La construcción del parking de la Plaza del Castillo en 2001 tuvo cierta semejanza con el proyecto del de la plaza de la Cruz; ambos impulsados por UPN. En el primero se destruyeron valiosos restos arqueológicos y ambientales y en el de ahora un importante patrimonio ambiental. Además, en ambos casos se puso y se pone en entredicho el valor de la opinión ciudadana.

En la Plaza del Castillo 25.000 vecinos pidieron un referéndum para conocer la opinión ciudadana, que tanto UPN como el PSN lo impidieron mostrando su lado antidemocrático y autoritario. Ahora lo que procedería democráticamente es que el Ayuntamiento abriera un proceso de participación ciudadana, donde el vecindario pudiera manifestar cuáles son sus auténticas necesidades y prioridades. Esto como forma de solucionar el tema que cada semana se encona más. Esta práctica es habitual en ciudades europeas en que sus instituciones respetan la opinión de la ciudadanía, especialmente en Suiza. Otra semejanza entre ambos proyectos es que ni entonces ni ahora se justificaron social, económica y ambientalmente, aunque Cristina Ibarrola diga que es un proyecto “verde y sostenible”. Exactamente igual lo dijo Yolanda Barcina hace dos décadas.

Algunos vecinos y defensores del arbolado creen que las talas programadas para construir el parking de la calle Sangüesa por parte del Ayuntamiento son debidas a la locura de los y las ediles de UPN. No comparto esa teoría y me inclino a pensar que existen otras poderosas razones materiales e intereses especulativos.

Me explico: si analizamos la trayectoria de UPN durante décadas, tanto en gobiernos municipales como forales, nos encontramos que en materia de urbanismo y obras públicas e infraestructuras siempre las han impulsado, fueran necesarias, de utilidad pública o no. Hay una larga lista de ejemplos que van desde el parking de la Plaza del Castillo, la eliminación del adoquinado en el Casco Viejo, el faraónico circuito de Los Arcos, la fallida ciudad de Guendulain, el pabellón Navarra Arena, el TAV, las ruinosas autovías del Pirineo y del Camino, el Canal de Navarra, las torres de los Salesianos, el cementazo en la calle El Bosquecillo y un largo etcétera. Todas estas obras realizadas carecen de la justificación obligada que Europa exige y que garantizarían su viabilidad económica, social y ambiental. En nuestra comunidad foral de siempre, el tema de los estudios previos ha sido ridículo, pues se realizaban y realizan para justificar la necesidad de la obra y no su viabilidad y necesidad.

En otra ocasión trataré el Plan de Acción previsto por el Ayuntamiento para actuar los próximos años en la zona delimitada por Pío XII, Navas de Tolosa, Yanguas y Miranda, Padre Moret, General Chinchilla y avenida del Ejército, donde se proyectan aparcamientos subterráneos; uno de ellos a lo largo de toda la calle Navas de Tolosa.

¿Y todo esto a qué es debido? Seguramente a que desde hace décadas estamos gobernados, no por los políticos que elegimos en las urnas, sino por lo que malas lenguas llaman la cofradía del hormigón y el ladrillo, compuesta por empresas constructoras, especuladores y toda una amplia orla de gremios, que desde la sombra demandan constantemente a las instituciones nuevas obras, sean necesarias socialmente o no. A juzgar por la trayectoria que hemos soportado durante años, está a la vista que deben tener gran capacidad de convicción, porque si no, no se entiende tanto despropósito.

Cuando en la mayoría de las ciudades importantes están sacando los coches de la ciudad, nuestra alcaldesa nos dice que apuesta por una ciudad “verde y sostenible y también compatible con los coches”. Si queremos una ciudad verde y sostenible y con calidad para el vecindario, no se pueden llevar adelante planes como el PEAU del Segundo Ensanche, porque tienen un coste ambiental y social inasumible, lo mismo que ocurrió con la construcción del parking de Carlos III. Es como poner dos velas, una a Dios y otra al Diablo. Son dos conceptos de ciudad totalmente incompatibles, especialmente en este momento en que la ONU nos avisa de que hemos pasado de la etapa del cambio climático a la de la ebullición, y que la comunidad científica nos avisa que las altas temperaturas que soportamos en la actualidad se van a incrementar notablemente en los próximos años.

El proyecto de parking que se impulsa, lo crea o no Cristina Ibarrola, afecta de una u otra manera a toda la ciudadanía por la situación angustiosa en que se encuentra el planeta Tierra. Por esto, necesitamos proyectos que hagan nuestra ciudad resiliente al calentamiento global y sus consecuencias para la vida. No necesitamos más parkings cuya construcción obliga a talar arbolado, porque a menos árboles, menos calidad de vida, y no compartimos su opinión de que “la construcción del parking servirá para mejorar la calidad de vida del vecindario”. La eliminación de 37 árboles de gran porte y el trasplante de otros 11, representa en sí una tragedia ambiental para la ciudad.

Sabemos que en los próximos años los veranos serán una caldera inaguantable, y por tanto necesitamos reverdecer los espacios públicos creando refugios climáticos, especialmente para los más pobres y las personas mayores. Necesitamos un pacto de ciudad por la reforestación para adaptar Pamplona al calor, y por eso precisamos políticos que atiendan las necesidades de la ciudadanía y no los intereses de la cofradía del hormigón y el ladrillo. Que tomen nota los políticos de lo que están haciendo vecinos de Errotxapea apadrinando árboles y haciendo lo que el Ayuntamiento no hace, que es regarlos.

Las talas anunciadas para la construcción del parking de la calle Sangüesa y el resto de proyectos inasumibles previstos por el Consistorio tienen fácil solución política. Bastaría con que el PSN apoye una moción de censura a UPN en el Ayuntamiento de la ciudad.

El autor es miembro del Consejo Navarro de Medio Ambiente