Gatillazo porque ayer no salió el tiro, porque Osasuna descargó balas de fogueo, porque sigue escaso de munición como la guarnición de las islas Perejil y porque a punto estuvo de dispararse en el pie si Coro acierta con el penalti regalado al Elche por Hernández Hernández. Osasuna, hasta donde pudo, cumplió con lo prometido por su entrenador, el hombre fiel a sus principios: volveremos a jugar bien con el balón, garantizó. A lo que solo cabe añadir que su equipo puso todo el esmero y todo el talento a su alcance para complacerle y demostrar que no son un grupo adicto al pelotazo. Al contrario, ayer los rojillos movieron el balón con criterio y siempre encontraron un pivote en quien descargar el pase, un lateral que ganaba el espacio en banda o un Armenteros que por fin parecía disfrutar de un escenario a la medida de su interpretación del juego. Es cierto que la presión del Elche no era muy intensa de medio campo hacia arriba, pero también que Osasuna jugó siempre con serenidad y criterio, y en ocasiones con demasiado aplomo para una hinchada tan hipertensa como la rojilla. Es difícil dar en las últimas semanas con un partido en el que los chicos de Gracia asaltaran el área rival con tanta insistencia, que colocaran tantos balones en zona de gol y que dispararan desde tantos ángulos. Faltó pericia en el remate en la mayoría de las ocasiones, porque los porteros del Elche no realizaron intervenciones antológicas para mantener la portería a cero. Osasuna también echó en falta en las zonas calientes a Oriol Riera, bien marcado por las dos torres locales y con una excesiva propensión a irse a la banda y dejar el área vacía de atacantes. En caliente, salió un partido para sumar tres puntos, para dar un salto cuantitativo después de recuperar un sello de calidad; en frío, el punto no sabe tan mal, porque el Elche también dispuso de ocasiones muy claras. El empate, además, otorga el beneficio del golaverage.
Gatillazo aunque no es lo mismo que gatazo, pero para el caso... En el buen desempeño del equipo destacó por encima de todos el papel de Silva, omnipresente toda la noche, sirviendo siempre de referencia, jugando al primer toque, ganando metros con el balón, adelantando las líneas y descongestionando siempre la salida. Silva peleó, recuperó, arañó, mandó, remató (estuvo cerca del gol en el minuto 79, pero Herrera echó la pelota a córner), lideró, en suma, que es la obligación de alguien que debe suplir a Patxi Puñal. Jugando como ayer, Silva va a tener cartel en más mercados que la lejana China, pero debe ser consciente de que sus pases y llegadas no disfrutarán allí nunca de tanta repercusión como la que encontrará en la Liga española. Si Silva no cobra al día, no se le nota. Lo que sí aparece una vez más es la mano de Javi Gracia, que, contra toda lógica futbolera, ha confiado en un futbolista que pidió irse y que tenía (o tiene) las maletas echas para abandonar el club. Hay ahí un trabajo de caseta importante que habla de un entrenador que sabe sacar rendimiento de las armas que le han dado. Aunque a veces, como ayer, su equipo pegue un gatillazo.