El triunfo electoral de Trump arroja un panorama bastante negro en muchas cuestiones, y entre ellas en lo relativo al medio ambiente y a la lucha contra el cambio climático, precisamente en víspera de la celebración de la COP29 de Naciones Unidas que comenzó el pasado lunes en Bakú, capital de Azerbaiyán, país gran productor de petróleo y de gas natural, al igual que lo fue la anterior Cumbre del Clima en el petro-Estado de Dubái.

Donald Trump ya protagonizó un precedente muy malo, cuando en 2017 retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, y que es el actual tratado vigente a nivel internacional. El Acuerdo de París de 2015 se propuso mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales para finales de este siglo, y preferiblemente limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático. Posteriormente, cuando Bilden ganó las elecciones, Estados Unidos se incorporó al Acuerdo de París.

El regreso de un negacionista del cambio climático como es Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos contrasta con los 24 eventos extremos en ese país, entre los que destacan los dos últimos huracanes ocurridos a finales de septiembre y principios de octubre respectivamente, Helene y Milton, y que causaron daños por valor de 1.000 millones de dólares,según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA).

Los expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) insisten en sus últimos informes que por encima de 1,5°C la adaptación será más difícil, así como los “impactos negativos en la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos, en los recursos, los ecosistemas, la biodiversidad, la seguridad alimentaria, las ciudades, el turismo y la eliminación de carbono”.

Trump, en su campaña electoral no se ha cansado de repetir que, además de retirarse del Acuerdo de París, no va a destinar un dólar más para el Fondo Verde o Fondo Climático, el mecanismo financiero para ayudar a los países en vías de desarrollo en políticas de mitigación y adaptación del cambio climático.

El objetivo de financiación vigente era lograr que a partir de 2020 se destinaran 100.000 millones de dólares anuales desde los países ricos a las naciones en desarrollo, que está por verificar si se ha logrado, y que, por otra parte, en muchas ocasiones ha sido vía préstamo en vez de a fondo perdido. Habrá que ver para 2026 qué es lo que pasa con este fondo climático, que previsiblemente no contará con la participación de Estados Unidos.

Trump también en su campaña electoral no se ha cansado de anunciar que ha propuesto inundar el mercado de petróleo americano para bajar los precios, y que de esa forma se dispararán las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la quema de combustibles fósiles, principal causa del cambio climático, cuando realmente lo que hay que hacer es caminar hacia su eliminación progresiva.

Según un análisis del medio británico Carbon Brief, especializado en políticas climáticas, realizado el pasado mes de marzo, venía a decir que el regreso de Trump a la presidencia estadounidense podría suponer un aumento de hasta 4.000 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono equivalente (CO2e) para 2030 en comparación a las políticas actuales, lo que tendría un coste climático global de más de 900.000 millones de dólares.

La crisis climática nos está conduciendo a un escenario en el que la escalada de las temperaturas nos obligará a vivir en un planeta desconocido. Los climatólogos del servicio europeo de cambio climático de Copernicus dan por hecho que el año 2024 será con casi total probabilidad el año más caluroso en el mundo desde que hay registros, y, además, será el primer año completo en el que las temperaturas superarán los 1,5°C por encima de las de la era preindustrial.

Pero no hay que tirar la toalla, aunque con Trump de presidente en un país que es fuente del 14% de todos los gases de efecto invernadero del planeta, el segundo en emisiones totales tras China, y el primero por persona, será un enorme obstáculo para revertir el calentamiento que parece dirigirnos hacia los peores escenarios climáticos.

Del 11 al 22 de noviembre se celebra una nueva Cumbre del Clima (COP29), donde los líderes mundiales estarán reunidos para tomar decisiones sobre el clima, pero el grupo de presión que constituyen las grandes empresas petroleras, justo en un momento en que la industria alcanza beneficios récord, estará presente frotándose las manos ante la agenda pro-combustibles fósiles y anti-clima de Trump. Sabemos que van a intentar usar la victoria de Trump para presionar a otros líderes mundiales a diluir los acuerdos internacionales, estancar la acción climática y librarse de pagar miles de millones de euros por los daños climáticos que están causando. Pero hay que exigir sin descanso a todos los gobiernos que rechacen las presiones obscenas del lobby fósil. Cumplir el Acuerdo de París es ahora más importante que nunca.

En la península Ibérica, principalmente en el País Valencià, han sido testigos de la peor cara del cambio climático con los estragos de la DANA y del catastrófico mundo al que vamos si no reaccionamos. Estos episodios extremos nos muestran que la falta de ambición climática, la insuficiente reducción de emisiones de los planes que los líderes de las naciones tienen que negociar y la falta de los necesarios planes de prevención y adaptación, están costando muchas vidas. La reelección de un negacionista del cambio climático como es Trump, es un golpe demoledor, pero existen millones de personas en todo el planeta que deben reaccionar.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente