Seguro que la imagen les resulta familiar. Un avestruz enterrando la cabeza en la arena para evitar el peligro. Según he leído este sesgo cognitivo, más habitual de lo que podría pensarse, hace que las personas eviten la información negativa, incluida la retroalimentación que podría ayudarles a controlar el progreso de sus objetivos.
Parece de sentido común que los problemas si no se afrontan, se enquistan y acaban explotando elevados a la enésima potencia. En el ámbito empresarial, como en muchos otros, resulta crucial hacer un diagnóstico preciso y realista de la situación para prever posibles problemas en la compañía e intentar neutralizarlos. No se trata de ser negativo o cenizo, sino objetivo y práctico, buscando también nuevas oportunidades de negocio y de crecimiento. El propósito: un optimismo realista que nos permita mejorar.
Esta reflexión viene a cuento de los datos económicos que se están conociendo sobre Navarra. Ni todo es tan bueno como lo pintan algunos, ni tan nefasto como proclaman otros. Entre el blanco y el negro, suele haber unos fértiles grises. Por eso es necesario un análisis sosegado y no partidista para identificar puntos de mejora, que siempre los hay. Cuando el diagnóstico es deficiente o se basa en percepciones erróneas, las decisiones resultantes pueden conducir al fracaso de proyectos, pérdidas económicas y una disminución de la confianza ciudadana.
Resulta imperativo abordar la realidad con objetividad, especialmente en relación con datos recientes sobre la salida de empresas, fiscalidad o infraestructuras. Por ejemplo: tenemos en la comunidad foral récord de afiliados a la Seguridad Social y una tasa de desempleo, según la EPA, muy baja. Chapeau. Pero ojo con algunas matizaciones: el empleo público sigue creciendo sin parar y en determinados sectores siguen haciendo falta perfiles que no es fácil encontrar, cualificados y no cualificados. Igualmente se debería saber el número de trabajadores fijos discontinuos que, sin estar trabajando, no figuran en las listas del paro, que no serán pocos.
Otro ejemplo: las infraestructuras, tan necesarias para hacer nuestra tierra más competitiva y que más ciudadanos y empresas quieran venir a instalarse. En este tema los plazos importan y, por desgracia, hemos tenido varios años de parón. Parece que ahora los proyectos se empiezan a reactivar: en breve se terminará la ampliación de la primera fase del Canal de Navarra, el Corredor de Alta Velocidad Navarro suena mucho más que antes… La contra: la segunda fase del Canal puede irse en plazos si no se logra el modelo de financiación adecuado, hasta 2038. Y la alta velocidad, con más inversiones que nunca y con una actitud manifiesta por parte del departamento de Cohesión Territorial de empuje, necesita muchas, muchísimas más: alrededor de 300 millones de euros anuales, financiados por el Estado, para que los navarros dejemos de estar entre ese 20% de la población peninsular que no tiene acceso al TAV en su capital de provincia.
En el ámbito de comunicaciones, aérea y por carretera, también hay mucho que mejorar. Pamplona sigue siendo la única capital de provincia que no está comunicada por autovía con Madrid y el nuevo aeropuerto solo sirve para ir a Madrid con pocas frecuencias y a un precio estratosférico y para alguna escapada a Canarias.
Y otro: en el ámbito empresarial existe un gran descontento con la fiscalidad foral. Con algunos tributos por encima del régimen común y que el País Vasco, nos encontramos en desventaja con otras regiones. Este descontento es real, y negarlo no hará que desaparezca. El traslado de sedes sociales de empresas, en máximos en 2024 con un saldo de 88 pérdidas, tampoco es halagüeño y confirma que, quien puede, se marcha, y el que se plantea dónde instalarse, descarta con demasiada frecuencia a la comunidad foral. Navarra tiene su propio régimen fiscal y financiero que debiera utilizar para atraer inversión que cree puestos de trabajo de calidad y bien remunerados. Para ello la presión fiscal tanto en IRPF como en sociedades no debiera ser mayor que la mejor región española.
Un aspecto muy positivo, qué duda cabe, es la elevada calidad de Navarra. Siempre hemos podido sacar pecho con este tema, aunque lamentablemente los ciudadanos vivimos en nuestras propias carnes el deterioro de determinados servicios públicos al tiempo que el gasto público y la recaudación marcan, año tras año, récords históricos. Y ojo, que en otras regiones también se vive bien. En Zaragoza, en Málaga…
Hay quien dice que el dato mata el relato. Opino que el dato siempre ha de ir acompañado de un relato que lo contextualice y lo haga comprensible. Eso es lo que desde Institución Futuro llevamos años haciendo. Porque la técnica del avestruz ha demostrado no ser eficaz.
El autor es vicepresidente del think tank Institución Futuro