Así es como se titulaba la reunión realizada entre los días 16 y 20 de enero en Davos (Suiza) y organizada por el Foro Económico Mundial, creado en el año 1971. Su presidente es Klaus Schwab, economista alemán nacido en 1938. Esta organización tiene como objetivo “impulsar soluciones con visión de futuro y abordar los desafíos globales más apremiantes a través de la cooperación público-privada” según su web. Hubo un total de 2.700 líderes internacionales que debatieron sobre los asuntos que más preocupan en la actualidad: la inflación, la guerra de Rusia y Ucrania (por desgracia hay muchas más), la crisis de la deuda, riesgos geopolíticos, vulnerabilidades sociales, desigualdad, obstáculos para el desarrollo económico o los caminos a los que nos puede llevar la inteligencia artificial, de moda debido a la aparición del Chat GPT.

Los mensajes de los líderes han sido los habituales. Da la sensación de que entre hablar y escuchar, prefieren elegir siempre la primera opción. Sí, la inflación se ha suavizado aunque sigue siendo persistentemente alta. Sí, la situación económica no ha empeorado tanto como se esperaba. Sí, la guerra preocupa muchísimo. Otra cosa son las ideas para solucionarla. Muchos periodistas que han seguido conflictos internacionales siempre se hacen la misma pregunta cuando terminan: ¿y para eso era necesaria tanta sangre? Sí, la desigualdad se ha incrementado. De hecho, existe otro patrón preocupante: ¿cómo puede ser que organizaciones como Oxfam Intermón repitan cada año el mismo mensaje y no se haga nada? Da la sensación de que solo se toman medidas cuando el bienestar más cercano se ve afectado. Por ejemplo, no me importa la desigualdad de Burkina Faso. Ahora bien, cuidado con la desigualdad en mi país, no sea que no pueda pasear tranquilo por la calle.

En definitiva, el mensaje de siempre: más incertidumbre, aumento de riesgos globales. Las medidas complicadas, para el próximo año.

Una reflexión interesante cuando se dan eventos de este estilo consiste en debatir acerca de los asuntos… que no se han tratado. Veamos tres ejemplos.

Además del desequilibrio generado por el aumento de la deuda, el sistema financiero mundial tiene otro problema: la banca en la sombra, que es la realizada por instituciones financieras privadas que no son bancos y a excepción de la posibilidad de realizar depósitos es las mismas ofrecen el resto de servicios financieros. Lo delicado: están regulados por las autoridades del país donde operan y eso implica, en un mundo donde las gestiones se hacen a golpe de clic, una competencia que desemboca en la creación de paraísos fiscales. Es difícil negar que eso implica más desigualdad, ya que la recaudación de los gobiernos disminuye y los servicios públicos se resienten. Lo más delicado: ya gestionan la mitad de los activos financieros globales. ¡Yo también quiero!

Primera novedad en Arabia Saudí: Mohamed Al–Jadaan, ministro de Finanzas del país, se abre a vender el petróleo en divisas que no sean dólares. ¿Supone eso un cambio de paradigma en el mercado de las divisas, el FOREX? ¿Quiere decir eso que el dólar va a dejar de ser la moneda de referencia en las transacciones mundiales? Segunda novedad en Arabia Saudí: Cristiano Ronaldo ha fichado por un equipo de fútbol. El nombre del equipo no es muy conocido, pero lo que va a cobrar el futbolista portugués, que según ha afirmado “no he venido por dinero”, es una cantidad sideral. Claro, la razón del fichaje posiblemente venga dada por las pistas de esquí y las montañas que existen en ese país. Por algo Arabia Saudí ha sido el país elegido como anfitrión en el año 2029 de las Olimpiadas de invierno en Asia. Quizás pensemos que allí hay un desierto, pero nada más lejos de la realidad: por el módico precio de 500.000 millones de dólares se puede construir una buena zona deportiva.

La influencia de los grandes gestores de inversión, en especial BlackRock y Vanguard, se ha disparado. Si Larry Fink (CEO de BlackRock) no es la persona más poderosa del mundo poco le falta. Vamos a reflexionar un poco. La política monetaria expansiva de los bancos centrales introduciendo una gran cantidad de dinero en el sistema tiende a crear inflación... aunque con pequeños efectos retardados. En nuestro caso, antes de dispararse la cesta de la compra subió la bolsa de valores. Es razonable pensar que gran parte de ese dinero se usó de la siguiente forma: se pide prestado a un tipo de interés bajo para adquirir posiciones en las empresas más estratégicas del planeta, las cuales disparan su valor. A partir de aquí las conclusiones son evidentes.

Un mundo fragmentado necesita cooperación. Sin embargo, observamos un año sí y otro también que persisten los mismos problemas. El mundo es muy complejo, existen intereses ocultos que pocas veces aparecen en los medios y muchas estructuras sociales están anquilosadas.

Tenemos trabajo. Mucho trabajo.

El autor es profesor de Economía de la Conducta en la UNED de Tudela