La historia del carlismo es una historia silenciada y tergiversada porque a muchos causa mala conciencia. Mis padres me enseñaron que de bien nacidos es el ser agradecidos. Por eso quiero agradecer este reconocimiento que me envía y firma el ministro de Memoria Democrática del que cito algunos párrafos: “ ... ha quedado acreditado que D. Juan Francisco Cerrillo Mansilla padeció persecución por razones políticas e ideológicas durante la dictadura franquista… fue secretario general del MOT (Movimiento Obrero Tradicionalista). A raíz de los sucesos de Montejurra, transcurridos el 4 de mayo de 1969, y tras intervenir en los discursos que allí tuvieron lugar, fue acusado de organizar el evento y procesado por el TOP, siendo multado con una sanción económica de 50.000 pesetas…. se declara ilegal e ilegítimo el tribunal que lo juzgó, así como los jurados y cualesquiera otros órganos penales o administrativos…. así como la ilegitimidad y nulidad de sus resoluciones… tanto judicial como administrativa, producidas por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa. Madrid 4 julio 2024, y firmado por D. Angel Víctor Torres López”. 

Hubo cientos de carlistas represaliados y exiliados y solo se ha reconocido cuatro o cinco que lo fueron por luchar como carlistas contra el régimen franquista. A otros pocos y a título personal, el que fueron represaliados por el régimen, pero sin citar su militancia carlista (caso actual de Jose Lázaro, S. Gral. del PC). Y lo que más les duele es la pasividad, que no ignorancia, que se muestra por parte de quien puede hacerlo a nivel individual o como partido, y que tienen conocimiento directo de ello, porque sus padres o sus familiares lo padecieron. Conozco muchos carlistas de mis tiempos (milité en el carlismo de 1960/80) y que luego han sido alcaldes, concejales, diputados e incluso ministros y han renunciado a dar testimonio de sus mayores.

Nada nuevo bajo el sol. Desde el siglo XIX, el carlismo ha contado con el desprecio y la persecución de las élites intelectuales y de los poderes establecidos. Su oposición al fascismo le valió sufrir el ataque continuo que Franco y sus sucesores le ocasionaron, que utilizaron para ello todos los medios del poder ilegales e ilícitos, siendo excluido de las primeras elecciones democráticas. La connivencia de estos poderes fácticos tuvo como consecuencia los luctuosos sucesos de Montejurra de 1969 y 1976. 

Durante la década de 1960 se producirá una fermentación ideológica del Carlismo, influido por el Concilio Vaticano II, que volvía a poner a la Iglesia, en cuanto comunidad de fe y de esperanza, en la vanguardia del pensamiento crítico, especialmente en los temas políticos, sociales y económicos. Esta renovación del pensamiento social católico va a influir decididamente en el Carlismo, que pasará a identificarse con los sectores más avanzados de la Iglesia española, e incluso con la Teología de la Liberación. Las principales organizaciones renovadoras dentro del Carlismo van a ser la estudiantil AET y el obrerista MOT. Se buscará construir un nuevo modelo de sociedad basado en el principio de la dignidad de la persona humana tal como lo exponía la doctrina católica. Desde 1966, los sectores obreros carlistas estuvieron vinculados a la HOAC y desde su fundación al movimiento de las Comisiones Obreras. 

El año crucial de 1969 

El día 4 de mayo de 1969 se celebró el Montejurra de 1969, que a la luz de las intervenciones de los oradores, a mi entender, marcó el cambio de rumbo del Partido Carlista. En todos los discursos había un nexo común: la petición y exigencia de libertad, democracia y dignidad para todos. “Ante la situación política existente, había que luchar para alcanzar una vía democrática, alejada de los grupos oligárquicos de extrema derecha y también de la extrema izquierda. Y esto, decíamos, debía de lograrse a través de una participación mayor de todo el pueblo en los bienes materiales y culturales del país. La libertad era la base para todo. Sin ella no habría justicia, ni seguridad ni esperanza de futuro. Según el periodista M. Martorell, que fue testigo de los hechos:

El 4 de mayo de 1969, la localidad navarra de Estella fue una ciudad sin ley. Por la tarde se celebró una manifestación. Miles de carlistas recorrieron durante horas sus calles al grito unánime de ‘¡Franco, traidor; sí señor!’. Se registraron choques con la Guardia Civil, que no podía controlar la situación ni siquiera disparando ráfagas de metralleta al aire; se rompieron las lunas de bancos y organismos oficiales; se quemó públicamente la imagen del caudillo y las guarniciones del ejército quedaron acuarteladas por si los graves hechos se reproducían en Pamplona, donde la fuerza pública tenía orden de actuar con la mayor dureza”. Días después comenzaron las detenciones, los juicios y una cascada de sanciones. El proceso más grave fue contra Juan Fco. Cerrillo Mansilla, secretario general del MOT, que había sido uno de los intervinientes en los discursos de Montejurra y acusado de organizar las manifestaciones y de quemar el retrato de Franco, por lo que fue llevado al TOP y al Tribunal Militar.

Días más tarde, el 23 de julio de 1969, el príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, fue designado por Franco como su sucesor a título de rey, jurando en una ceremonia solemne acatar los principios del Movimiento Nacional y las leyes fundamentales franquistas. Creo que esta decisión del dictador marca el comienzo de la decadencia del Partido Carlista.