La universidad ha de ser la conciencia crítica de la nación, venía a decir José Ortega y Gasset en Misión de la Universidad. Y yo, como humilde tocayo, pero tocayo al fin, añado: “Que buena falta hace”.

Navarra juega a este respecto con una baraja aparentemente corta a nivel estatal –solo dos campus presenciales, la pública UPNA y la privada Universidad de Navarra–, pero con cartas más que buenas; y la partida es apasionante. Lejos de ser rivales excluyentes, ambas se complementan y cooperan (también lo hace UNED Pamplona y Tudela) y, comparadas con el cuadro nacional, dejan el listón muy alto para todos. Y lo mejor: ambas están embarcadas en un proceso de mejora continua.

Analicemos la bien reciente Radiografía del sistema universitario español. La Fundación CYD acaba de publicar el informe Las universidades españolas. Una perspectiva autonómica. 2025, un análisis que profundiza en las características del sistema universitario de cada Comunidad Autónoma. DIARIO DE NOTICIAS se ha hecho eco del mismo.

Navarra: una especialización que suma: En 2022-23 (curso en el que se centra el estudio) la Universidad de Navarra graduó a ocho de cada diez estudiantes de Artes y Humanidades (88%) y casi lo mismo en Ciencias Sociales-Comunicación (78%) y Negocios-Derecho (78,9%). La UPNA, por su parte, mantenía el bastión formativo en Educación (72,9% pública) y aportaba más de la mitad de los ingenieros forales (54,6%). El resultado práctico: la Comunidad Foral, gracias a sus universidades, garantiza talento para la empresa y vocaciones STEM sin depender del exterior. Ahora… lo que hay que garantizar es que las empresas se queden en Navarra, crezcan o vengan a la Comunidad Foral. Ahí tenemos muchos retos (el fiscal no es el menor).

A escala estatal, las universidades públicas concentran más del 90% de los titulados en Ciencias e Ingeniería. Que Navarra haya equilibrado ese dominio demuestra la potencia de su “duopolio” y la capacidad de captar talento de ambas universidades.

Una calidad académica contrastada: La tasa de idoneidad –terminar a tiempo– es mayor, según el estudio, en las privadas en ocho de diez ámbitos. Esa cultura de cumplimiento impulsa a la Universidad de Navarra y, de paso, contagia exigencia al conjunto del sistema educativo navarro, una buena parte del cual financiamos los navarros con nuestros impuestos.

Acceso y equidad: La fortaleza de ambas es ser “ascensor social”: El equilibrio UPNA-UNAV, las becas públicas de distintas administraciones y las becas alumni evitan que la procedencia socioeconómica marque el futuro de los jóvenes de nuestra comunidad.

Internacionalización y financiación: El 16,3% de los ingresos por matrícula en las universidades privadas españolas procede de estudiantes extranjeros, triple que en las públicas (6,2%). En ese sentido la Universidad de Navarra y oxigena de forma notable la economía –y el empleo– local sin cargas adicionales al contribuyente. Al mismo tiempo, la investigación mantiene a la UPNA y a la UNAV como nodo científico clave para las empresas navarras y las de otros ámbitos.

Doble retorno para la comunidad: Con el 60,8% de su financiación llegada del erario público, las universidades públicas españolas garantizan una oferta accesible y proyectos de transferencia que revierten en nuestras CCAA. Las universidades privadas, al autofinanciarse en un 78,9% vía matrículas oficiales, atraen capital –y también talento– externos. Dos modelos diversos y un beneficio compartido.

En síntesis: la Universidad de Navarra brilla en proyección global y eficiencia, la UPNA potencia la investigación de carácter público. Juntas dibujan una Navarra que no contrasta ni debe contrastar blanco y negro, sino que mezcla colores para obtener un lienzo más valioso. La pregunta es simple: ¿Queremos universidades que compitan por egos o que se sincronicen por el bien común? Competir puede ser saludable: ser mejor que otros, ser mejor que ayer; sin egos. Colaborar y crear sinergias para mejorar la sociedad es imprescindible. En el ámbito universitario navarro, siendo todo mejorable –hoy no toca escribir sobre eso–, tenemos este buen trampolín: aprovechémoslo.

El autor es director de Relaciones Institucionales de CampusHome, y exconsejero de Educación