Ziganda se toma la Copa en casa
El último gran goleador que ha dado la factoría de Tajonar llegó ayer tarde a las instalaciones con sus jugadores, los del Xerez, para preparar el partido de vuelta de la Copa de esta noche en el Reyno de Navarra. Sabe bien lo que se va encontrar, ha nacido aquí.
DICE que no siente nada especial ante la idea de enfrentarse hoy a Osasuna, pero seguro que conforme se vaya acercando la hora del partido, cuando el frío y la noche se den la mano en el Reyno de Navarra para la disputa de una siempre apasionante eliminatoria de Copa, será otro cantar. Porque Cuco Ziganda sabe el ambiente que se va a encontrar; él se ha criado en estos campos desde que empezara a corretear tras un balón en el terreno de juego donde el Pamplona disputaba sus partidos, en el viejo patatero de Larrabide, y no debe ser fácil dejar atrás tantos años felices como él disfrutó en Osasuna. En este club comenzó y acabó su época de jugador y aquí dio inicio la de entrenador, pese a que en Pamplona no tuvo el final deseado para él. Su cese la temporada pasada cuando sólo se habían disputado seis jornadas aún le duele. Se le nota.
Ziganda llegó a casa el domingo tras el partido que su equipo disputó en Valladolid y que le valió a los jerezanos un punto. No fue mucho botín y su equipo sigue ahí abajo, pero es algo con lo que ya contaba el de la Ultzama cuando aceptó ser el entrenador del Xerez, aunque algunos por allá abajo no lo tengan tan claro. Sufriendo en la Liga y con un resultado adverso en el partido de ida de la Copa, el técnico navarro dirigió por la tarde en Tajonar el entrenamiento preparatorio ante el encuentro de vuelta, sobre el mismo césped que tantas veces tuvo que pisar, con la idea de al menos poder disfrutar de la posibilidad de pasar de ronda y olvidarse por un día de las angustias que le vuelve a dar la Liga.
El autobús que trasladaba a la plantilla del Xerez hasta Tajonar llegó a las 16.40 horas. Ziganda, acompañado de Ion Andoni Goikoetxea, salió con rapidez del vehículo y se fundió en un abrazo con Juanjo Lorenzo, director deportivo del club rojillo con el que le sigue uniendo una gran amistad y que esperaba su llegada. Por allí apareció también un allegado del Cuco, un buen amigo, y los tres subieron a las oficinas para pasar un rato distendido ante un buen café mientras sus jugadores se preparaban para la sesión de trabajo.
su hermano y varios amigos Veinte minutos después, el entrenador navarro salió al campo, entre leves aplausos de un grupo de incondicionales, entre los que se encontraban amigos y familiares que se acercaron para darle ánimos y saludarle. Por allá también se dejaron ver Iñaki Ibáñez, Sanzol, Mateo, Martín González, Martín Monreal y varios de los empleados de Tajonar que le hicieron saber con sus muestras de cariño y aprecio que sigue siendo uno de los nuestros. Y siempre lo será, esté donde esté.
Mientras los jugadores jerezanos iniciaban el calentamiento, dedicó unos pocos minutos a saludar a su gente, a su hermano y a otro par de amigos que desafiaron el frío para estar con él, aunque ahí se terminaron las intimidades. En pantalón corto y sin los guantes que lucían todos sus jugadores, se colocó en el centro del campo para darles una charla. Y luego, a correr y a entrenar, que una eliminatoria de Copa sabe siempre bien.
Pese a la distancia, no estuvieron solos los gaditanos. Por allá aparecieron tres chavales que colocaron una pancarta con el lema Peña jerecista Nafarroa. Alucinante, si no fuera que en esto del fútbol uno puede ver casi cualquier cosa. Pues resulta que el autor de la pancarta es un chaval de Pamplona de 20 años y socio de Osasuna, Lánder Arguiñáriz, cuya mitad de su corazón, la que procede de su raíz materna, pertenece al Xerez y ahí sigue. Arropado por un par de colegas, el chaval es un fiel seguidor de los jerezanos y ha conseguido incluso arrastrar a alguno de sus amiguetes en su afición. Cuentan que tienen previsto dentro de poco ir a pasar unos días a Jerez de la Frontera. Con esa perspectiva, cualquiera se aficiona al Xerez.
Por lo demás, fue un entrenamiento intenso, por eso de que el frío que sorprendió a los andaluces hizo que rápidamente se metieran en faena. Hora y media de trabajo y a la ducha, mientras José Ángel Ziganda se daba unos minutos antes de entrar a la rueda de prensa en una sala que conoce bien. Para lo bueno y para lo malo.
tensión con una pregunta La verdad es que se le notó un poco tenso delante de los periodistas de casa, sobre todo cuando un compañero de los medios de comunicación le preguntó abiertamente si su expulsión el domingo en Valladolid, que le impedirá sentarse hoy en el banquillo del Reyno, podía haber sido intencionada. Casi cambió de color Ziganda cuando escuchó la pregunta, pero salió airoso y dejó correr la cosa, pero dando por sentado -para los mal pensados, que por estos lares abundan- que de eso nada. Pero es verdad que la pregunta le descolocó, hasta tal punto que al final de su comparecencia, poco antes de que abandonara la sala de prensa, añadió que no hubiera esperado escuchar esa pregunta de la persona que se la formuló, con la que al parecer mantenía una relación previa y por lo menos hasta ayer, bastante cercana.
Fue lo único que se salió del guión, porque Ziganda estuvo sumamente correcto en sus apreciaciones sobre el encuentro, sobre su vuelta a Pamplona tras varios meses sin ver a su familia, sobre sus sentimientos ante una eliminatoria contra Osasuna y dejando bien claro que para él era "casi" una vuelta a casa. Tuvo sumo cuidado durante toda su comparecencia en que aclarar que no había nada personal en el partido de esta noche, sólo una eliminatoria entre dos equipos de Primera con ritmos de vida muy diferentes.
Para ambos, la Copa se presenta como una válvula de escape ideal para poder mirar hacia otro lado cuando las cosas se pongan mal. Y se pondrán, seguro, aunque de momento José Ángel Ziganda tiene motivos para estar orgulloso de lo que está haciendo con un bloque al que nadie quería. Y él lo hizo.