Un dilema es una situación en la que una persona se enfrenta a dos decisiones de manera que no se divisa con claridad cuál es la mejor. Un caso muy sencillo vendría dado por una oferta laboral en la que nos ofrecen más dinero, aunque eso suponga un desplazamiento a otra ciudad. Si el salario de una persona es de 2.000 euros al mes y en otro lugar le ofrecen 2.100 es una decisión muy fácil: mejor quedarse en casa. No compensa afrontar los inconvenientes de un traslado por una cantidad monetaria tan pequeña. Sin embargo, si nos ofrecen 3.500 euros las cosas no son tan evidentes. ¿Qué podemos hacer? ¿Merece la pena renunciar a las comodidades que supone vivir en nuestra residencia habitual a cambio de ese dinero? Un economista haría un simple análisis coste-beneficio: se deben afrontar unos gastos adicionales como el alquiler a cambio de algún ahorro. Esa operación matemática no es compleja. El problema es que la mayor parte de los factores que vamos a evaluar no se pueden calcular haciendo números. Costes: menos tiempo con la familia, entorno nuevo, incertidumbre laboral. Beneficios: ampliación de las experiencias vitales, expectativas de crecimiento profesional, afrontar un reto personal. En fin, nadie dijo que la vida fuese fácil.
De la misma forma, un trilema es una situación en la que una persona se enfrenta a tres decisiones. Veremos cuatro posibilidades. Una personal, dos de los gobiernos (presupuestos, estrategias internacionales) y otra con trampa.
La mayor parte de las decisiones que tomamos en el ámbito económico afectan, además de a nuestro presupuesto monetario, a nuestra energía (en el sentido de salud y vitalidad) y a nuestro tiempo. Si decidimos apuntarnos a un curso de pintura estamos intercambiando el importe de la matrícula del curso y el tiempo de práctica por energía y crecimiento interno personal. A no ser que nos hayan coaccionado o las clases estén por debajo de nuestras expectativas esta opción merece la pena. Sin embargo, si decidimos estar una hora mirando el móvil o entretenernos con un videojuego para matar el rato es posible que a posteriori nos encontremos con menos energía. Gran parte de las dudas humanas consisten en elegir entre la satisfacción presente a cambio del mal de conciencia futuro. Ejemplos, múltiples. Comer un pastel de más, quedarnos tirados en el sofá o continuar con la inercia diaria como si fuésemos autómatas.
Si un gobierno necesita (o le imponen) aumentar el gasto en defensa tiene tres opciones: subir los impuestos, quitar de otro lado o endeudarse. Lo más cómodo es elegir la tercera opción, ya que el coste de la misma no se asume por nadie de forma directa. Se reparte en el tiempo entre todos los agentes económicos vía intereses y amortización de deuda. Esta situación es delicada ya que se abusa de este mecanismo disparando así los costes financieros de los presupuestos públicos.
En el momento de tomar decisiones de integración económica, el trilema más conocido es el de Rodrik. No es posible mantener a la vez la democracia, la soberanía nacional y alta globalización. Si cristalizan las negociaciones entre la Unión Europea y Mercosur, el consumidor podrá aspirar a adquirir otros productos más baratos, en especial en el ámbito del sector primario. Eso supone que las decisiones que se toman en este ámbito de la economía estén más limitadas. Y eso es una de las reivindicaciones que, con razón, piden los agricultores y ganaderos: mismas condiciones para todos. La situación de alta incertidumbre generada, todavía más intensa debido a los vaivenes de Trump con sus políticas (representados especialmente en el caso arancelario), tampoco ayudan a aportar estabilidad.
Toca la opción de la trampa y el señuelo. Supongamos que nos vamos a ir de vacaciones y nos dan a elegir entre un hotel al lado de la playa a 1.000 euros la semana y otro más alejado a 800 euros. Es un dilema típico: valoramos nuestro presupuesto económico, el tiempo de distancia a la playa y la pereza que nos supone el desplazamiento. Se elige y ya está. Ahora vamos a disponer de una opción adicional: un hotel al lado del primero con un coste de 1.100 euros. En este caso, la mayor parte de los clientes eligen el hotel de mil euros. Existe un truco: han dirigido nuestro voto.
Principio básico: cuando una elección es fácil, posiblemente nos están empujando hacia ella. Cuando es difícil se debe valorar y meditar para decidir.
Antiguamente, los políticos se reunían con especialistas de cada tema, tomaban notas, reflexionaban consigo mismos y decidían. Después, sus asesores les decían lo que debían hacer. La nueva moda es la votación popular. Es la opción que ha elegido el gobierno nacional para decidir sobre la OPA del BBVA al Banco de Sabadell. Es también la más fácil para no responsabilizarse de asuntos delicados.
Es, en definitiva, el trilema final.
Economía de la Conducta. UNED de Tudela