaíl Gorbachov y Adolfo Suárez. El primero desempeñó el cargo de secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. El otro, tras ocupar altos cargos en el régimen de Franco, fue ministro secretario general del Movimiento Nacional. Es decir, que ambos, por ambición, alcanzaron la máxima responsabilidad en organizaciones basadas en una trayectoria criminal. Pero los dos comprobaron que la continuación de las respectivas dictaduras no era viable y que, también por interés personal, resultaba más conveniente una transición a la democracia. Debido a ello, realizaron actuaciones que fueron claramente beneficiosas para sus respectivos países. Esto explica que tanto Suárez como Gorbachov hayan gozado de una evaluación positiva por parte de la mayoría de la gente, que ha tendido solo a ver sus mejores aspectos.

Actualmente, ante la situación de emergencia climática en la que nos encontramos, la respuesta es claramente insuficiente. La ineptitud de gran parte de los gobernantes nos dirige a una posible extinción de la humanidad. La OPM debe presionar a las élites políticas para que trabajen en común, a fin de evitar el desastre. En esta tarea resulta muy importante el papel de los intelectuales y personas que son capaces de influir en la gente. Con habilidad e inteligencia pueden actuar sobre la OPM, como generales al mando de sus tropas.

Pero no se trata de mirar al futuro con ánimo de confrontación. Por encima de otras cosas, hay un factor que nos une: el gozar de un mundo que siga siendo habitable es una necesidad para todos. Debido a ello, resulta necesario que la opinión pública, esa potencia mundial, haga sentir cada vez más su peso.