De acuerdo al último informe de Intermón Oxfam la pobreza y desigualdad en el mundo está aumentando progresivamente, mientras que el número de mega millonarios no para de crecer. El 1% más rico de la población mundial posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas.
Después de la segunda guerra mundial y ante el pánico por la consolidación de regímenes comunistas y su influencia en las poderosas organizaciones sindicales, se produjo un pacto en occidente entre liberales y socialdemócratas, que permitió una mejor distribución de la riqueza hasta finales de los años setenta.
El triunfo absoluto del neoliberalismo ocurrió a partir de 1989, cuando el muro de Berlín cayó y se decretó el final de las ideologías y la derrota de cualquier alternativa al capitalismo.
Esto llevó a la privatización de empresas públicas que eran rentables. Se redujo la progresividad para las rentas altas en el impuesto del IRPF. Se olvidaron de desarrollar medidas para evitar el fraude fiscal, favoreciendo la creación de paraísos fiscales donde las grandes fortunas esconden sus capitales y se benefició a las multinacionales con reducciones fiscales en el impuesto de sociedades, de tal manera que en la actualidad las empresas del Ibex (las que tienen mayor capitalización bursátil de España) tributan una media del 9% cuando, aquí en Navarra, deberían hacerlo al 28%.
Estas políticas han derrumbado los proyectos de modelos alternativos al capitalismo. Han transformado radicalmente el mundo del trabajo y han vuelto muy frágiles a las organizaciones obreras. Se ha impuesto la ideología de la inevitabilidad del mercado y se ha sometido a la población, mediante la losa de la deuda, a las políticas de austeridad y recortes. Mientras, los millonarios pueden permitirse el lujo de pasar de influir en los Gobiernos a ser ellos los que directamente ejerzan el poder.
En la edad media este fenómeno ya se producía. Las monarquías, con sus poderosos reyes al frente, dominaban los países manejando todos sus bienes, mientras que el resto de la población se repartía la miseria. Si bien es cierto que esta situación se resolvió mediante la sublevación del pueblo pobre y oprimido, teniendo como resultado la separación de las cabezas de esos monarcas de sus orondos cuerpos.
En los tiempos actuales no parece que la población este por recuperar la guillotina, más bien se ha instalado la máxima del “sálvese quien pueda” y el “ande yo caliente y que se joda la gente”. Ante esta situación, las Administraciones, que no están dispuestas a ser gobernadas por plutócratas, deberían hacer uso de la guillotina actual más efectiva, y esta no es otra que la fiscalidad.
En Navarra, cuya tasa de desigualdad crece año tras año, no es suficiente con manifestar que estamos mejor que el resto de comunidades del Estado, o que nuestro PIB (Producto Interior Bruto) crece tres veces más que la media europea. Sobre todo cuando el PIB es una medida que lo único que indica es el desarrollo económico de un país, pero se olvida del bienestar y la calidad de vida de la gente. El capitalismo exige un crecimiento del PIB perpetuo, pero tenemos que tener claro que el crecimiento del PIB es un indicador del bienestar del capitalismo, no del bienestar de los seres humanos.
El neoliberalismo ha conseguido que cuando un millonario y un pobre se sientan en una mesa para comerse un pollo asado, y el millonario se lo come entero, estadísticamente se demuestra que cada uno se ha comido la mitad del pollo. Pero el verdadero problema es que el capitalismo ha logrado convencer al pobre de que efectivamente se ha comido esa mitad.
Mantener una fiscalidad basada en el modelo socio liberal que los diferentes Gobiernos de Navarra han desarrollado desde la mal llamada transición, llevará inevitablemente a que los millonarios gobiernen directamente nuestra comunidad.
El hecho de que las últimas leyes de modificación de diversos impuestos tributarios hayan salido adelante con los votos afirmativos de PSN. Geroa Bai y Contigo- Zurekin y la abstención de EH Bildu y UPN, desde luego no invitan al optimismo.
Por eso, ante la anunciada reforma fiscal que se pretende negociar este año 2025, cabe pedir a los partidos políticos que se consideran a la izquierda del PSN y del PNV, que abandonen el tactismo electoral y revindiquen, con todas sus consecuencias, una verdadera reforma fiscal justa, social y solidaria, donde la progresividad sea el verdadero timón que lleve la recaudación a buen puerto.
En la legislatura 2015-2019 la Hacienda Foral de Navarra tramitó un conato de reforma fiscal que, aunque tímida, produjo algunas modificaciones relevantes. Ejemplo de ello fue la reforma que se produjo en el impuesto de sucesiones (herencias). Si bien es justo reconocer que dicha reforma salió adelante por la actitud del grupo parlamentario de Orain Bai (escisión de Podemos) y su amenaza de no aprobar los presupuestos, que el Gobierno de Geroa Bai se tomó muy en serio. Decir también que UPN Y PSN votaron en contra.
Hasta el año 2018 las herencias que recibían los cónyuges, así como los hijos e hijas, tributaban al 0,8% independientemente de su importe, heredases 3 mil euros o 3 millones de euros. Desde el año 2018 las herencias inferiores a 250.000€ no tributan nada. A partir de esa cifra y hasta los 500.000€ tributan al 2%. De 500.000€ hasta el millón al 4%. Del millón a 1,8 millones al 8%. De 1,8 millones a 3 millones al 12% y a partir de 3 millones al 16%.
De las 7.345 herencias que se declararon el primer año de aplicación de esta reforma, 6.699 (91%) no pagaron nada. Con lo que pagó el resto, 646 (9%), el impuesto de sucesiones recaudó en total un 35% más de lo que se recaudaba anteriormente.
Este sistema de progresividad se podría trasladar al impuesto del IRPF actual. De acuerdo a los datos de Hacienda sobre las declaraciones de renta del año 2022, el 60% de las bases imponibles no llegaban a los 30.000 euros. El 30% se encontraban en el tramo entre 30.000€ y 60.000€ y el 10% restante superaba los 60.000. Se podría rebajar progresivamente el tipo de IRPF para rentas que no llegasen a los 30.000€. Manteniendo los tipos para rentas entre 30.000€ y 60.000€ y subiéndolos progresivamente para rentas superiores a 60.000€. Fijando un tipo del 70% para renta superiores a los 500.000€. Este tipo del 70% es el que la UCD (ahora todos en el PP) puso a las rentas altas en la reforma fiscal del año 1978.
Teniendo en cuenta que para que la progresividad sea justa, las rentas declaradas deben ser las correctas. Así pues, junto a la reforma fiscal que se está debatiendo, se deben abordar las medidas necesarias para potenciar y dinamizar la lucha contra el fraude fiscal. Junto a la modificación del impuesto de sociedades de acuerdo al informe realizado por el comité de expertos en al año 2021. Así como igualar las retenciones de capital a las retenciones del trabajo.
Que en Navarra se logre una verdadera reforma fiscal que no afecte a la recaudación, sino que la aumente, a costa de que paguen más los que más tienen, serviría de ejemplo para su aplicación en el Estado y en Europa, contrarrestando el poder de los mega millonarios.
El autor es miembro de la Comisión de Lucha contra el Fraude Fiscal