Imagínate que llevan dos semanas bombardeando Pamplona. Miles de misiles y bombas de última generación subministradas generosamente por el Tío Sam a un ejército cuya máxima es el “ojo por ojo, diente por diente” elevado a la enésima potencia.

La Txantrea y las Orvinas desaparecieron la primera semana. Los txantreanos/as que han huido a Iturrama y a San Juan se ven sorprendidos por nuevos ataques aéreos.

Lo que queda del Sadar no sirve ni para sembrar patatas. Los atacantes, como son de otra franquicia religiosa, aprovechan para desmochar San Cernín y San Nicolás.

Un misil certero se lleva la Campana María hasta Burlada donde los campaneros la reciben atónitos.

El encierro ya no podrá celebrarse porque ha desaparecido su recorrido. El casco viejo parece un erial donde las ruinas hacen indistinguible la plaza del Castillo del Corte Inglés.

Imagínate que uno de esos misiles, que tumban un edificio en menos de un segundo, impacta en la Maternidad. Y otros tantos en hospitales y la CUN.

Imagina que el Soto de Lezkairu y los barrios nuevos que se levantaron en torno a la ronda norte, se construyeron para las víctimas de bombardeos anteriores. Y que, de nuevo, todas esas familias se ven en la calle. No pueden ir a casa de sus padres pues también están hechas añicos.

Además, llevas dos semanas sin ducharte porque no hay agua ni para beber. Pasas hambre. No tienes nada que dar a tus hijos/as que lloran sin cesar día y noche. De hambre y de miedo.

Imagina que en Tafalla hay decenas de camiones con víveres a los que no dejan pasar.

Imagina que ya hay unos 10.000 muertos. Todo el mundo conoce a alguno de los fallecidos. Mucha gente es familiar o conocida de los miles de niños abatidos en los bombardeos.

Imagina que, después de machacar la ciudad, entran los tanques y la infantería arrasando a su paso Huarte, Villava y Burlada. San Jorge, las Mutilvas, Azpilagaña…

Imagina que cortan la luz e internet y nadie, fuera de Iruña, sabe lo que está pasando. La tropa va casa por casa con patente de corso. Pueden hacer lo que quieran contigo y con tu familia.

Si con el tiempo se llega a saber lo que hicieron, con decir: “no fuimos nosotros, eran los otros”, todo el mundo tranquilo mientras se “abre una investigación” que tardará años en confirmar lo que todos sabían desde el primer momento.

Imagina que el personal sanitario, los periodistas, las monjas, las ONG, dicen: “no nos vamos. Nos quedamos con esta gente y compartimos su suerte”.

Imagina que para que nunca te pase esto a ti, hay que parar la masacre de Gaza.