Todo es es -hoy, ahora- natural, muy natural, lo más natural, natural al 100%. Especialmente, natural al 100%; como si se pudiera ser sólo natural al 20% o al 34,2%. Esta feliz expresión comercial de “natural al 100%” está haciendo furor entre los publicitarios, para quienes todo ha pasado a ser, de un tiempo a esta parte, natural al 100%; desde los zumos tropicales hasta la última y más vanguardista de las modas.

Dicha cualidad natural se podría hacer extensivo a ese aluvión incontable de productos que invocan, según los casos, su gran virtud ecológica, los beneficios derivados de su carácter bio, su capacidad plena de reutilización o reciclable, light y, mientras no pueda presumirse nada en contrario, obtenido por los más cuidadosos procedimientos de la agricultura biológica, en el caso de algunos alimentos.

Es lo que se llama lavado verde y greenwashing -combinación de las palabras en inglés green (verde) y washing (lavado)-, que se emplea actualmente tan a menudo cuando se pretende “disfrazar” de sostenible, verde o ecológico a un producto o servicio que en la mayoría de los casos dista mucho de serlo y que emplean algunas empresas con el fin de mostrar a la audiencia que es una organización responsable y comprometida con el medio ambiente.

El pasado 21 de marzo la Comisión Europea propuso un paquete legislativo contra el llamado greenwashing o lavado verde de algunas grandes empresas que utilizan etiquetas medioambientales confusas, vagas o engañosas en sus productos, y, de esta forma, ejercer un mayor control tras identificar etiquetas falsas y engañosas.

El objetivo de la institución es acabar con el lavado verde de las corporaciones tras identificar 230 etiquetas distintas en la Unión Europea, es decir, sellos que siguen distintos criterios y que no siempre están respaldadas por criterios científicos. La CE propone introducir reglas comunes para ejercer un mayor control y exigir transparencia a esas etiquetas que utilizan de manera voluntaria algunas corporaciones para promocionar sus productos. No se permitirá que ningún producto muestre una puntuación agregada de distintos criterios medioambientales.

La propuesta de la Comisión Europa coincide con el informe Feeding Us Greenwash de la fundación Changing Markets, organización que analiza soluciones sostenibles en el mundo empresarial y del mercado. En su análisis, denuncian que más de 50 empresas del sector de la alimentación utilizan credenciales ecológicas y sus objetivos climáticos como herramienta de marketing. Es el caso Nestlé, con el producto KitKat, una de las marcas de chocolate más populares del mundo, que se ha comprometido a convertirse en neutral en carbono para 2025 a través de una reducción del 50% en las emisiones a través de la restauración forestal. Pero, la Fundación Changing Markets señala que debería ser en todo momento al revés, es decir, más reducir emisiones que compensar. Además, en este último caso, sería necesario analizar muy detenidamente como se hacen algunas repoblaciones forestales, en las que a veces se reforesta sin ton ni son, sin entender el concepto de ecosistema ni su funcionamiento.

Otro tema objeto de denuncia es el caso de ciertos envases que vienen a decir que son reutilizables, o cuando menos reciclables, cuando en realidad van a parar a los vertederos o se incineran. Entre ellos están los envases multicapa, los tetrabriks o los envases hechos de PET coloreado o plástico opaco, que no encajan en una economía circular real porque su reciclabilidad es casi inexistente.

El tetrabrik es el caso más paradigmático de un envase multimaterial cuya complejidad impide su correcto reciclado. Aunque muchas campañas promocionales de Ecoembes vienen insistiendo en la necesidad de depositar este tipo de envase en el contenedor amarillo, la realidad es que no se puede reciclar íntegramente. Es un envase de la empresa Tetrapak con un diseño bastante complejo, del que solo se puede reciclar el papel, un 25% de cada envase es una mezcla de plástico polietileno y aluminio cuyo reciclado es inviable económicamente.

Las nuevas normativas en forma de directivas de la Unión Europea deberían asegurar que se tuvieran en cuenta el ciclo de vida como solución a los residuos y al cambio climático. También sería muy importante la implantación del Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) de forma obligatoria por parte de la UE. Este modelo de gestión de los residuos funciona muy bien actualmente en al menos doce países europeos cuyo retorno medio es del orden del 92% de los envases con una calidad de materiales óptima. El citado sistema está contemplado en la Ley Foral 14/2018 de Residuos y su Fiscalidad, pero que el Gobierno de Navarra lamentablemente no ha hecho nada por ponerlo en marcha.

Hasta ahora, la falta de una legislación clara y específica sobre las afirmaciones `verdes´ en los productos ha dado libertad a las empresas para usar un lenguaje ambiguo, que a menudo puede ser confuso y potencialmente engañoso para los consumidores. Basta con acercarse a cualquier supermercado para encontrar un sinfín de proclamas `verdes´ en productos plásticos.

A la vista de las cada vez más afirmaciones muy poco fiables es necesario exigir a los responsables políticos que actúen para reducir drásticamente el greenwashing -o lavado verde-, y en este sentido hay algunas cuestiones que se podrían poner en marcha como eliminar las definiciones ambiguas en la legislación y las normas; establecer normas claras en la legislación sobre qué se puede afirmar en los envases y qué no; reforzar la aplicación de la legislación y las sanciones contra el greenwashing; y hacer que los productos sostenibles sean la norma y no la excepción. Veremos en qué queda el paquete legislativo que ha propuesto la CE, y que el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo han anunciado un acuerdo para acabar con esta práctica.

*El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente