Acabamos de vivir una experiencia que considero histórica.
El apagón nos ha traído súbitamente nuestra fragilidad, hemos sentido miedo. Yo he necesitado unas horas para ser consciente y aceptar que era posible que se apagara todo, ¡todo!. Aún sigo preguntándome si no habría una isla inmune que salvara la conexión a internet, los datos, algo. Poco a poco fui pensando en los frigoríficos, los ascensores. Me costó aceptarlo como cuesta aceptar la mala noticia de un familiar. Y sigo, sigo en la dura tarea de que todo lo que tengo y me sostiene puede petar. El asunto es no solo saberlo racionalmente, es sentirlo, vivir la insignificancia, la fragilidad total que somos. Una tarea bastante más difícil de lo que pueda parecer.
Los que trabajamos con los problemas de las personas, incluidos los nuestros, sabemos que hay muchos escapes para evitar hacerlo a fondo y aceptarlo. Una forma de evitarlo es la proyección. Uso el palabro porque, afortunadamente, ya está en la calle el te proyectas. Proyectando, en vez de ver nuestra fragilidad, hay alguien fuera que tiene la culpa de lo que me está pasando. Lo tenemos claro con la experiencia del covid. Una de las proyecciones escapistas de la fragilidad era pensar que era un producto sintético diseñado. Lo fuera o no, sabemos que podemos tener otra completamente natural.
A propósito de la pandemia, llueve sobre mojado: el apagón nos ha remarcado la vulnerabilidad que sentimos a lo largo de la epidemia de covid. ¿Quién no ha conectado una cosa con otra? Para pulsar nuestro estado emocional actual tenemos que salpimentarlo con las dos guerras cercanas aparecidas en poco tiempo. Muchos no imaginábamos que fuéramos a vivir algo así.
Un escape emocional colectivo a la fragilidad que nos evoca es la proyección y la paranoia: esto lo ha provocado…, lo han hecho los…. Eso tiene varias ventajas emocionales. Una de ellas es sensación de control ante algo que se nos escapa absolutamente, que es difícil de controlar. La otra ventaja es negar la fragilidad: son otros que son muy malos, si no estuvieran no pasaría esto. Si los cazamos lo resolvemos.
El problema es que con esas interpretaciones se cierran los ojos a la realidad, se manda al cuerno la solidaridad, y el problema empeora. Tenemos el caso del calentamiento global. Los negacionistas lo resuelven viviendo felices en el planeta y empeoran el problema. Pero ¡los americanos han votado a un negacionista! Hay grandes sectores de población que lo han votado, han preferido cerrar los ojos víctimas de sus trampas emocionales.
En el apagón, junto a nuestra fragilidad, hemos vivido nuestra interdependencia. En el covid vivimos solidaridad y en el apagón también. Solidaridad implica confianza, cercanía y cohesión. Esto se opone a la polarización, el enfrentamiento, la desconfianza y la manipulación de la narrativa de las situaciones para dar caña política, “arrimar el ascua a su sardina”. Por cierto, que vemos todos los días.
¿Hacia dónde caerá la balanza? Desconfianza y enfrentamiento o cooperación.
Tenemos demasiados impactos recientes que nos están demandando una madurez tal vez por encima de nuestras posibilidades. Algunos indicadores pueden ser el auge de posturas racistas, negacionistas y conspiranoicas. A favor de la cooperación y asumir la fragilidad está la mayor madurez y comprensión de nuestras emociones. Somos más introspectivos. Las palabras paranoia y proyectar no hubiera sido posible publicar en un medio abierto hace treinta años.
La generación de confianza es clave para la cooperación en todo grupo desde los más pequeños hasta los integrados por países y regiones. Muchos administradores y políticos tienen mucho que recorrer para ser merecedores de ella y facilitar el que se desarrolle. La prensa está llena de causas judiciales que invitan a la desconfianza. No se tiene suficientemente en cuenta este daño.
Nos decía Otto Kernberg (eminente profesor de la terapia) en su conferencia en Amsterdam: “sabemos mucho de cómo se generan las paranoias en las organizaciones, pero no sabemos cómo resolverlas”. Eso fue en 1989, han pasado treinta y seis años. ¿Hemos aprendido algo? Yo asumo el reto. Nos jugamos mucho.
El autor es psiquiatra