Los días previos y posteriores a un 8M siempre están llenos de reivindicaciones, propuestas, eslóganes y buenas intenciones. Y eso es algo bueno si viene acompañado de medidas y políticas que peleen por una verdadera igualdad entre hombres y mujeres.

Es tan cierto que en los últimos años se ha avanzado mucho, como que queda mucho por hacer. Nosotras vamos a hablar de algo que conocemos de primera mano, que vivimos todos los días en nuestro trabajo. Somos policías y tenemos una vocación fuerte que nos mueve a ofrecer nuestro tiempo y esfuerzo por el bien de toda la sociedad a la que servimos.

Para ello, nos dedicamos en cuerpo y alma a formarnos, entrenarnos, estar al día para dar lo mejor de nosotras mismas, a veces a costa de dejar de lado nuestra vida familiar. Esto puede no ser diferente a lo que hacen el resto de mujeres en otros ámbitos.

Pero nuestra profesión es peculiar. Es un trabajo tradicionalmente desarrollado por hombres, que siguen siendo mayoritarios, y con quienes trabajamos codo con codo, aprovechando las capacidades y cualidades complementarias que tenemos, para prestar el mejor servicio posible.

Sin ir más lejos, en Policía Foral actualmente somos 159 compañeras, un 13,5% de la plantilla, pero con una tendencia al alza que paulatinamente hará posible que cada día sea más frecuente encontrar a una mujer al volante de un patrulla, atendiendo un accidente, investigando un incendio, dirigiendo una unidad de intervención o un área entera.

Y precisamente esta tendencia exige que la Administración se adapte a esta realidad. La igualdad entre mujeres y hombres en materia de derechos exige que se preste atención a las peculiaridades y características que nos diferencian. En nuestro caso, lo vemos clarísimo con los recursos materiales con que llevamos a cabo nuestra misión.

Empezando por la uniformidad, contamos con ropa unisex con tallaje de hombre que no se adecua a nuestra fisionomía: pantalones con tallaje masculino (anchos de cintura y pierna, estrechos de cadera y de tiro bajo), prendas frías que nos obligan a llenarnos de capas bajo el uniforme en invierno, buzos enormes para inspecciones o calzado demasiado ancho y pesado.

Siguiendo por otro tipo de material, los cascos de intervención que usamos en situaciones complicadas (con forcejeos, agresiones o lanzamiento de objetos, por ejemplo) son también demasiado grandes para nosotras, no se ajustan, y, además de no proteger, dificultan nuestra actuación. Éstos, además, se usan de forma colectiva, cuando en realidad son un equipo de protección individual (EPI).

Tampoco podemos usar adecuadamente chalecos antibalas que no se ajustan a la fisionomía del torso femenino, con lo que (ojalá nunca suceda) difícilmente cumplirán su propósito en caso de recibir un disparo. Por no hablar del bastón policial, que tiene una longitud exagerada para nuestra estatura media.

Por supuesto no podemos dejar pasar por alto la necesidad de adaptar vehículos (como la suspensión de motos) o vestuarios femeninos (invitaríamos a quien quiera a visitarlos: toda una oda al minimalismo). Y, por último, el uniforme de gala, el que usamos en ocasiones importantes, públicas, ceremoniales, donde la elegancia del entorno e invitados contrastan con el corte de nuestros trajes, en los que muchas nos vemos como engullidas, casi dejando de ser nosotras mismas. En fin, ninguna de nosotras iría así vestida a una ceremonia.

Todas estas cosas no son nuevas. Las mujeres en Policía Foral llevamos años reclamándolo a nuestros superiores de diversas maneras, como las numerosas solicitudes y quejas a través de vías como el Comité de Seguridad y Salud. Algunas cosas (pocas) se van consiguiendo, pero queda muchísimo por hacer. Y la Administración debería ser un ejemplo en el impulso real y concreto de políticas de igualdad, algo en lo que el sector privado en muchas ocasiones va por delante.

En Policía Foral tenemos el Plan de igualdad 2023-2027, alineado con el Plan de igualdad entre mujeres y hombres de la Administración Foral de Navarra. En estos planes se describen de forma ambiciosa numerosas líneas de intervención, objetivos y actuaciones, una de ellas relacionada con la uniformidad y los espacios. Lamentablemente, muchos planes se quedan en papel mojado. Esperamos que no sea este el caso.

Por eso pedimos a quienes dirigen el cuerpo y al propio Gobierno de Navarra, a las mismas presidenta y consejera, que deberían entender cada una de las cosas que pedimos, que no nos defrauden: que se tomen medidas concretas y no se quede todo en palabras bonitas, planes incumplidos y proclamas ochomarcistas. Que se nos escuche y se acoja lo que pedimos.

Queremos prestar nuestro servicio con nuestros compañeros hombres y hacerlo en las mejores condiciones. Que nos sintamos tan cómodas y seguras como ellos. Por igualdad, por necesidad, por el bien del servicio, por el bien de nuestra sociedad.

*Delegada de Prevención de RRLL, y 60 compañeras más