En el vibrante lienzo de la investigación y el mundo académico, las pinceladas de la igualdad de género no sólo pintan un cuadro de justicia, sino que esculpen la esencia misma del conocimiento. Con motivo del Día Mundial de África: 25 de mayo, es vital reconocer el papel indispensable de las mujeres africanas en la investigación y el profundo impacto de invertir en su potencial.

Capacitar a las mujeres africanas para que se dediquen a la investigación no consiste sólo en romper los techos de cristal, sino en desmantelar las barreras que restringen el acceso a la educación, perpetúan los prejuicios institucionales y mantienen las normas culturales que infravaloran sus contribuciones. Imaginemos las sinfonías del conocimiento que quedan sin escuchar, los colores del entendimiento que quedan sin explorar cuando la mitad de nuestra fuerza de trabajo intelectual queda al margen.

Invertir en las investigadoras africanas no es sólo equilibrar la balanza; es llenar los abismos de la ignorancia y colmar las lagunas de la investigación que plagan nuestra comprensión de las comunidades africanas. Sus voces llevan el eco de siglos de sabiduría, arraigada en el conocimiento y las experiencias locales, y ofrecen perspectivas que los libros de texto por sí solos nunca podrían transmitir.

Frente a la adversidad, innumerables investigadoras africanas han surgido como faros de resistencia y determinación, y sus historias han quedado grabadas en los anales de la historia. Desde los laboratorios de innovación hasta los campos del cambio social, sus logros inspiran a las generaciones venideras, demostrando que donde hay pasión, hay posibilidades ilimitadas.

Sin embargo, el camino de las investigadoras africanas no se recorre en solitario, sino a través de la participación y la colaboración de la comunidad. Al tender puentes entre el mundo académico y las comunidades locales, la investigación se convierte en un conducto para el cambio, amplificando voces durante mucho tiempo silenciadas y abordando las necesidades acuciantes de la gente.

No obstante, para que las investigadoras africanas prosperen, necesitan algo más que estímulo, necesitan el andamiaje del apoyo: inversión en infraestructuras de investigación, financiación, tutoría y oportunidades de establecer contactos para cultivar su talento y allanar el camino a futuros descubrimientos.

El manto del liderazgo en la comunidad investigadora también debe reflejar la diversidad de voces que representa. Una mayor representación de las mujeres africanas en puestos de liderazgo no consiste únicamente en acabar con los estereotipos, sino en aprovechar el poder de las distintas perspectivas para impulsar la innovación, fomentar la inclusión y elaborar programas de investigación que respondan a las necesidades de todos y todas.

Mientras celebramos los logros y éxitos de las investigadoras africanas, desde luminarias como Mwele Ntuli Malecela, Quarraisha Abdool Karim, Wangari Muta Maathai, Wendy Okolo, hasta innumerables otras, no nos limitemos a aplaudir sus méritos, sino que reconozcamos también el efecto dominó de sus contribuciones. Cada descubrimiento, cada avance, es un testimonio de su compromiso inquebrantable con el avance del conocimiento, el impulso del cambio social y la mejora de la vida de las personas, no sólo en África, sino en todo el mundo.

En palabras de un proverbio africano: “Cuando educas a un hombre, educas a un individuo; pero cuando educas a una mujer, educas a una nación”. Atendamos, pues, al llamamiento para potenciar a las mujeres africanas en la investigación, porque al hacerlo potenciamos a comunidades enteras, a naciones y al mundo en general.

La autora es profesora asociada Departamento de Bioquímica Universidad Ahmadu Bello, Zaria (Nigeria)