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La carta del día

¿Hasta cuándo nuestros mayores serán ignorados?

¿Hasta cuándo nuestros mayores serán ignorados?Iban Aguinaga

¿No es alarmante que sigamos creyendo que al cambiar a nuestros mayores de una residencia privada a una pública las condiciones van a mejorar? ¿Acaso nos estamos autoengañando al pensar que las situaciones vividas como negativas cambiarán solo porque el centro tiene otra gestión? Lejos de nuestro asombro, volvemos a vivir lo mismo… o, más triste todavía, nuestros mayores vuelven a sufrirlo.

Y no solo ellos/as, sino también el personal que, pese a una vocación admirable, trabaja en condiciones que no son ni de lejos las óptimas. No es casualidad que 16 profesionales de la plantilla de El Vergel se vean obligados a renunciar a su contrato en busca de mejores condiciones laborales. ¿Acaso podemos culparlos? ¿No es lógico que prefieran marcharse antes que seguir soportando una sobrecarga de trabajo inhumana? ¿Es justo que sean ellos/as quienes tengan que elegir entre su vocación y su bienestar personal?

Desde aquí, quiero expresar mi más profundo agradecimiento a todo el personal que, con su esfuerzo diario, trata de dar lo mejor a nuestros mayores a pesar de la falta de recursos y de la presión insoportable a la que se ven sometidos. Son ellos/as quienes suplen con humanidad las carencias del sistema. Son ellos/as quienes, con una sonrisa y una palabra amable, intentan hacer más llevadero el día a día de nuestros seres queridos. Su dedicación es admirable, y es un auténtico crimen que se les obligue a trabajar en estas condiciones.

Porque, seamos honestos/as, si nosotros/as, como familiares, apenas podemos hacernos cargo de un solo dependiente en casa, ¿cómo se espera que un número reducido de trabajadores/as atienda a decenas de personas que necesitan no solo supervisión, sino vigilancia constante? ¿Cómo es posible que, en una residencia, desde las 18.10 hasta las 19.30, y en otros momentos del día, los residentes estén sin supervisión alguna? ¿Es esto lo que entendemos por una atención digna?

Señores y señoras que deciden las ratios en las residencias, ¿creen realmente que ustedes o sus familiares acabarán en un centro así? Lo dudo. Porque, con todos mis respetos, nadie querría llevar a sus seres queridos a un lugar donde, por falta de personal y recursos, están prácticamente abandonados/as. No por responsabilidad de los trabajadores/as, sino porque simplemente no pueden hacer más.

Es indignante que nuestros mayores, que han trabajado y contribuido toda su vida, no puedan alzar la voz para exigir sus derechos. Y, por consiguiente, los únicos que pueden hacerlo son los trabajadores/as… pero lo hacen con su renuncia, marchándose a otros lugares donde al menos su esfuerzo es reconocido. ¿Hasta cuándo vamos a seguir ignorando esta realidad?

Invito a todos/as los responsables de estas políticas a convivir en una residencia, aunque sea solo una semana. Que vean con sus propios ojos la falta de manos, la desesperación de los trabajadores/as, la angustia de los residentes. Que se enfrenten a la impotencia de ver cómo no se llega a todo, cómo se desatienden necesidades básicas no por falta de ganas, sino por falta de recursos. Y si no, al menos, que tengan la decencia de rebajar el precio de las residencias. Porque es vergonzoso pagar cifras desorbitadas por un servicio que, en muchos casos, simplemente no está cubierto.

Nuestros mayores merecen más. Y nuestros trabajadores/as también.