Este artículo resulta personal pero es que me he sentido ofendida por la declaraciones sobre la tranquilidad del EAJ/PNV, partido en el que militaban mis padres y abuelos. En 1936/37, sufrieron un atentado contra su honor y patrimonio. A mi abuelo, Inocencio Iribarren, le incautaron un taller de grúas Erandio, de su propiedad, fundado por él y, a los 80 años, emprendió el exilio vía Santander para salvar su vida. Mi abuela materna, María Aresti, también con 80 años, a la entrada de los italianos en Algorta, le fue arrebatada su casa, y condenada a dormir en la calle. Los hijos de ambos, todos, enrumbaron exilio, primero a Francia, luego, mis aitas, a América, un viaje que he narrado por su singularidad en dos de mis libros.
Nací en Buenos Aires pero mi sitio de nacimiento debió ser Algorta, y mis padres y los casi 200.000 baskos exiliados en la guerra del 36, tachados de rojos, separatistas y no sé cuántas cosas más, reiniciaban sus vidas en Argentina, Chile, Estados Unidos, Uruguay, Venezuela... El exilio es un espacio terrible donde aflora el miedo, produce siempre escasez económica, angustia vital y de querer regresar al país de donde eran propietarios por generaciones, y que les fue incautado en nombre de unas ideas que capitaneaba el dictador Franco. Aita Amezaga, que era un un humanista y traductor al euskera, para devolverle la dignidad también requisada, estuvo desterrado por siempre jamás del Estado español. Murió en Caracas, reclamando el retorno a su pueblo natal.
EAJ/ PNV era el partido que agrupaba a una mayoría del pueblo basko, aquí en la clandestinidad, allá en el exilio. Pese a esa condición extrema, los que lo conformaron ayudaron del idealismo y la capacidad empresarial, a conformar un exilio admirable pues ningún basko dejó de tener empleo, servicios sociales ni enterramiento, y se levantaron eusko etxeas para mantener la cultura del país, sancionada por la dictadura. El Gobierno Vasco en exilio, sede en París, ayudó a los presos y a sus familias, recabando fondos y administrándolos de manera impecable. Manuel Irujo, tío de mi esposo Pello, restaurador de EAJ/PNV en Nabarra, era un hombre reconocido por su bien pensar y honestidad, no tan solo entre los suyos, sino en los medios diplomáticos de aquella Europa que se rehacía de su segunda guerra mundial. Al clamor de Gernika solo lo apagó el horror de los campos nazi de exterminio. Irujo, anciano en su retorno, nos dio voz y fuerzas en los actos del EAJ/PNV que desde 1978 pudimos ir celebrando, conseguido el Estatuto de Gernika, que acabó con el oprobio de provincias traidoras que afectaba a Bizkaia y Gipuzkoa. Quizá lo mas trágico del trabajo que les tocó a los baskos en su tarea de reconstrucción nacional fueron las acciones emprendidas tras las inundaciones del Nervión, el increíble milagro de resurrección del río y su fauna, regresaron delfines y gaviotas, sino del trabajo de restauración de la zona tan degradada, proporcionado por las autoridades locales. En tiempos del franquismo tocó resistir, en tiempos de paz, trabajar.
Quizá Caballero no conoció a Elvira Arizrizabal, la viuda del alcalde de Lizarra fusilado el día de San Miguel con la sentencia de que ni San Miguel te salva. La entrevisté y tal fue el respeto que me inspiró que quise ponerme de rodillas y besarle las manos, porque pese a la viudez y desamparo, pobreza y marginación, la mujer no renunció a sus baremos esenciales, dictados por EAJ/PNV. Y a la sentencia de no tocar txistu en Lizarra le tocó a su hijo romperla. Con música no con odio.
La familia Irujo, toda ella exiliada, trabajadora en la resistencia patria, regresó a Nabarra para seguir trabajando por devolverle, desde la paz, su cultura y restaurar su personalidad. Unos años después de la muerte de Manuel Irujo, escribí su biografía. Cuando cerraba las páginas para entregarla, conocí, estremecida de dolor y espanto, del asesinato de Tomás Caballero por ETA y le dediqué estas líneas en la página 429 de la edición del libro Manuel Irujo. Un hombre Vasco, editado por la Fudación Sabino Arana Goiri. Digo esto: ...En Altzuza, mayo 6, el día de la muerte de Tomas Caballero a manos de ETA. Caballero que recibió a Irujo el día esplendoroso de Noáin, que le otorgó honores en el Ayuntamiento de la ciudad y que colocó la ikurriña, que fue huésped de nuestra casa en esos días en que la libertad parecía posible sin derramar sangre. Que como Irujo creía que una vida humana es el mayor tesoro del mundo. Que solo el debate y el diálogo acerca a los hombres y mujeres para lograr objetivos políticos. Por todos los caídos por la ciega violencia y la cruel sentencia. Por que el nombre de Euskadi no sea pronunciado con rencor ni con miedo. Como dijo Manuel Irujo: los vascos queremos una historia unida debemos merecerla a fuerza de empeño, trabajo y amor.
Y añado que EAJ/ PNV ha mantenido antes y ahora, y soy testigo, estas fuerzas esenciales que lo han hecho pervivir a la persecución, al exilio y a la encarcelación y a la muerte, como pervive en el recuerdo Tomás Caballero, para en quienes creemos en el trabajo de la libertad.
La autora es bibliotecaria y escritora