Hace diez años, el 19 de junio de 2014, Felipe de Borbón fue proclamado rey, un rey cuyo único mérito estriba en ser hijo de Juan Carlos y ser varón.

Han pasado diez años y hemos visto cómo una monarquía cuyos cortesanos políticos, sociales y mediáticos decían que iba a ser moderna, se ha ido deslizando hacia la utilización de una imaginería de carácter decimonónico, una monarquía vinculada en las formas y en el fondo al ejército, en consonancia con la peor tradición borbónica.

Estas semanas estamos asistiendo a una operación mediática impulsada por la Casa Real, que ha comenzado en torno a un hecho tan trascendente como su veinte aniversario de boda, convirtiendo el irrelevante hecho en una intensa presencia, especialmente en las televisiones.

A la vez, en un acto de sumisión de las instituciones democráticas, las Cortes y el Gobierno de Aragón conceden la Medalla de Oro de Aragón a una joven cuyo único mérito hasta la fecha consiste en haber aprobado dos cursos de la Academia Militar en seis meses, a pesar de que la Medalla de Oro se concede a personas de excelencia por la actividad que desarrollen. Y el Ayuntamiento de Zaragoza nombra Hija Adoptiva a una joven cuya única relación con la ciudad ha sido, como la de tantas jóvenes, salir de copas algún fin de semana.

Y para el próximo 19 de junio, aniversario de su jura del cargo, nos espera otro atracón de imágenes rancias y alejadas de la ciudadanía, parafernalia decimonónica, exhibición de joyería y, sobre todo, uniformes militares.

Y mientras tanto, el Centro de Investigaciones Sociológicas se niega a preguntar a la ciudadanía sobre la monarquía, su valoración o la necesidad de someter a refrendo democrático la forma de la Jefatura del Estado.

Este monarca sigue protegido por unos artículos de la Constitución que le hacen irresponsable (sic), aun después de ver el ejemplo del huido a Abu Dabi. Este monarca se ha saltado cuando ha querido, por ejemplo en 2017, el papel de árbitro y moderador que le asigna el artículo 56 de la Constitución. El histórico borboneo.

En ningún momento ha hecho la más mínima referencia a su renuncia a estos privilegios o a iniciativas para cambiar el patriarcal artículo 57. Siempre ha seguido, como con su hija y presunta heredera, la más reaccionaria tradición borbónica.

Pues bien, creemos que trescientos veinticuatro años de borbones atravesados por un hilo de corrupción y diez de Felipe VI, son ya suficientes. Creemos que ya es hora de que la ciudadanía tome en sus manos las decisiones sobre la Jefatura del Estado.

Sabemos de las dificultades, pero se hace camino al andar. Los corifeos de la monarquía nos dicen que para qué cambiar, incluso nos intentan atemorizar con la posibilidad de un Aznar en la presidencia de la República aunque se olvidan de que a él se le podría cambiar cada cuatro años. Nos dicen que total, la monarquía tiene pocas funciones. Entonces, ¿por qué ese esfuerzo por sostenerla?.

Porque saben que la monarquía es una piedra angular, icónica sí, pero muy importante, en la construcción de un relato que refuerce la hegemonía de las posiciones conservadoras en la mayoría social española. Saben también que sería un valladar, como históricamente lo ha sido, ante situaciones de importantes cambios sociales y políticos.

Porque creemos que ya ha sido suficiente, el 16 de junio vamos a realizar una marcha a Madrid. Miles de personas y cientos de organizaciones sociales hemos firmado un manifiesto basado en que nuestras convicciones fundamentan nuestro convencimiento de la capacidad de la ciudadanía para gobernarse y de que quienes ejerzan responsabilidades en el Estado deben ser responsables ante la soberanía popular, no ante Dios y la Historia. Por ello, porque Felipe VI debe ser el último rey,

¡Vente a Madrid el 16 de junio con la marcha republicana!

*Javier de Miguel, Ane Sánchez, Fernando Irisarri, Celia Arratibel, Carlos Guzmán, Esther Ripa, Paco Jiménez, Mariaje Lezaun.