Hay ocasiones, cuando uno camina en un largo recorrido, que dar un solo paso en otro sentido, aunque sea un giro de pocos grados casi inapreciable, hace que nuestro rumbo vaya en otra dirección y, a la larga, terminemos llegando a un destino completamente diferente. En la acción de gobierno suele ocurrir algo parecido. Hay determinados proyectos, aparentemente poco significativos, que van bastante más allá de la mera gestión o de una abultada inversión presupuestaria, pero que determinan cambios estructurales de fondo que, a medio o largo plazo, derivan en grandes transformaciones. Pues bien. La próxima creación del instituto BAI (Building & Architecture Institute) que anunciábamos la pasada semana es uno de esos pocos proyectos que, a la larga, resultarán disruptivos.

La vieja construcción que hemos conocido sobre todo a lo largo de este último medio siglo va a cambiar. Mejor dicho: ya está cambiando. O mejor aún: debe cambiar. Y el instituto BAI, cuyo objetivo será desarrollar proyectos de investigación aplicada, generar formación y cualificación en los ámbitos de la arquitectura y las ingenierías o favorecer todo un ecosistema alrededor de la nueva edificación sostenible, va a ser un factor determinante para impulsar este cambio técnico, económico o cultural en la forma de construir, aprovechando el incipiente proceso de industrialización que ya está viviendo el sector. Los edificios se harán en fábricas y con robots, con más precisión y calidad, con más eficiencia y acortando plazos, sí. Pero lo importante no será este desarrollo tecnológico; lo importante es para qué se impulsa.

El objetivo es, en definitiva, hacer mejores ciudades y procurar un acceso más democrático a la vivienda, responder a un derecho ciudadano básico a la vivienda… de calidad y asequible. Ese es, precisamente, el valor ético que le ha llevado a este Gobierno y al departamento que dirijo a intentar espolear nuevos retos y buscar otras sendas en materia de edificación sostenible.

Este cambio en la forma de construir responde a una responsabilidad medioambiental ante la emergencia climática, cuando los edificios representan el 40% del consumo energético, para hacer edificios con 0 emisiones o introducir principios de economía circular en la construcción. También responde a la exigencia de seguir siendo punteros en términos de competitividad en el sector, con mejor arquitectura, soluciones de ingeniería más creativas y mano de obra más cualificada. Así como se abren oportunidades para generar empleo de calidad para nuestros jóvenes, y también para nuestras jóvenes, que se van a poder incorporar a un sector tradicionalmente muy masculinizado, o de introducir la madera como elemento constructivo estructural y poder desarrollar una industria forestal propia en Navarra. Pero insisto: la principal responsabilidad es social. Debemos hacerlo por un compromiso con la sostenibilidad urbana de las ciudades y con la necesidad de buscar nuevas respuestas al derecho a la vivienda para todas las personas.

Henry Ford pasó a la historia por haber transformado la industria de la automoción. Logró hacer accesible para todo el mundo un automóvil práctico y barato. Cuando en verano de 1908 empezó a producir su modelo ‘T’ metiéndolo en una cadena de montaje, este paso no sólo trajo consigo una auténtica revolución en la industria automovilística, sino que también desencadenó transformaciones de calado en cuestiones básicas para nuestras vidas. Pues bien; algo parecido va a ocurrir con la construcción industrializada. Con la diferencia de que, en este caso, el desarrollo industrial no acarreará que las calles y las ciudades se tengan que diseñar al servicio del coche, sino que ahora tenemos la oportunidad de que la industria contribuya a hacer ciudades, edificios y viviendas más verdes y, por tanto, más habitables.

La revolución que va a suponer la industrialización del sector de la construcción será un instrumento al servicio de todos estos objetivos, qué duda cabe. Pero no es algo que tenga que ver sólo con la tecnología; es, sobre todo, una actitud. La tecnología es la respuesta a la nueva edificación, sí, pero antes debemos saber cuál es la pregunta.

El autor es vicepresidente y consejero de Ordenación del Territorio, Vivienda, Paisaje y Proyectos Estratégicos del Gobierno de Navarra