El 17 de octubre fue reconocido por Naciones Unidas como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Es un día para reflexionar sobre sus causas, sobre sus consecuencias y, especialmente, sobre las soluciones ante este fenómeno que amenaza la sostenibilidad de nuestras sociedades, de nuestro mundo.
Como se sostiene en el título de este artículo, cualquier reflexión sobre la pobreza debe situar en el centro a la infancia. Y esto es por tres razones. La primera porque, tal y como señala el Convenio Internacional sobre los Derechos del Niño y de la Niña, el interés de la infancia debe situarse por encima de cualquier otro interés, también cuando se habla de pobreza. La segunda porque los datos son concluyentes, sea cual sea la fuente que consultemos, la infancia-adolescencia es el sector de la población más afectado por la pobreza. Y la tercera razón que explica la centralidad de la infancia en este ámbito es porque, cuando se analiza la situación del colectivo de niños, niñas y adolescentes afectados por este fenómeno, no solo emerge el presente de la pobreza, sino también el pasado de la pobreza (la que pudo afectar a sus progenitores) y el futuro de la pobreza (la que podría afectar a sus descendientes).
Trataré de describir esa foto dinámica, empezando por el presente, en el que podemos observar cómo la pobreza afecta más a los hogares en los que residen niños, niñas y adolescentes, pero especialmente a aquellos que además son hogares monoparentales y/o conformados por personas de origen migrante. En esta mirada al presente también se vislumbra con claridad que la vivienda es el factor que más pobreza y exclusión genera. Hablamos de familias sobreendeudadas, que dedican más del 40% de sus ingresos a vivienda, con situaciones de impagos o retrasos en la hipoteca o el alquiler y/o que tienen dificultades para mantener el hogar suficientemente cálido en invierno o fresco en verano. Y hablamos de las repercusiones que todas estas circunstancias pueden tener en el rendimiento escolar, el bienestar emocional y, en definitiva, en el futuro de estos niños, niñas y adolescentes.
Situar el foco en el pasado nos invita a observar hasta qué punto la pobreza infantil está condicionada por procesos estructurales que afectaron a los y las progenitores de la actual infancia-adolescencia. Así, podemos constatar que el permanente crecimiento económico de Navarra no ha evitado ni reducido la presencia de hogares afectados por la pobreza. Varios son los factores que han conducido a esa situación aún no resuelta, aunque me centraré tan solo en tres. El primero es la falta de una fiscalidad suficientemente redistributiva, que haga pagar más a quien más tiene y que permita financiar unas políticas públicas que protejan de manera suficientemente intensa y constante a los más vulnerables. El segundo es la vivienda, un ámbito en el que se han acumulado décadas de abandono del parque público de vivienda, un ámbito convertido en un negocio y no en un derecho. El tercero son las políticas migratorias, que han ido dejando a miles de personas en situación irregular, siendo muchas de ellas progenitores o futuros progenitores que no han podido acceder a derechos civiles básicos como el empleo y que han tenido graves dificultades de acceso a una vivienda digna.
La mirada al futuro nos sitúa ante el vértigo del posible mantenimiento de la transmisión intergeneracional de la pobreza y nos interpela respecto a la responsabilidad que como sociedad tenemos para detenerla. Como se señala en el manifiesto de Naciones Unidas respecto a este Día Internacional, “la pobreza no es negligencia”, sino que toda la amalgama de factores que afectan “de manera desproporcionada a las familias en situación de pobreza” las hace enfrentarse a retos que son inabarcables, a opciones que únicamente pueden afrontarse con apoyos públicos y comunitarios. Para que estos niños, niñas y adolescentes no vean condicionado su futuro, quiero resaltar especialmente tres ejes de intervención. En primer lugar, es necesario garantizar los apoyos económicos a los hogares afectados por la pobreza y en los que residan niños, niñas o adolescentes. El segundo eje es el educativo, ya que no es posible un sistema educativo que viva de espaldas a la situación socioeconómica del alumnado. Es urgente, por lo tanto, reforzar la actuación conjunta entre el sistema educativo y el de servicios sociales, ya que garantizar procesos formativos prolongados es uno de los factores fundamentales de protección ante la pobreza y la exclusión. Y finalmente, debemos modificar la orientación de nuestro sistema de protección a la infancia, que hasta ahora ha estado centrado únicamente en la respuesta ante problemáticas ya generadas y no en la prevención comunitaria. Debemos lograr que nuestros pueblos, que nuestros barrios, se conviertan en espacios de protección, en espacios de detección de necesidades y de respuesta ante las mismas.
Esta es la propuesta pública y comunitaria que impulsamos desde todos los espacios sociales e institucionales en los que EH Bildu Nafarroa está presente. Una respuesta sustentada en ideas como la fiscalidad justa, la vivienda asequible, la garantía de ingresos económicos, la ciudadanía universal, la no estigmatización de las familias pobres o la prevención comunitaria. Tan solo así podremos romper el círculo perverso de la transmisión intergeneracional de la pobreza.
El autor es parlamentario en el Parlamento de Navarra por EH Bildu Nafarroa