pamplona - “Por primera vez, y sin que sirva de precedente?”. Así justificó Fermín Ezcurra, presidente de Osasuna en enero de 1986, la decisión de romper con la tradición del club de no fichar futbolistas extranjeros. En aquellos años en los que presumir de cantera daba un prestigio al que pocos podían acceder -aún estaban recientes los títulos de Liga de Athletic y Real Sociedad-, el club pamplonés tuvo que claudicar de sus principios -“más cantera y menos cartera”, clamaba El Sadar cuando jugaban, y perdían, Real Madrid y Barcelona- y buscar en el exterior un futbolista que invirtiera una tendencia perdedora que conducía irremediablemente a Segunda División.

La solución, después de deshojar una margarita de nombres, respondía al nombre de Michael Pedersen. Un chico rubio, de buena planta física, de aspecto tímido y con la sonrisa pintada siempre en su cara. El hombre que llevó la operación, el intermediario belga y exjugador del FC Barcelona Fernand Goyvaerts, lo presentó como una de las grandes promesas del fútbol danés. “Remata indistintamente con los dos pies y con la cabeza”, abundó. Luego, con el correr de los meses, quedó en una presencia exótica y abandonó Pamplona año y medio después con una corta hoja de servicios: un gol en 1.104 minutos de 18 partidos de Liga en los que intervino. Eso sí, algo tendría el chico porque tras el regreso a Dinamarca se hinchó de marcar goles en su equipo de toda la vida, el Esbjerg. Aquí dejó poco más que la leyenda que aún le sigue colocando como el primer extranjero en la historia del club, lo que no es del todo correcto. Había precedente y Ezcurra se equivocaba.

adaptación

Iñaki Ibáñez, amigo y traductor

En enero del 86, el Osasuna que entrenaba Ivan Brzic tenía dos problemas: consumida la jornada 21 ocupaba la penúltima posición de la tabla y, sobre todo, presentaba una raquítica cifra de 11 goles a favor. La aportación de sus delanteros estaban bajo mínimos: Benito Ballent y Martín habían marcado un gol; Echeverría, dos; y Jesús Orejuela, que en febrero terminó pasando por el quirófano para subsanar una lesión, ninguno. Alguien tenía que arreglarlo.

Hace treinta años la normativa permitía a los clubes tener en su plantilla a dos jugadores sin pasaporte español, pero no había tantas ventanas como ahora para asomarse al planeta del fútbol. A las oficinas de Osasuna llegaban informes o vídeos de VHS. Muchas referencias y pocas certezas tomadas a pie de campo. Como con Pedersen. El aval del delantero, de 22 años, eran los 17 goles anotados con el Esbjerg en la Primera división de Dinamarca. El fútbol danés estaba en efervescencia en la primera mitad de los ochenta por los buenos resultados de su selección, en la que ya destacaban futbolistas como Michael Laudrup, Morten Olsen, John Sivebaek. Elkjaer Larsen? Así que Osasuna decidió desembolsar 17 millones de pesetas por el traspaso -esa es la cantidad que filtró la directiva?- y firmarle un contrato por año y medio porque, como dijo Fermín Ezcurra, “igual nos sale un fenómeno?”.

Pero Pedersen no logró adaptarse a un fútbol muy exigente. Su aclimatación tampoco fue sencilla: comenzó residiendo en el mismo piso que compartían chicos de las categorías inferiores del club, aunque luego se independizó. El idioma resultó también para él un obstáculo. El chico se manejaba con el inglés -a veces en alemán con el técnico serbio- y su principal enganche en la plantilla era Iñaki Ibáñez, que tenía conocimientos del idioma, y con el quien trabó una estrecha amistad.

Ibáñez recuerda hoy que sostuviera su relación durante algún tiempo, pero que han ido perdiendo el contacto con los años. El actual delegado de Osasuna fue, durante la estancia del danés en Pamplona, su traductor en las comparecencias ante la prensa, cicerone en la ciudad y un amigo que le introdujo en su cuadrilla. “Era muy majo, una persona muy agradable. Encajó muy bien en la plantilla y con mis amigos”, rememora Ibáñez, quien recupera de su memoria cómo supieron del fichaje de un futbolista extranjero cuando viajaban en tren a Alicante, donde debían jugar contra el Hércules. “Nos sorprendió porque era la primera vez que Osasuna fichaba a un extranjero. Lo primero que pensamos es que no hacía falta, que podíamos sacar al equipo adelante nosotros. Pero no hubo ningún tipo de rechazo...”, matiza.

rendimiento

Brzic había pedido un inglés

Pedersen no llegó en las mejores condiciones físicas; tras la conclusión de la liga en Dinamarca había pasado dos meses inactivo. El entrenador no se cansó de repetir durante semanas que veía en él buenos conceptos técnicos, un futbolista con maneras, pero que le faltaba ese punto para rendir en un campeonato muy exigente. Con el tiempo, la prensa desveló que el responsable de la plantilla había pedido con insistencia un delantero inglés (o al menos de ese estilo), pero que le trajeron a Pedersen, muy alejado en prestaciones de lo que esperaba.

El 26 de enero de 1986 Pedersen debutaba con Osasuna en El Carranza de Cádiz. Jugó 26 minutos. Los rojillos perdieron 2-0. Siete días después, Brzic le concedió la titularidad ante el Valladolid, un partido que ganó Osasuna (2-1) y que marcó un cambio de tendencia ya que en las doce últimas jornadas solo sufrió tres derrotas y salvó la categoría sin aprietos de última hora. La aportación del danés no fue tan determinante en lo deportivo (intervino en 7 de esos 12 partidos y marcó un gol) como en el impacto movilizador que supuso en el osasunismo, revirtiendo una situación crítica.

Roto el tabú de fichar extranjeros (la Real Sociedad tardaría tres años en abrir sus puertas a futbolistas foráneos), la solución de emergencia que Ezcurra planteaba como solo un recurso puntual, Osasuna tanteó la posibilidad de incorporar un segundo refuerzo del exterior, ya que en febrero de ese mismo año tuvo a prueba y descartó posteriormente al delantero uruguayo José Luis González. El precedente ya estaba sentado.