Hoy, escuchando Radio 3, un poeta ha definido la poesía como la forma de expresión de la conciencia. Muy lejos de ser poesía, recientemente la escritura se ha convertido para mí en una forma de vomitar mis preocupaciones, mis sentimientos, mis anhelos… y de tratar de procesar conflictos que soy incapaz de procesar mediante

cualquier otra vía. Porque hay conflictos que a veces el cerebro no puede asimilar, situaciones que superan todos los límites de la moral, del sufrimiento humano.

Diariamente me pregunto, ¿cuántas protestas más, cuántas denuncias más, cuántos hospitales destruidos más, cuántos sanitarios y cuántos bebés asesinados brutalmente más tienen que ver algunas personas para despertar?

Esto me crea un gran conflicto ético. Soy una persona bastante ecléctica pero de moral firme, y soy capaz de entenderme con diría el 90% de la población, con creencias, políticas, etnias, sexualidades, nacionalidades diferentes. Lo que no puedo llegar a procesar de ninguna manera es que se justifique o no se rechace el genocidio.

Y menos aún dentro del ámbito sanitario. Médico de profesión, alego siempre que nadie estudia 12 años si realmente no tiene un fondo de bondad, de humanidad

inquebrantable y de férrea ética. Nuestra labor es tratar de engañar a la muerte e intentar mitigar el dolor y ayudar y acompañar cuando ésta es inevitable. ¿Cómo no

condenar 30.000 muertos? ¿Cómo no condenar el asesinato de nuestros compañeros que prefirieron la muerte a abandonar a sus pacientes? ¿Cómo ir en contra de los datos de las principales organizaciones humanitarias mundiales? ¿Cómo tolerar que no se permita la entrada de ayuda humanitaria, agua o comida? ¿Cómo procesar el apoyo internacional a la masacre? ¿Cómo ser capaz de negar toda la evidencia a día 145 de genocidio?

Pues bien, no existe una manera decente ni digna de hacerlo. Porque una vez más, hablamos de humanidad, hablamos de conciencia, de ética. No hablamos ni de política, ni de religión. Y si algo rechina en esta masacre, es lo que está costando que el mundo despierte dada su terrible magnitud. Y es que nada justifica un genocidio. Nada.

Gracias a mis compañeras de Navarra Sanitaria por el Alto el Fuego (NASAF) y todos los compañeros sanitarios que pelean día a día, y a mi familia, apoyo y consuelo eterno. Por gente como vosotras sigue habiendo luz y esperanza en el mundo.

La autora es cirujana vascular y miembro de Navarra Sanitaria por el Alto el Fuego (NASAF)