Cada verano surge la amenaza de los incendios forestales que este año puede ser muy seria porque ha llovido bastante en primavera y ha salido mucha hierba y maleza, que, con las altas temperaturas, se pueden convertir o se han convertido en pasto seco.
La mezcla de estos dos factores, humedad seguida del alto calor, supone un gran peligro. Con mayor calor, la vegetación se seca más rápidamente, y, por lo tanto, se hace más inflamable, y de ahí surge la propagación de incendios forestales.
Al mismo tiempo, ya se habla de que los meses de verano van a ser muy calurosos, y hay muchas cosas que hacemos los humanos que pueden causar incendios. Porque más del 90% de los incendios forestales en el Estado son provocados por actividades humanas, de los cuales más de un cuarto son intencionados y el resto por negligencia, según la Fiscalía de Medio Ambiente.
Que hayamos tenido una primavera lluviosa no es el problema, ha sido una cosa positiva, sino que hay que ser consciente de que se pueden producir grandes incendios forestales que pongan en peligro ecosistemas y poblaciones, y dado que estamos en la era de los megaincendios, los de sexta generación, no estamos preparados, y si seguimos sin políticas de prevención, nos enfrentamos a episodios extremos de forma cada vez más recurrente.
También hay que afrontar una gestión forestal que haga que las masas forestales sean más resilientes al fuego en el contexto climático existente. Porque a pesar de que oímos en alguna ocasión que el cambio climático produce los incendios forestales, no es así. Los bosques los queman las personas, de forma intencionada o por negligencias, y una pequeña parte, por causas naturales.
En el caso de Navarra, tal y como señalan Ecologistas en Acción, de los treinta incendios ocurridos durante la ola de calor de junio de 2022, cinco fueron provocados por rayos, dos por las chispas de un tren, en tres se centró la investigación en el origen por actividad humana y los veinte restantes, el 67%, por las chispas de las cosechadoras.
El pasado lunes se presentó por parte de la consejera de Interior, Amparo López, la campaña de verano de prevención y extinción de incendios forestales, que estuvo centrada en el aumento de los medios de extinción, que este verano contarán con tres helicópteros y 159 efectivos de personal de bomberos entre peones y conductores.
Pero la lucha contra los incendios no se libra solo con helicópteros y mangueras. Se suele decir que los incendios se apagan en invierno. Se trata de una expresión que sirve para ilustrar que no se puede poner la mayoría del esfuerzo presupuestario en la extinción de los incendios, sino que hay que abundar en políticas de prevención de incendios no estacionales y la necesidad de tener profesionales trabajando durante todo el año. En este sentido, conviene recordar que la extinción no resuelve el problema, por lo que hay que invertir en prevención. Este problema ha provocado que los expertos reclamen que no les envíen más medios para la extinción, sino que reclaman que se trabaje en construir, mediante la gestión forestal, otros tipos de paisaje menos proclive a los grandes incendios.
¿Qué medidas preventivas habría que tomar? Ecologistas en Acción de Navarra viene a decir que “el momento de la cosecha es crucial para el sector agrícola, pero por encima debe velar el interés general por proteger el patrimonio natural, la seguridad y la vida, también de los agricultores que puedan estar cosechando. La virulencia de los incendios sufridos en junio de 2022 debe hacer al Gobierno de Navarra adoptar medidas más ambiciosas que las planteadas hasta ahora”. Y, en este sentido, “lamentan que las medidas de prevención de incendios adoptadas por el Ejecutivo foral se alejen de la regla 30/30/30, permitiendo que se coseche o empaque con temperaturas superiores a 30ºC, con vientos superiores a 30 km/h y una humedad menor del 30%”.
Aunque también habría que hablar de supervisión en el cumplimiento de la Orden Foral del Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, de las condiciones en que se hace la cosecha y el empacado, que deben estar acompañadas de tractor con apero cortafuegos y depósito de agua para extinción.
Las medidas preventivas están al alcance de cualquiera, y no son solo técnicas. Muchas de ellas responden a tener engrasado el plan de emergencia local –que cada vecino sepa cómo actuar en caso de incendios–; eliminar materiales combustibles y la creación de espacios de defensa para evitar la propagación del fuego; más formación y educación ambiental; creación de brigadas… Medidas que son muy efectivas y son de mucho menor coste que la extinción.
En la lucha contra los incendios forestales hay unas asignaturas pendientes como:
Prevención real y eficaz durante todo el año. La extinción de incendios debe seguir, pero no debe dejarse a un lado la prevención.
Es imprescindible promover un cambio de mentalidad de manera que la población perciba el riesgo, asuma su responsabilidad y se organice para prevenir y mitigar los incendios.
Es fundamental que la planificación urbanística tenga en cuenta el riesgo de incendios, de tal manera que se limiten cierto tipo de edificaciones que son muy vulnerables al fuego, y que suponen un riesgo para la población y los bosques.
Los trabajadores forestales son imprescindibles para mantener nuestros bosques en buenas condiciones, pero en muchas ocasiones no tienen el reconocimiento profesional y económico, y cuentan con unos contratos que son temporales, reducidos a la temporada estival.
Hay que combatir el cambio climático que debilita y estresa a los bosques, aumentando así la cantidad y la continuidad de vegetación seca, y, por tanto, su inflamabilidad y combustibilidad. Hay que ir abandonando los combustibles fósiles.
El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente