Lo que sigue es una opinión personal, no de Batzarre. La visita reciente de Yolanda Díaz a Pamplona para presentar el proyecto Sumar, estuvo precedida por las declaraciones de Pablo Iglesias que reflejaban un fuerte malestar en la formación morada y serias discrepancias con Yolanda y su equipo sobre la construcción de Sumar.

En el acto de presentación, Yolanda dijo que Sumar es un proyecto de país para la próxima década que se está elaborando con la participación de cientos de personas, que no pretende construir un partido sino un movimiento ciudadano que vaya más allá de los partidos políticos susceptibles de apoyarlo, incorporando a sectores amplios de la sociedad civil, que en Sumar no sobra nadie y que cabe todo el mundo. También dijo que Sumar no es complemento de nadie y que nadie les va a decir desde arriba lo que tienen que hacer, en clara alusión a las declaraciones de Pablo Iglesias.

En el acto de presentación intervinieron la propia Yolanda y cinco personas más, pertenecientes a otros tantos colectivos sociales o ciudadanos. No intervino nadie en representación de los partidos que apoyan su liderazgo en el proyecto, al igual que está sucediendo en otros lugares, lo que resulta bastante llamativo. Todo parece indicar que se acepta la participación de la militancia de los partidos del cambio en el nuevo proyecto, no así la de los propios partidos y sus direcciones.

Todos los partidos del cambio apoyan el liderazgo de Yolanda Díaz. Todos están de acuerdo en la conveniencia de incorporar a nuevos sectores, y parece factible que se pueda alcanzar un amplio acuerdo programático. Entonces, ¿dónde está el problema? El problema está en si se quiere integrar a los partidos de ese espacio y en la forma de integrarlos en el nuevo proyecto.

Que se pretenda ir más allá de los partidos y sumar a sectores amplios del sindicalismo, del feminismo, del ecologismo, de la juventud, de quienes defienden el derecho a la vivienda, la sanidad y las pensiones públicas…, que no están organizados en partidos políticos está muy bien. Pero ello no debe contraponerse a la participación de los partidos en el proyecto de Sumar. No sería bueno, ni realista, que en el proceso de construcción del proyecto se prescinda de los partidos o que éstos queden relegados en un segundo plano o diluidos en el movimiento ciudadano. Si se quiere construir un proyecto ambicioso y esperanzador no se puede limitar a la unidad de los partidos, pero tampoco se les puede excluir, en la práctica, postergando su integración y participación a un momento posterior, que no se sabe si llegará. Hay que integrar a los que están y sumar a quienes aún no están. Los partidos, con todos sus defectos, son imprescindibles en una democracia para realizar una síntesis política de la pluralidad existente en la sociedad y para actuar como contrapeso de los liderazgos que tienden a autonomizarse en su actuación.

Actualmente existen varios partidos en ese espacio del cambio que obtuvieron una importante representación en las elecciones de noviembre de 2019: el grupo confederal de Unidas-Podemos, en Comú- Podem y Galicia en Común-Podemos obtuvo 35 representantes en el Congreso, y Más País-Equo-Compromís 3 representantes. ¿Alguien piensa que estos partidos van a integrarse en el nuevo proyecto si ello supone renunciar a su propia existencia y a la representación que actualmente tienen? No es lógico, ni justo, ni unitario, y tampoco es realista que vayan a auto-inmolarse ante un proyecto cuyos resultados son inciertos. Integrar supone hacer un todo con partes diversas, sin que las partes renuncien a su propia existencia, diluyéndose en el todo.

La forma en la que se está construyendo Sumar, prescindiendo en la práctica de los partidos que forman parte del espacio del cambio, está generando una tensión y un enfrentamiento, sobre todo entre Podemos, que es, hoy por hoy, el principal partido de ese espacio y Yolanda Díaz y su equipo. Si esas tensiones y enfrentamientos no se encauzan y resuelven cuanto antes, de forma satisfactoria para todas las partes, integrando bien a todos los partidos que forman parte de ese espacio, se corre el riesgo de una división y una desmovilización del electorado. Sería un error mayúsculo con consecuencias muy graves que no nos podemos permitir.

Nos jugamos mucho en el ciclo electoral que comienza con las elecciones municipales y autonómicas en mayo de 2023 y culminará con las elecciones generales, previsiblemente en diciembre de 2023. Si la tensión desatada no se resuelve, si persiste el clima de desconfianza y enfrentamiento, peligra la unidad de Unidas Podemos en las autonómicas y municipales, que supondría un retroceso electoral cierto, poniendo en riesgo la continuidad de los gobiernos progresistas de coalición en la Comunidad Valenciana, La Rioja, Navarra, Canarias, Aragón y Baleares. Un mal resultado de Podemos e IU en las municipales y autonómicas repercutiría negativamente en las elecciones generales. Y si a las elecciones generales se presentaran dos candidaturas, Sumar y Podemos, sería un desastre, puesto que con el sistema electoral vigente no hay sitio para dos en este espacio y los resultados de las dos fuerzas enfrentadas serían irrelevantes, impidiendo, con toda seguridad, que pudiera reeditarse un gobierno progresista de coalición y la continuidad de las reformas emprendidas en la presente legislatura. Urge por lo tanto resolver el desencuentro que se ha ido generando desde hace tiempo.

Creo que en Navarra se han hecho mejor las cosas y que, con discreción y generosidad de todas las partes, se ha logrado un acuerdo entre Podemos, Izquierda Unida, Batzarre y un grupo amplio de independientes de prestigio para concurrir juntos a las próximas elecciones municipales y al Parlamento de Navarra con el nombre de Contigo Navarra-Nafarroa Zurekin.

El autor es miembro de Batzarre